De pronto, un niño angustiado apareció buscando desesperadamente a su padre. Un hombre lo subió a sus hombros y al son de la banda todos empezaron a cantar y palmear: “Eduaaaardo, vení a buscar a Juan Cruz”. Una y otra vez. El reencuentro fue emocionante.
Hay mucha fragilidad en esa delicada etapa de la vida que muchos recordamos con nostalgia… y no pocos con dolor. El solo perder de vista a quien nos cuida resulta devastador. Estas cuatro películas ponen foco en la infancia, en la pérdida, en el dolor de ser diferentes o simplemente en lo delicado que significa cuidar a un ser humano pequeñito.
Curioso que dos de las mejores películas que hemos visto este año tengan a la infancia en el centro: una, C’Mon C’Mon ,la recomendé por acá hace poco
La otra, una joyita: Petite Maman, que encabeza esta lista que les dejo para no olvidar nunca que la humanidad se juega en la infancia.
Siempre desde los ojos de una niña de 8 años, la directora Céline Sciamma nos conduce por una historia tan mágica como cotidiana, sencilla y sobria; luminosa y alegre aunque nos está hablando de una muerte reciente y dolorosa.
La relación madre-hija, una que abarca ascendencia y descendencia, está en el centro de este breve cuento cruzado de afecto y amor.
Nelly (Joséphine Sanz) tiene 8 años. La cámara, ubicada a su altura, la sigue en un recorrido por un hogar de ancianos donde va despidiéndose de cada uno, asomándose a sus habitaciones. En la última, la cama esta vacía y junto a ella está la joven madre de Nelly que oculta sus lágrimas volteándose a la ventana.
Mientras su padre se llevará los objetos de la abuela en una camioneta, Nelly viajará en otro auto junto a su madre. Desde su asiento trasero, la niña le irá poniendo en su boca golosinas; le pasará sus manitos por la cara, arrancándole sonrisas.
Ya de noche llegan a la casa en medio del bosque donde vivía la abuela, misma donde pasó buena parte de su vida la madre de Nelly: allí están sus recuerdos, sus cuadernos, los que juntas revisan.
Mucho para esa madre que acaba de perder a su madre: una mañana Nelly se encuentra sola con su padre, quien terminará de ordenar las cosas que se llevarán a su hogar.
Nelly parte al bosque a buscar esa casa en el árbol que mamá le contó que había construido alguna vez. Solo el ruido de los árboles mecidos por el viento acompaña sus pasos.
No solo encuentra lo que parece ser ese lugar donde jugaba su madre sino que con una niña de su misma edad, Marion (Gabrielle Sanz), con quien inmediatamente traba una amistad. Marion la invita a su casa, al otro lado del bosque. Nelly nota enseguida que es exactamente igual a la de su abuela.
Esta fábula simple, desprovista de cualquier artificio apela a las sensibilidades más profundas. Nelly y Marion son aquello que suele ocurrir en relaciones sanas: las madres cuidan de sus hijas, pero también las hijas cuidan a sus madres. Algo más o menos habitual cuando llegamos a la adultez. Petite Maman nos dice que en realidad este cuidado amoroso no tiene edad ni tiempo, porque los dolores de la vida nos asaltan en cualquier momento.
DATO: Sí, las pequeñas actrices son hermanas gemelas. Para que las distingamos, la directora y su equipo se procuraron de definirlas a través de sus muy diferentes vestuarios.
Petite maman
UN MONSTRUO VIENE A VERME (Prime Video, HBO Max. Para arrendar o comprar: Apple Tv y Google Play)
Un angustiado chico despierta cada noche, a las 12.07, transpirando, tras experimentar una vívida pesadilla.
Tan real es el sueño que, de hecho, el escenario lo tiene enfrente, a cierta distancia de su ventana: es una iglesia junto a un cementerio en medio del cual hay un enorme árbol.
Un Monstruo viene a verme transcurre en un frío pueblo británico, semirural, de casas dispersas, senderos húmedos y riachuelos.
Conor (estremecedor Lewis MacDougall) tiene 12 años y vive solo con su madre.
Se prepara su desayuno, lava y seca su ropa, se viste y antes de caminar al colegio por las barrosas orillas que lo conducen a él, se asoma a ver a mamá (Felicity Jones), una joven mujer que padece un agresivo cáncer.
A través de los ojos de este chico es que vamos conociendo la historia.
Una noche, la pesadilla de Connor se corporiza en aquel árbol inmenso que mira desde su cuarto, transformado en un gigante de madera y ojos de fuego (voz de Liam Neeson), que le anuncia que le relatará tres historias. Lo hace en sucesivas jornadas en narraciones que se aparecen en la pantalla vía coloridos dibujos.
Son cuentos que a Conor le parecen algo desconcertantes. “¿Pero quién es el bueno? ¿Quién es el malo?”. “Siempre hay dos versiones de una misma historia”, le responde el árbol.
Este elemento fantástico más bien juega el rol del subconsciente de este chico atormentado, asustado, con el alma encogida y entumecida. Los ojos en primer plano, asomados entre el vano de una puerta, son una constante.
El momento existencial por el que atraviesa Connor es extremadamente doloroso y no es de tan rara ocurrencia.
Porque si uno se tomara el tiempo y se arropara de percepción sensible para meterse en el alma de muchos preadolescentes se encontraría con ¡tanto dolor! Solo para hablar de gente con vidas “normales” (¿qué es “normal”?).
Cada uno con su circunstancia: una separación y el consiguiente desmembramiento de la familia; que en el colegio te hagan sentirte un bueno para nada porque tus notas dan un feo puntaje en la PSU; la muerte de una abuela amada.
Naderías, desde la perspectiva de los adultos. Especialmente de quienes hemos olvidado nuestras “pequeñeces” o quienes optan por borrarlas como acto de supervivencia.
Crecer es un acto doloroso y pasar de la niñez a la pubertad es la iniciación.
Es lo que hace de la historia de Conor algo universal.
En su caso, su madre, seriamente amenazada por un cáncer terminal; su notoria fragilidad, que lo convierten en la presa perfecta para el bullying violento en el colegio; un padre que vive en otro continente; una abuela (Sigourney Weaver) que para él resulta exasperante. Y sobre todo, un horrible sentimiento interior que se niega a aceptar, en el que se agazapa la culpa.
También es una fascinante reflexión sobre el poder sanador de las palabras y de la narración.
DATO
Juan Antonio Bayona también es el director de la inolvidable El Orfanato , una película tan espeluznante como estremecedora.
Un monstruo viene a verme (A Monster Calls)
EL PROYECTO FLORIDA (En HBOMax)
Una pequeña pandilla de niños chicos juega a hacer pillerías cerca de unos edificios color lila indefinido, en los grandes espacios soleados en que transcurre Proyecto Florida .
Moonee (arrebatadora Brooklyn Prince) -un torbellino vivaracho y escurridizo de pelo largo, que no pasa los 6 años- es la líder. Es verano en Orlando y ellos juegan a circular, correr y hacer maldades en su barrio: una zona en la que confluyen carreteras y por donde se dispersan varios blocs de edificios que albergan moteles decadentes, alguna construcción abandonada, inmensos locales de comida rápida, strip centers, estacionamientos.
Luego que se arma una pequeña trifulca en la comunidad por una trastada de la pandilla, aparece Halley, la madre de Moonee, y Bobby (Willem Dafoe), el administrador, maestro chasquilla y componedor de desaguisados de uno de los blocs.
Bobby hace malabares para que Halley -una joven sola e inmadura, sin trabajo- pueda seguir viviendo con Moonee allí, aunque vaya contra las reglas. Ellas no tienen a dónde ir: a veces Halley recorre las calles aledañas acompañada de Moonee intentando vender baratijas a los transeúntes. Otras, sale de noche.
La clientela de estos edificios, donde a veces se corta la luz, es gente pobre, con trabajos precarios, cuando los tienen; la mayoría, familias sin padre a la vista, amontonados en las habitaciones con sus pocas y gastadas pertenencias.
Bobby es el verdadero padre que cuida de los peligros a los que se expone esta pandilla de niños y niñas, que tienen ese lado salvaje de quien no ha sido socializado -especialmente Moonee- pero también la inocencia de sus años.
Sean Baker filma en su estilo suelto, de falso documental, en que sus personajes parecen ser sorprendidos en su cotidiano -saliendo, trabajando, holgazaneando- mientras el conflicto subyacente va emergiendo al ritmo realista de la vida hasta llegar a lo naturalmente inevitable.
Proyecto Florida es una mirada al aquí y el ahora de estas personas, que apenas deja entrever cuánto hay (o no) de responsabilidades propias en su malvivir.
Pero la cámara va principalmente tras este grupo de menores: con ellos recorre esa miseria de Primer Mundo, tan cerca del cielo que allí mismo están Orange World, una Gift Shop y todo el mundo ideal de Disney. Es una cámara tan alocada como la pandilla.
El mundo adulto no tiene nada bueno que ofrecerles y Bobby lo sabe. Preservar su inocencia, contenerlos, eludir lo inevitable es su afán.
Sean Baker exhibe una maravillosa habilidad para algo tan difícil como dirigir niños.
Parte de lo fascinante y estremecedor de Proyecto Florida es seguir las evoluciones del complejo y demandante desempeño histriónico de Brooklyn Prince.
El Proyecto Florida (The Florida Project)
EXTRAORDINARIO (Netflix)
Adaptación de un best-seller, esta es la clase de películas que no iba a recibir premio alguno (y así más o menos fue), aunque la crítica tampoco la trató tan mal.
Y es que es imposible sustraerse a la humanidad que exuda, la cercanía, lo inmensamente empática que consigue ser.
Puede que bordee el melodrama pero es encantadora, por momentos hasta divertida y ¡hace tan bien mirarla!
Auggie Pullman (Jacob Tremblay) tiene 10 años. Vive en Manhattan con su muy amorosa familia: su hermana mayor y sus padres Isabel y Nate (Julia Roberts y Owen Wilson), que se desviven por él. Siempre lo están sorprendiendo con lindos detalles y juguetes y le demuestran con auténtica alegría su profundo amor.
El problema es que, debido a una rara patología de nacimiento, su rostro deforme ha sido operado 27 veces. Entre entrar y salir de los hospitales, ha sido educado en casa. Pero ahora pasa a Quinto grado y debe ir a la escuela.
El temor de Isabel y Nate, que intentan disimular con sus mejores sonrisas, es que Auggie nunca ha estado más que con su familia y no tienen ninguna certeza de cómo reaccionarán los demás chicos frente al rostro deforme de su hijo.
¿Sufrirá bullyiing (aunque sea disimulado)? ¿Estará preparada toda la comunidad escolar para no mirar y tratar a este chico “diferente” como a un E.T.?
Al fin de cuentas es una historia que se siente tan real, que le hace sentido al espectador.
Mucho guiño pop y varios gotas de humor suman a un buen resultado.
Los desempeños actorales —aun de los secundarios— un gran plus.
DATO: Jacob Tremblay es un joven actor canadiense (actualmente tiene 15 años), que se hizo conocido mundialmente por su rol en La Habitación (Room, 2015), donde interpretaba al hijo de Brie Larson, nacido bajo secuestro. La estremecedora película está en Prime Video.
EXTRAORDINARIO (Wonder)
Para saber qué ver en cines y por streaming, no te pierdas el recomendado semanal de Ana Josefa Silva en Ex-Ante.
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