[Investigación] Crimen organizado en el norte N° 3: Cómo se vive la narcocultura en Antofagasta y el violento perfil de la banda “Los Lulas”
Valentino Castillo T.
El sector de la Chimba y varios cerros de la capital de la Región de Antofagasta están dominadas por la actuación de grupos de narcotraficantes, supuestos miembros del Tren de Aragua y una sensación de temor que comparten dirigentes vecinales. La estética de los soldados quinceañoros de las bandas recuerda las imágenes del filme brasileño “Ciudad de Dios”, que muestra a adolescentes y niños dedicados a la delincuencia en una favela.
Panorama general. “Hay que compartir las ganancias”, decía uno de los primeros mensajes que la dueña de un almacén del campamento Altamira, en Antofagasta, recibió el año pasado en su celular. Debajo del texto figuraba una imagen inequívoca, la de un tren.
“Tengo miedo. Mucha gente me ha dicho que no puedo relajarme, que esta gente va a volver”.
Sucesivos mensajes que le comenzaron a llegar a la víctima, una mujer de 48 años, originaria de Colombia, fueron más elocuentes: debía pagar una “vacuna” de cinco millones de pesos y aportar una mensualidad de 400 mil pesos por “protección” a los autores de los chats, supuestos integrantes del Tren de Aragua. En uno de ellos, de fines de octubre de 2022, le dieron un plazo fatal para pagar, indicándole que si no lo hacía, asesinarían a sus mascotas.
Como no hizo nada de lo que ordenaban, el 23 de noviembre las amenazas se convirtieron en realidad, cuando cinco desconocidos asaltaron su almacén, con el fin de robar todo lo que hallaron a su paso, incluyendo el celular de la mujer.
La comerciante sostiene que se trata de venezolanos que viven en la parte alta del campamento y que llegaron a la ciudad hace poco. Agrega que hay otras personas amenazadas que “quizás están pagando, pero tienen miedo a las represalias”, dijo.
Ella decidió entregar los antecedentes a Carabineros que llegó al lugar y la fiscalía Local de Antofagasta ordenó rondas periódicas que han permitido poner fin a las amenazas, por lo menos hasta ahora, pero señala que pese a ello “tengo miedo. Mucha gente me ha dicho que no puedo relajarme, que esta gente va a volver”.
“Los Lulas”. Al igual que en Arica, Iquique y Alto Hospicio, la periferia de la ciudad fue dando paso a una serie de asentamientos precarios, que se vieron desbordados como consecuencia de las primeras oleadas de inmigración, personas en su mayoría desplazadas por las guerrillas y el avance del narco en Colombia y, además, atraídas por el Producto Interno Bruto per cápita de 40 mil dólares de Antofagasta. Los migrantes representan hoy casi el 15% de la población total, muchos de los cuales viven en muy malas condiciones en los 90 campamentos que hay en la ciudad, según cifras del Ministerio de Vivienda y Urbanismo.
Tal como sucede más al norte, ese es el escenario ideal para las bandas. Una de las más famosas en el sector de La Chimba, ubicado junto al vertedero del mismo nombre y a un creciente número de campamentos, es la de “Los Lulas”, que posee características muy peculiares.
La primera de ellas es que la estética de sus “soldados” quinceañeros es muy agresiva y recuerda a las imágenes del filme brasileño “Ciudad de Dios”, que muestra a adolescentes y niños dedicados a la delincuencia en la popular favela de Río de Janeiro.
Por cierto, el nombre nada tiene que ver con el actual mandatario brasileño, sino con una mujer apodada “Lula”, que habría sido quien crió a dos hermanos que fundaron el grupo.
La segunda es que, pese a que ello, no se trata de una simple pandilla juvenil, sino de un grupo organizado, que existe desde hace más de 10 años y que no solo ejerce dominio territorial, sino que además se dedica al tráfico de drogas, el lavado de dinero y el acopio de armas.
Drogas, armas y autos de lujo. Las primera detenciones de miembros de la banda se registran entre 2012, cuando varios de sus integrantes fueron arrestados por robos y tráfico de drogas, entre otros hechos.
Por aquellos años se identificó como uno de los líderes del grupo a Brayan Julio Véliz, más conocido como “Brayan de La Chimba”, que a sus 18 años registraba ya un cuantioso prontuario por diversos delitos. En junio de 2012, junto a otros jóvenes, participó en un intento fallido de rescate a favor de uno de los miembros de la banda que se encontraba recluido en un recinto del Sename de Antofagasta.
En 2015 fue condenado a 13 años de prisión como autor de un homicidio, cuando un disparo percutado por él en contra de una casa de calle Amatista, quitó la vida a Gustavo Albornoz Martínez, que nada tenía que ver en el hecho, pues Julio pretendía disparar en contra de otra persona.
En 2020, en tanto, su hermana y su cuñado (junto a otra mujer) fueron detenidos con droga, dinero y una subametralladora, además de numerosas municiones.
Como lo explicaron el año pasado los fiscales Juan Castro Bekios y Stephen Kendall, cuando los llevaron a juicio, “Los Lulas” son “una banda bastante organizada que tiene su centro operativo en el sector de La Chimba, que se vale de diferentes personas para actuar, que tiene líderes, además de brazos armados que están en posesión de armas y municiones y personas encargadas de la guarda y venta de droga”.
Aunque el principal acusado, Luis Reyes Castillo, negó ser de “Los Lulas”, aceptó que sus cuñados (Brayan y Maikel Julio) eran miembros de ella. Sobre sus ingresos, los automóviles de lujo que manejaba en medio de la población (un BMW, entre otros) aseguró que todo eso lo conseguía recolectando chatarras.
Sin embargo, su pareja, Karla Julio, confesó que se dedicaba a vender pasta base. Ambos resultaron condenados a más de 22 años de cárcel, por tráfico de drogas y lavado de activos.
La operación Búnker. A inicios de 2021 comenzaron a actuar al interior del campamento “Vista Hermosa” dos agentes encubiertos, pertenecientes a la Brigada Investigadora de Robos de la PDI de Antofagasta, producto de una investigación que se había iniciado como consecuencias de una serie de tiroteos en el sector.
Se detuvo a un total de 12 sujetos y varios de ellos fueron ya sentenciados, en juicios abreviados, decretándose en al menos dos de los imputados la expulsión del país.
Durante 11 meses, los policías recopilaron una serie de informaciones que se fueron acumulando en una carpeta secreta, que llevaba por título “operación búnker”, en la cual fue identificada una banda compuesta por 14 sujetos colombianos, venezolanos y chilenos, que no solo se dedicaba a los clásicos menesteres de este tipo de organizaciones, como el tráfico de drogas, sino que también confeccionaban y modificaban armas de fuego.
En enero de 2022 la PDI allanó una serie de inmuebles en dicho campamento y en otros lugares cercanos, incautando nueve armas de fuego, elementos para la fabricación y modificación de estas, siete kilos de drogas (incluyendo dos kilos de clorhidrato de cocaína), municiones y dinero.
Se detuvo a un total de 12 sujetos y varios de ellos fueron ya sentenciados, en juicios abreviados, decretándose en al menos dos de los imputados (Kenny Chiri Coronado y John Tapia Camacho) la expulsión del país.
El miedo en las poblaciones. Igual que en otras ciudades de Chile, la narcocultura está muy presente en Antofagasta. Es frecuente ver detonaciones de fuegos artificiales, sobre todo ante la muerte de un traficante, y distintas fuentes reconocen que, especialmente en algunos campamentos, la figura del “capo” es admirada y vista como un modelo de vida al cual aspirar, todo lo cual conlleva que la violencia sea cada día más legitimada y común.
“Hay temor. Hemos conocido de casos de grupos de narcotraficantes que amenazan a los vecinos hasta con quemar sus casas”.
Carlos Caipillán es dirigente del campamento “Futuro Antofagasta” y reconoce que la magnitud del problema de delincuencia es mayor, pero ello no se refleja en las estadísticas, por la falta de denuncias. “La gente tiene miedo. Nosotros vemos cómo aumentan los robos a mano armada y las extorsiones”, asevera, relatando que poco antes de Navidad una familia sufrió un secuestro en su propia casa después de que un grupo ingresó a la vivienda, donde estuvieron desde las 12 de la noche hasta las 7 de la mañana ejerciendo violencia física y sexual en contra de las afectadas.
Los plagiadores no han podido ser detenidos hasta la fecha, aunque Caipillán destaca que el mismo mes la Brigada de Homicidios de la PDI, en coordinación con la Fiscalía, detuvo a siete personas, una por el delito de homicidio con arma de fuego, y los restantes por infracción a la ley de drogas y de armas.
Sin embargo, asevera que “las armas se ven por todos lados y las policías no están preparadas para esto. Si hasta tenemos bandas de extranjeros que extorsionan a sus vecinos, especialmente a los bolivianos y peruanos, que son más tranquilos y no quieren problemas. Incluso hemos visto que les han quitado sus viviendas para después venderlas o arrendarlas”.
Carla Guerrero Lenz, dirigenta del campamento “Mirando al Mar” también apunta a los mismos problemas: “muchos no se atreven a denunciar. Hay temor. Hemos conocido de casos de grupos de narcotraficantes que amenazan a los vecinos hasta con quemar sus casas”, explica la mujer, originaria de La Paz, Bolivia.
Uno de los pocos casos en que las cosas han mejorado se registra en el Campamento Betsabé, presidido por Claudio Santana, quien relata que, en un trabajo realizado a mediados de la década pasada, se fueron extirpando los sitios de venta ilegal de drogas y alcohol. “Se hizo un desalojo selectivo y quedamos 38 familias. Nadie entra, no se venden o arriendan terrenos y así hemos avanzado, incluso tenemos un cibercafé para uso de los vecinos”, afirma Santana.
Lea también la primeras partes de esta serie especial sobre crimen organizado en el norte:
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Consultor e Investigador internacional de Crimen Organizado. Autor de “Un virus entre sombras”. La expansión del crimen organizado y el narcotráfico en Chile.
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