Se habla mucho de la irrupción de la inteligencia artificial (IA) en el último tiempo, pero se presta menos atención a los desafíos que impone a la economía y al Estado en su conjunto. Chile enfrenta una oportunidad histórica en el contexto de la economía verde, la transición energética y la transformación digital.
La transición energética requiere los minerales que el país posee en abundancia, como son el cobre y el litio. La transformación digital, en tanto, conlleva beneficios en términos de productividad, al optimizar tareas rutinarias y facilitar la difusión del conocimiento mediante mayor interconexión, al menos.
En la última década, el crecimiento económico promedio de Chile alcanzó un 1,8%, con una contribución prácticamente nula de la productividad. Ello se compara con una tasa de crecimiento de 6,2% para los años 90s, con una contribución de la productividad de 2,5%. La adopción de IA tiene el potencial de revertir la actual tendencia.
De acuerdo a McKinsey & Company, la automatización del trabajo individual podría aumentar la productividad global anual entre un 0.5% y un 3,4% hacia el año 2040, donde la IA generativa contribuiría entre 0,1% y 0,6%. Distintas condiciones son necesarias para obtener estos resultados, entre ellas, el grado de adopción tecnológica y la capacidad de los individuos afectados por la automatización para desempeñar actividades igual de productivas que las anteriores.
Considerando que distintas estimaciones indican que cerca del 50% de los trabajadores en Chile realiza tareas rutinarias susceptibles de ser reemplazados por el avance tecnológico, la IA tiene un gran potencial para dinamizar la productividad. Esto requiere de una reconversión laboral productiva, un gran desafío para el país.
El requisito más crítico para aprovechar estas oportunidades es contar con una fuerza laboral capacitada, tanto en el sector privado como en el público. Aunque Chile destaca en varios indicadores en América Latina, la brecha con los estándares de la OCDE sigue siendo amplia, especialmente en habilidades digitales, uso de herramientas tecnológicas en pequeñas empresas e innovación.
Un tema especialmente preocupante es la baja participación de las mujeres en carreras profesionales de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas (STEM por sus siglas en inglés). En Chile, solo el 10% de las mujeres que ingresan a la educación superior lo hacen a estas carreras, una cifra muy inferior al 18% promedio en América Latina y aún más distante de los países de la OECD. Por ello, esta institución recomienda exponer a las jóvenes a estas áreas durante la educación secundaria, esto es, antes de que los estereotipos las orienten hacia carreras que no maximicen su potencial, en beneficio del país como un todo.
Sin embargo, uno de los mayores desafíos recae en el Estado. Desde 1990, el Estado chileno ha crecido junto con la economía, pero su desarrollo no ha sido acorde a la complejidad de ella, actualmente observándose poco eficiente y de mediana calidad. Presenta serias falencias, entre ellas, una baja interoperabilidad entre instituciones y retrasos en la aprobación de permisos que faciliten la inversión, especialmente en temas medioambientales. Adicionalmente, cuenta con programas sociales poco efectivos, mal evaluados y con bajo presupuesto. Modernizar el Estado mediante un uso intensivo de la IA se vuelve una necesidad urgente.
La adopción de IA impone otro desafío: mientras más profunda la transformación digital, mayor es el riesgo en ciberseguridad. Esto demanda profesionales especializados en un contexto donde, según la OCDE, la demanda por expertos en este campo creció un 28,7% en 2022, diez veces más que en otras profesiones. Chile, además, enfrenta un déficit de talento en Tecnologías de la Información y Comunicaciones (TIC), lo que agrava la situación.
La IA es una oportunidad histórica para que Chile capitalice las ventajas comparativas que se le presentan ante la economía verde y la transición energética, pero su éxito depende de cómo abordemos los desafíos. Capacitar un capital humano que permita aprovechar los beneficios de la IA, especialmente considerando a las mujeres, trabajar en una reconversión laboral productiva y garantizar una modernización estatal ética son pasos esenciales.
Si logramos abordar estos desafíos tenemos la potencialidad de dejar atrás al menos una década de bajo crecimiento y productividad.
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