Listos y dispuestos a quedarnos atrapados en las sábanas partimos el año no calendario sin otra alternativa que vivir este lunes eterno llamado Marzo. El mes dedicado a Marte, dios de la guerra, trae gastos, apuros y en general, poco goce. Atrás quedaron las vacaciones y sus bondades.
Pero concentrémonos en lo positivo. Si por casualidad usted llevó a la playa más botellas de las que pensó que tomaría y solo dejó envases vacíos, si nunca pensó que sería capaz de tragar 30 postres y luego bailar hasta desfallecer, si cocinó huevos de campo en todas sus formas, si se abandonó en el universo de los queques o en el culto al chancho, yo le digo con confianza: valió la pena.
No deje que florezca el paco interior, ese vil inspector de colegio que habita en su cerebro, y le de por castigarse apenas empieza el año escolar. Abandone de una vez por todas ese sentimiento, esa moral de recaudador de impuestos y déjese llevar por los recuerdos recientes de buenos momentos, capeando la ola o sentado con sus amigos bajo el sauce comiendo choripanes.
¿Por qué será que los humanos necesitamos del tiempo para gozar memorias que están al alcance de la mano? Es mejor recordar altiro los días tranquilos con la familia o los amigos alrededor de la olla o del kuchen.
De este verano recordaré que mi amigo Nicolás me llamó y me dijo vente para acá y yo partí sin meditarlo ese mismo día a Buenos Aires. A pesar de la temperatura nivel jungla vietnamita, la capital federal Argentina, o más precisamente sus mejores barrios, le regalan al visitante la tranquilidad de caminar bajo jacarandás y palos borrachos en flor, transeúntes amables y restaurantes para todos los bolsillos pudientes.
No vengo a vender pero si a regalarles el dato del restaurant “Corte Charcutería”, ubicado en Belgrano, con sus embutidos y fiambres hechos en casa. Sirven jamón crudo con una grasa que se derrite en la boca, salame perfumado de chancho inteligente y queso de cabeza que da para pensar como puede haber algo tan rico. Sobre la mesa nos pusieron dos rodajas de pan grueso y tibio que acompañaban a un tímido plato de queso, lleno de sabor de la leche de vaca y cabra, pero sin aspavientos. Elegante. También comimos una rodaja de morcilla gigante con un huevo encima y porotos verdes. Rematamos con un flan de vainilla sedoso y con micropedacitos de vainilla natural que estaba tan bueno que volveré a repetírmelo aunque el cambio sea aun más desfavorable.
Marzo es el mes que partimos con la mochila mental limpia y debería ser el más nostálgico de los meses. Pero se nos va la vida empaquetando a los niños en ropas relucientes para enfrentar su primer día de clase con estuches nuevos y la colación más cariñosa que recibirán en todo el año. Con uno o varios kilos de más acuesta, pronto estaremos en la cola para pagar la patente sin poder evitar soñar con nuevas vacaciones. Volveremos al gimnasio con la esperanza que los kilos demás se esfumen tras un par de abdominales. Y no. No va a resultar. Es por esto que obviamente lo que no se puede hacer en marzo, hay que dejarlo para abril.
Hoy no es momento de joderse la vida más allá de cumplir con los compromisos que el estado y la sociedad imponen. Hágase el propósito de concentrarse en el goce y reviva ese chupeteo de costillas de cordero antes del piquero en el lago. Después, si quiere, cierre los ojos, y apriete el botón del pago del permiso de circulación.
Hoy es tiempo de volver a lo básico, por ejemplo a la maravillosa salsa de tomates de Marcella Hazan que usa un tarro de tomates pelados, media cebolla y medio pan de mantequilla. Es casi tan fácil como hacer hielo o hervir agua. Zámpese unos tallarines al tomate y recién ahí pague la tarjeta de crédito que quedó escuálida por los gastos de las vacaciones.
Meta al horno una corvina gigante y que ojalá le sobre lo más posible para el resto de la semana. Después cómasela fría con mayo recién hecha y ponga, otra vez, el despertador a las 6:15 am. Tal vez es conveniente hacerse el mejor amigo de unos ñoquis con repollos de bruselas y tocino con abundante parmesano y una copa (o tres) de tinto antes de apretar el botón para pagar y pagar cuentas de autopistas de nombres que uno apenas reconoce.
Todo por culpa de Marzo. Pero calma y tiza, porque se viene todo el 2025 por delante y es necesario empezar con el pie derecho. La pata izquierda que se quede arriba de la cama y que nos deje disfrutar de unos días calmados a merced de la brisa de la tarde y de las noches que serán cada vez más cortas hasta llegar al 21 de junio. Se viene la sopa y los membrillos. Se viene el brocoli tierno y el clima perfecto para hacer tarte tatin de puerros. Lo mejor de todo es que cada día que pasa estaremos más cerca de unas nuevas vacaciones. Algo es algo.
Para preparar una comida fantástica en 20 minutos, mezcle ñoquis de paquete salteados, bruselas y tocino. La clave de esta receta es cómo se cocinan los ñoquis comprados: no es necesario hervirlos. Simplemente saltéelos hasta que estén crujientes y dorados por fuera. La textura resultante recuerda, levemente, a la de la masa frita. Esta receta no funciona bien con ñoquis hechos en casa que son mejores si los hace y disfruta en abril. Recuerde, es Marzo, y uno no está para grandes esfuerzos.
Ingredientes:
1/2 kilo de repollos de Bruselas
180 grs. de tocino
4 cucharadas de aceite de oliva
4 cucharadas de vino blanco
½ cucharadita de hojuelas de pimiento rojo (Peperoncino)
1 paquete de 500 g. de ñoquis de papa
el jugo de medio limón
Sal y pimienta
Parmesano recién rallado
Corte por la mitad larga los repollos de Bruselas. Pique el tocino del porte de una uña. En una sartén grande y que tenga tapa ( o que le calce la tapa de una olla) ponga a cocinar el tocino a fuego medio. Cuando haya tomado algo de color y empiece a pegarse al fondo del sartén agregue la mitad del vino blanco y raspe el fondo del sartén. A continuación agregue las bruselas boca abajo y el peperoncino. Cubra con la tapa. Después de 2-3 minutos destape el sartén y saltee hasta que las bruselas se hayan dorado. Si es necesario agregue un poco de aceite de oliva. Luego agregue los ñoquis, algo de sal y las dos cucharadas restantes de vino blanco y tape por 2-3 minutos. Destape el sartén, revuelva y cocine 5 minutos más hasta que estén dorados. Agregue un chorro de limón y corrija la sazón. Sirva de inmediato con parmesano recién rallado. ¡A gozar!
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Algo es algo: Una gota de limón. Por Juan Diego Santa Cruz (@jdsantacruz).
— Ex-Ante (@exantecl) January 24, 2025
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