Si esta temporada hay una película genial, fascinante, absorbente, asombrosa esa es Emilia Pérez.
Precedida de una polémica virulenta, a la vez que repleta de premios y nominaciones, la película de Jacques Audiard es un mix de géneros que no se parece a nada que hayamos visto antes. Es una “ópera” que utiliza las canciones y coreografías como un distanciamiento brechtiano para transmitir su punto de vista y que fusiona lenguajes y géneros.
Esta historia llena de accidentes, giros y cambios va, finalmente, sobre la posibilidad —o imposibilidad— de redención. En este sentido, es una tragedia, en su definición más pura, aquella en que finalmente es imposible torcerle los planes al destino.
Puede encasillarse como un musical, pero no tiene nada que ver con esas películas que incluyen canciones pegadas con goma (como lo comenté en mis RRSS). En Emilia Pérez las canciones (breves, intensas, trágicas, atrevidas) y las coreografías están hiladas al guion (en lugar de “interrumpirlo”) y transmiten la atmósfera de esas secuencias, como si se tratase de una reflexión en off de algún personaje. Es decir, la música no solo es parte del lenguaje cinematográfico sino que está en función del relato. Y ¡por favor! Lo único que NO hay en su BSO es narcocorrido (con una excepción, que viene al caso).
La historia comienza en Ciudad de México con una abogada joven, Rita (Zoe Saldaña), que ejerce como asistente de un fiscal, a quien le prepara los escritos. A ella le ha costado llegar allí. Sin poder oponerse, se ve obligada a cambiar el alegato de un evidente crimen de femicidio en… suicidio.
Una llamada anónima e inquietante la invita a reunirse en las calles repletas de mercadillos y comederos, que aún de noche ebulle. Cuando llega allí, es virtualmente secuestrada: le ponen una capucha, la suben a una camioneta de vidrios polarizados y es conducida a un sector de cerros, en cuyos caminos de tierra hay numerosos vehículos similares, música a todo parlante (ahí sí hay “corrido” o algo similar), grupos de sujetos departiendo distendidos. Rita es subida al más grande de los “camiones”: allí la espera Juan “Manitas” del Monte (Karla Sofía Gascón), un temible y poderoso capo de un cartel narco. El sujeto le advierte que si le dice qué es lo que quiere de ella, ya no podrá negarse. Y es obvio: porque este super macho, casado con Jessi (Selena Gomez) y padre de dos pequeños hijos a los que ama, quiere hacer una transición de género. Algo que necesita imperiosamente desde pequeño (siempre se ha sentido mujer) pero que en ese medio ultra machista y patriarcal es imposible siquiera sugerirlo.
Por el dinero para moverse por el mundo para buscar clínicas y médicos, ni qué preocuparse.
Una vez conseguida esa primera etapa, lo que sigue es “desaparecer” a “Manitas”, instalar a su familia en un lugar lujoso pero muy lejano y ya.
Rita puede vivir y ejercer en Londres, con una vida de primer nivel.
Lo que podríamos llamar el tercer acto (que no el final) comienza cuando Emilia Pérez (ex “Manitas” del Monte), rompiendo su promesa, vuelve a requerir los servicios de Rita: necesita con desesperación y dolor volver a ver a sus amados hijos.
Esto pone de vuelta en Ciudad de México a todos los personajes centrales, solo que Jessi desconoce las razones de porqué ha de instalarse con sus hijos en aquella gran casona junto a una tía (Emilia) de su “fallecido” marido.
Ante este nuevo escenario, empieza a tejerse la tragedia, sin que sus protagonistas lo adviertan, a partir de diversas decisiones, que convocan a ciertos fantasmas del pasado, esos que en realidad nunca desaparecen del todo.
El meollo y leit motiv de la película termina de emerger ante nuestros ojos cuando Emilia Pérez y Rita dan por casualidad con una mujer que busca a su hijo y reparte volantes con su foto y nombre. Entonces Emilia decide echar a andar una fundación que busca a todos esos seres violentamente desaparecidos, muchos de cuyos casos ella es directa o indirectamente responsable. Si ya era feliz por ser lo que siempre quiso, ahora que divisa la posibilidad de reparar el daño que hizo, vive con sus hijos y encuentra el amor, se siente absolutamente plena.
Pero el destino dirá otra cosa.
Por aquí aparecen en el elenco Adriana Paz y Edgar Ramírez.
Qué ha dicho el director. La película de Audiard se basó en una parte de una novela francesa, “Écoute”, de Boris Razon. La trama es casi la misma, aunque no transcurre en Ciudad de México.
Las críticas y descalificaciones. Las críticas más violentas y descalificadoras (como lo comenté hace unos días) vienen de México, aunque no únicamente. Lo que, en cierto modo, le agrega valor al filme: si una película incomoda, ha cumplido con lo que se espera del arte en general.
Premios y nominaciones.
Emilia Perez
Dirección y guion: Jacques Audiard
Francia, 2024
Duración: 132 min.
En el estilo opuesto de Emilia Pérez, esta es una película más bien intimista, casi teatral, que ha fascinado a la crítica.
Un Dolor Real es una dramedia psicológica, una suerte de road-movie, que reúne a dos primos de caracteres y personalidades en las antípodas en un viaje al que han sido impulsados por su abuela recién fallecida.
De origen judío, la mujer llegó a EE.UU. desde Polonia, huyendo del Holocausto.
David Kaplan (Jesse Eisenberg) vive en Nueva York, tiene una familia y un buen pasar; Benji Kaplan, que ha vivido con su abuela, está desempleado y no se sabe bien de qué vive.
Ya en el aeropuerto y en el viaje en avión quedan en evidencia las abismales diferencias entre uno y otro: mientras David es responsable, correcto y respetuoso, Benji es totalmente impredecible, no controla sus impulsos ni menos sus palabras. En Varsovia han contratado un “tour patrimonial”, de manera que tendrán que entendérselas con el guía y este disímil grupo, que tienen en común su origen judío.
Las desconcertantes ocurrencias de Benji provocan mucho del humor que hay en este filme. Y para sorpresa de David, incluso genera, finalmente, ciertas reacciones positivas entre las personas del grupo. Aunque la mayor parte del tiempo es el clásico sujeto disruptivo, estridente, problemático, que pareciera funcionar contra el tránsito.
Benji es un hombre con una depresión larvada, actuando de manera maníaca, con una euforia descontrolada.
En una de esas salidas de madre de Benji, de pronto aparecen en el muy adaptado David ciertas fisuras.
Esta comedia dramática es, en el fondo, una historia muy triste.
-Dos nominaciones al Oscar: guion original y actor de reparto.
-Kieran Culkin (Succession) ganó el Globo de Oro a Mejor Actor de Reparto.
A Real Pain
Dirección y Guión: Jesse Eisenberg
EE.UU., 2024
Duración: 89 min.
Un thriller inquietante y oscuro, que va develando de a dosis pequeñas el horror que se oculta tras lo que en un principio parecía un asunto de vecinos problemáticos.
En su ópera prima el director Diego Figueroa construye magistralmente atmósferas desconcertantes, en encuadres muy bien escogidos, que se alternan con cierto cotidiano. Hacia el final, entrelaza el realismo más brutal con lo onírico y lo surrealista.
Todo transcurre en el invierno de 1975, en un aparentemente tranquilo barrio santiaguino. Néstor Cantillana, como Raúl Peralta, un sujeto que fabrica maquetas mientras cuida a su madre postrada (¡emocionante ver a Grimanesa Jiménez!), se luce en un rol que le exige contención, construyendo la personalidad de un hombre más bien ingenuo y apocado. Muy bien complementado por Blanca Lewin, Juan Cano, Consuelo Holzapfel y María Jesús Marcone. Personajes que aportan contrastes y énfasis diferentes.
Patio de Chacales
Dirección y guion: Diego Figueroa
Chile, 2024
Duración: 108 min.
Bellísima y desgarradora película de 1988, del mismo estudio de la ganadora del Oscar, El Niño y la Garza , de Hayao Miyasaki.
Hacia finales de la Segunda Guerra Mundial, el joven Seita y su hermana pequeña Setsuko quedan huérfanos durante un ataque aéreo en Kobe, Japón.
Refugiados en un búnker y con sus raciones de comida agotadas, ambos lucharán por sobrevivir en medio de un medio hostil y cruel.
Hotaru no Haka
Dirección: Isao Takahata
Guion: Isao Takahata. Novela: Akiyuki Nosaka
Animación
Japón, 1988
Duración: 93 min.
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