Ayer tocó mi puerta una señora que predicaba sobre las bondades de los nootrópicos, adaptógenos y superalimentos en forma de polvo a la venta al contado. Dijo que todos sus productos tenían bondades que la humanidad conocía hace miles de años y que yo me lo estaba perdiendo. Le pregunté de que se trataba y ella me dijo que sus ventas iban como un cohete y que todos sabían de lo bueno que eran sus polvos. A mi me sonaba a tome Pin y haga Pun, pero la fulana era insistente como la vieja de la guadaña.
Ella dijo que si me tomaba una cucharada de cada frasco todas las mañanas, la eterna juventud se rendiría a mis pies. La juventud de la que hablaba llegó bastante cansada a su cara porque sus cachetes ya mostraban señales de agotamiento, pero como dice mi amiga A., probablemente ella estaría aún peor sin las cucharadas de su menjunje.
No se por qué, pero le dije que hace mucho tiempo todo el universo era del porte de una de sus cucharadas de polvos mágicos. Me miró con cara de idiota, que es una expresión rara porque cuando uno dice eso, la cara de idiota no es la del que lo dice, sino del que recibe el comentario. Me sobrepuse a su mirada e insistí que todo, pero todo, antes estaba tan concentrado que era del porte de una bolita que cabía en una cucharada de té (incluyendo a la Vía Láctea, los huevos de gallina y sus polvos con superpoderes). La señora y sus cachetes me preguntaron si iba a comprar o no, y yo le dije que lo pensaría porque al obstinado es difícil mandarlo a freír monos a otra galaxia.
En el principio, hace catorce billones de años, todo el espacio y toda la materia y toda la energía del universo conocido era contenida en un volumen muy muy chico, en realidad mucho que más chico que una bolita de materia sobre una cucharada de té. Algún Pin hizo que todo hiciera Pun y estallido más grande desató la creación del universo en un fenómeno que se conoce como el Big Bang.
Unos segundos después del pencazo, cruzar el universo en nave espacial tomaba un par de años luz. Tan solo unos instantes después, en menos tiempo de lo que se cocina una omelette, se crearon billones de galaxias con billones de estrellas iluminando todo lo que se les ponga enfrente. En una de esas galaxias, lejos muy lejos, vivimos nosotros en un pequeño planeta que se llama Tierra, que es habitado por unos 7 billones de terrícolas y que tiene más de 200 países. A pesar de todo esto y aún viviendo en el país más retirado, me tocó mamarme a la señora de los polvos mágicos y sus mofletes de la eterna juventud. El misterio de la vida es gigante.
Por suerte, no le dije a la señora que mucho mejor que sus polvos mágicos es leer el Hamlet de Skakespeare donde Ofelia nos deja clarísimo que el romero es bueno para la memoria, o leer un par de las noticias provenientes, no de otra galaxia, sino de este mismo planeta que nos cuentan que los expertos en Pin que hace Pun, han desarrollado una nueva droga para el Alzheimer que incluye romero y también salvia. No es chiste, ni la venden en polvo.
Pero es obvio. Las hierbas y todo lo que da buen sabor a la comida, también hacen muy bien para el cuerpo. Probablemente la señora nunca sabrá que el perejil combate el envejecimiento y es bueno para la salud ósea, la ciboulette además de tener propiedades antibióticas ayuda a prevenir la demencia y el estragón, ¡oh bendito estragón!, alivia la depresión y repara la piel, incluida la de los mofletes de la cara.
Como un rayo de luz intergaláctica me di cuenta que la causa principal de mi juventud era el consumo indiscriminado de eneldo, romero, tomillo, salvia, estragón, laurel, albahaca y orégano que escasean en el mundo de los hipermercados donde todo es limpio y envasado para atraer incautos que compran la eterna juventud en envases de plástico. Mejor deje que las hierbas frescas toquen su puerta, cómaselas y sea joven hasta el día de su muerte. Le aseguro que son Pin que siempre hace Pun. Algo es algo.
El gran Jacques Pépin explica clarísimo como hacer una buena omelette. Hay dos versiones: clásica y estilo campestre. Las dos son exquisitas, muy baratas y rejuvenecen hasta el chaíto.
Le dejo este link a YouTube donde el propio Jacques, gran cocinero y gran pintor, le enseña cómo hacer omelette a la perfección. Active los subtítulos, aprenda y cocine el elixir de la eterna juventud.
Ingredientes:
3 o 4 huevos
una cucharadita de perejil picado
una cucharadita de estragón picado
una cucharadita de ciboulette picada
Sal y pimienta
Media cucharada de mantequilla
Ponga todo en un bol y con un tenedor bata vigorosamente los huevos y el resto de los ingredientes para que las claras queden completamente incorporadas. Caliente un sartén bien caliente y derrita la mantequilla hasta que burbujee. Ponga la mezcla de huevos y hierbas en el sartén. A continuación, con el mismo tenedor que usó para batir, o con una espátula, forme la omelette.
En el caso de la clásica, tiene que mover el sartén constantemente y batir sin parar. Luego incline el sartén y deje que la mayoría del huevo se vaya a uno de los bordes del sartén. Doble el huevo que queda en el otro extremo del sartén y póngalo sobre el resto del huevo formando una tortilla en forma de una hoja bien gorda (por eso es omelette y no tortilla).
En el caso de la omelette campestre no hay que batir todo el rato sino que solo mover levemente el huevo que se va cuajando, doblar y permitir que se dore. Las dos son deliciosas y aunque levemente distintas en gusto, ambas rejuvenecen al que se la come. ¡A gozar!
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Algo es algo: La mandolina de Damocles. Por (@jdsantacruz). https://t.co/sxMy6ggrmr
— Ex-Ante (@exantecl) March 14, 2025
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