¡Asombrosa de principio a fin!
Una tragicomedia en tres tiempos, directa y sorprendente, y a fin de cuentas, estremecedoramente humana.
Los primeros planos de los cuerpos de las prostitutas atendiendo clientes y luego circulando por su night club, entre luces oblicuas, sombras, salones, pasillos y puertas, se suceden con la intensidad de la música que las acompaña, en un montaje urgente que no da respiro al espectador.
Sin preludio alguno, Sean Baker nos zambulle en ese ambiente nocturno, brillante y sórdido, que es donde se desenvuelve con naturalidad su protagonista, Ani/Anora (Mikey Madison). Ella es joven, pero la naturalidad con que se maneja da cuenta que es parte del staff desde hace su tiempo.
De madrugada, el metro neoyorkino la llevará al estrecho apartamento que comparte con una pareja y por sobre el cual circulan los trenes.
Una noche de trabajo, tan activa como todas, le piden que atienda a un joven ruso porque Ani habla el idioma. De ahí en adelante Iván/Vania (Mark Eidelshtein) y Ani se sumergen en un verdadero loop de sexo, fiestas, drogas, reventones, cuando él la invita a su lujosa y custodiada mansión.
Entre juerga y juerga, Iván, que no es más que un adolescente malcriado, se aplica a sus videogames, mientras el personal doméstico limpia los desmanes de la noche anterior (cualquiera de ellas). Hasta que el grupete bullicioso decide partir a Las Vegas, donde por cierto hay una super suite de un super hotel que le “pertenece” a Ivan. El frenesí continúa y en medio de ello, Vania y Ani se casan en esas mini capillas sobredecoradas de Las Vegas. A él le parece genial convertirse en norteamericano y así no tener que volver a Rusia a trabajar en las empresas de su multimillonario padre, como su progenitor lo ha dispuesto.
El alto voltaje de esta euforia maníaca de esta primera parte empieza a frenarse cuando quienes custodian en EE.UU. al irresponsable de Vania suben las alertas, que terminará con los padres del chico viajando en su avión privado a Nueva York.
La irrupción de los rusos (algunos son armenios) instala otra atmósfera, tan frenética como la anterior pero en otros tonos. Primero, los vigilantes (ojo con Igor, interpretado por Yura Borisov); luego, el peculiar sacerdote ortodoxo, Toros, y la huida a perderse de Iván, ese “mocoso que no quiere crecer”.
Esto desatará una singular y tragicómica cacería nocturna por las gélidas calles de Nueva York, con Ani de pasajera obligada pero jamás sometida, y luego de guía. La violencia, que claro se desata, termina siendo directamente padecida por ellos, a manos de la indomable Ani. Porque estos vigilantes/guardaespaldas tienen mucho de niñeras. Y sus reacciones frente a las consecuencias de tratar de “domar” a la furiosa Ani son francamente jocosas.
El humor negro emerge desatado: los personajes de este genial segmento conforman una trouppe imposible, creando, en su peregrinar, situaciones cómicas, tiernas y violentas, todo a la vez. Y es que cada uno de ellos es un ser humano, no un extra, que recorren lugares a donde solo Ani puede conducirlos, aunque sea de mala gana.
Hay secuencias inolvidables, como aquella en el juzgado de Nueva York, y luego ya todos juntos en esa oficina de Las Vegas.
El cierre es memorable y estremecedor. Sean Baker sabe crear personajes complejos y Ani es uno de ellos. La mujer incombustible, dura, no es más que una chica que había aprendido a mantener sus sentimientos y emociones bajo hielo. Un hielo que puede quebrarse bajo la nieve de Nueva York.
Anora
Dirección y guion: Sean Baker
EE.UU., 2024
Duración: 138 min.
Donde mejor pone su foco Sean Baker (EE.UU., 1971) es en esos seres “irrelevantes”, que circulan al margen de la sociedad, rozando la sordidez. Solo que los mira no desde la compasión o el lamento: al contrario, sus personajes son seres humanos, observados con todos su matices y contradicciones y que por lo mismo generan de inmediato una corriente de empatía hacia el espectador. El respeto y la dignidad, entonces, son consustanciales a ellos y no una consigna postiza. Por lo mismo, en sus películas, abundan el humor y los personajes queribles, no “juzgables”.
En la ¡maravillosa! Tangerine (2015, filmada con celulares) seguía el deambular de dos prostitutas transgénero (una de ellas recién salida de la cárcel) por los barrios bajos de Los Angeles. Como en Anora, la sordidez no anulan la humanidad ni el humor.
En Florida Project (2017, con Willem Dafoe; en Max), instalaba su cámara en el patio trasero, literalmente, de Disneyworld. En unos edificios decadentes, donde pocos pagan la renta y residen escorts con sus familias, ex convictos y niñas pequeñas que se las arreglan para jugar donde se pueda.
Anora es un paso más en su sólida carrera. Un paso en grande.
Si ya vieron la T1 y quedaron con el corazón en la boca con la última secuencia del último episodio, la temporada dos no les va a dar respiro.
Todos los cabos que había que atar y saber a dónde conducían, se retoman aquí y, siempre que no pestañeen, se terminarán por aclarar. Eso sí, las sorpresas no son anticipables y por mucho que nuestra protagonista, la embajadora Kate Wyler (Keri Russell) sea un lince, siempre habrá alguien más adelantada que ella.
Todo comenzó con aquel ataque al buque británico.
Aquí están las respuestas: ciertos personajes que parecían tan secundarios ¡vaya que resultan relevantes!
Eso sí, en esta temporada, no hay espacio para tramas más bien explicativas del lugar y las situaciones. Todo es intriga política, alta política internacional, desconfianzas cruzadas y ese matrimonio en el que chocan y se atraen amor y poder. Cuando un problema parece resolverse, de allí mismo surge otro, como la Hidra de Lerna.
El suspenso, las emociones, los derroteros impredecibles y sorprendentes no se detienen jamás. No hay una sola secuencia de ninguno de los episodios que nos dé algún respiro.
Si la T1 posicionó a La Diplomática como una de las mejores series de 2023, este temporada 2 es ¡superlativa!
Y sí, esta claro que viene una tercera.
The Diplomat
Dirección: Liza Johnson, Simon Cellan Jones.
Guion: Debora Cahn (creadora).
EE.UU., 2023- 2024.
Segunda temporada: ocho capítulos de una hora.
Una de las más elogiadas películas en lo que va del año llega al streaming.
Cuando se estrenó, partí por darles una explicación acerca de porqué, si no soy para NADA amiga de géneros como el terror (menos del slasher y del gore) les estoy recomendando una película “body horror”
Mi respuesta: porque La Sustancia es una ge-nia-li-dad de principio a fin y es capaz de lanzar a la cara, de manera creativa e inteligente, un reclamo muy válido, que así como está relatado y filmado, no se olvidará jamás: el escandaloso descarte de Hollywood a las actrices mayores de 35 (ok, digamos, 40). Una costumbre persistente en el tiempo sobre la que muchas reconocidas estrellas han hablado pero que por primera vez se pone “en escena”.
Y brutalmente, como tiene que ser.
La directora y su equipo juegan elocuentemente con la cámara, los encuadres, los colores, el sonido. Amén de recoger y hacer guiños a clásicos del terror (como aquella alfombra de El Resplandor), revalorizando así un género del que se ha abusado hasta la saciedad.
Y en ese juego, tan solo valiéndose de la imagen, instala un humor ¡sí, ese que produce carcajadas! que parece improbable en esta historia siniestra. Entremedio hace sorna de ese despreciable personaje caricaturesco que bautizó como Harvey (¿les suena Harvey Weinstein?) y que tan bien interpreta Dennis Quaid.
La historia es así: Elisabeth Sparkle (D. Moore), actriz con estrella en el Paseo de la fama en Hollywood, anima junto a un grupo de chicas un programa de gimnasia en la TV. A sus 50 años, se ve espléndida, pero no a los ojos de Harvey, quien exige que sea inmediatamente reemplazada por una jovencita no mayor de 35 (ojalá menos). Para ello, convoca a un casting que publica en el diario. Elisabeth de pronto se ve desalojada de sus espléndidos camarines. Y aunque Harvey la cita a un almuerzo para informarla y le sonríe (mientras masca un camarón), todo ya es y ha sido humillante.
Medio en shock, manejando su auto camino a su fabuloso departamento, Elisabeth sufre un accidente: en el hospital al que llega conoce a un singular médico que “le da el dato” de “la sustancia”. Se trata de un producto basado en la división celular, que crea un alter ego más joven, más bello, más perfecto, al que se accede de manera “confidencial”. Algo temerosa, finalmente se arriesga. El otro yo que surge (esto es literal) es Sue (Margaret Qualley), quien fascinará a los ejecutivos que están haciendo el casting para el programa.
En La Sustancia el cuerpo es el campo de batalla. Y por cierto hay sangre, “incisiones” quirúrgicas, seres repulsivos. Lo monstruoso, que se va abriendo paso a medida que avanza el filme, se configura como la manifestación física de las repugnantes descalificaciones de Harvey y equipo.
El uso del cuerpo femenino como mercadería fresca sucede frente a los focos y las cámaras y es para consumo de un público familiar; la destrucción larvada del amor propio de la protagonista y sus desesperadas maniobras por recuperar ese amor falso de la fanaticada se mantienen en la oscuridad para emerger finalmente como lo que es: una criatura monstruosa.
The Substance
Dirección y guion: Coralie Fargeat
Reino Unido, 2024
Duración: 140 min.
Cuando se cumplen 70 años de la “aparición” de esta historia, y ya suman más de 30 películas sobre el monstruo reptiliano, esta película japonesa recoge el origen de la leyenda y toda su carga simbólica.
La leyenda nace con Gojira, la película de 1954, que también es nipona. Y es un monstruo que, luego de estar siglos dormido, es despertado por una bomba atómica.
En este filme, los hechos comienzan en 1945, en los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, que dejaría devastado a Japón.
El piloto kamikaze Kōichi Shikishima (Ryunosuke Kamiki) decide aterrizar en la Isla Odo, con el pretexto de que su avión ha sufrido una avería, y así eludir su misión suicida. Allí hay una pequeña base, con un grupo de soldados. Todos ellos serán testigos de cómo emerge del mar una criatura de 50 metros que emite radiación atómica y ataca a varios. Kōichi se salva.
Cuando regresa a Tokio, una ciudad destruida de la que poco queda en pie, no encuentra a nadie de su familia. Solo una vecina, quien le enrostra la deshonra de no haber cumplido su rol. En este caos, Kōichi acoge en lo que queda de su casa a una chica joven que carga con una guagua que no es su hija: es otra huérfana más. El trío conforma una singular familia. Todo escasea. Pero al año siguiente él consigue trabajo: sacar minas “sembradas” en el mar.
Hasta que la pesadilla que no suele dejarlo dormir, Godzilla, reaparece.
La película, que transcurre durante los siguientes años, pone énfasis en el proceso íntimo de Kōichi, que se debate entre la culpa y la opción de poder disfrutar de una nueva vida que se le abre, a medida que el país y su peculiar familia se van recuperando.
Enfrentar a Godzilla se vuelve su obsesión, una tarea en la que no está solo, y en la que también interviene EE.UU., ahora aliado de Japón.
Una película muy humana, desprovista de todo estereotipo.
Gojira -1.0
Dirección y guion: Takashi Yamazaki
Japón, 2023
Duración: 119 min.
Mayores de 13.
Del mismo director ruso de “¿Quién perdió un Panda?”, esta película animada de aventuras transcurre en el Nueva York de principios de siglo.
La cinta, dirigida por el ruso Vasiliy Rovenskiy (¿Quién perdió un Panda?), comienza con las andanzas de Samson y su pandilla de perros callejeros, organizados para robar a un carnicero. Sanson fue agua vez una gran estrella de un circo.
Mientras, en el teatro de la Ópera Metropolitana, la primera bailarina Anastasia se apresta a subir al escenario para protagonizar “Carmen”, de Bizet. En su lujosos camarín, deja a su elegante perrita Margot a cargo de una finísima tiara que perteneció a la reina de Gran Bretaña y que ella deberá usar en el cuarto acto del ballet.
De pronto, escapando de sus cazadores, irrumpe Samson. La persecución y el desastre que queda termina con la desaparición de la tiara. Desesperada, Margot debe aceptar la ayuda de Samson para encontrar a los ladrones y llevar de vuelta la joya.
Todo esto al son de la música de Bizet.
Velikolepnaya Pyaterka
Dirección y guion: Vasiliy Rovenskiy.
Rusia, 2023.
Animación.
Duración: 1 hora 15 min.
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— Ex-Ante (@exantecl) October 25, 2024
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