Se ven bien encaminadas las conversaciones de la comisión experta sobre el sistema político, cuya reforma resulta imprescindible para que el actual proceso constitucional pueda ser evaluado exitosamente.
Además de equilibrar de mejor manera las relaciones entre el poder ejecutivo y el parlamento en materia de formación de la ley, acusaciones constitucionales y las labores fiscalizadoras de la cámara baja, vendrán normas destinadas a poner atajo a la fragmentación política a la que ha empujado un sistema electoral proporcional sin correcciones.
Efectivamente, la actual arquitectura política ha puesto muy difíciles las cosas para la gobernabilidad del país. Los incentivos están puestos para la proliferación de micro partidos los que se pueden coalicionar entre ellos y a través de pactos explícitos o por omisión, formar listas de caudillos locales sin consistencia interna pero de gran potencia electoral dadas las relaciones clientelares que éstos construyen en sus territorios. La proliferación de partidos y caudillos en el parlamento, dada la necesidad de hacerse notar en los medios de comunicación, incentiva el protagonismo irresponsable al que los matinales de la televisión están siempre disponibles.
Las soluciones propuestas por la comisión de expertos van por la línea, muy probada en la experiencia internacional, de establecer un umbral del 5% de los votos para que el partido tal o cual pueda tener representación parlamentaria. Esto es, no basta elegir un diputado en un distrito, hay que reunir el 5% a nivel nacional para que este pueda ejercer su cargo.
Ayuda también a la solución la idea de prohibir los pactos electorales antes de las elecciones, de manera que cada partido se mida de acuerdo con sus propias fuerzas y se eviten los subsidios que llevan a la sobrevivencia de pequeñas agrupaciones. Con este tipo de medidas se evitaría “el pirquineo” al que muchas veces se obligan los gobiernos para pasar sus proyectos de ley, se reduciría el poder de los parlamentarios díscolos y se incentivarían los acuerdos entre grandes partidos responsables. Escenas como el reciente rechazo a la idea de legislar la reforma tributaria, motivada por la ausencia de unos cuantos parlamentarios ofendidos, escenas que ponen en vergüenza a la institución del congreso nacional, no deberían reproducirse con este tipo de normas.
El fortalecimiento de grandes partidos políticos ideológicos o programáticos mejora no solo la gobernabilidad al limitar la tarea legislativa a representantes de agrupaciones de gran influencia y respaldo ciudadano, sino que también incentiva una vida más rica y diversa en el seno de los partidos.
Medidas que apunten a fortalecer su democracia interna y posibiliten al servicio electoral realizar una verdadera fiscalización de sus sistemas de decisión, se podrían complementar con la presentación de listas cerradas paritarias y con la pérdida del cargo de las personas que renuncien a sus partidos mientras dura el compromiso para el cual fueron elegidos.
No por casualidad la última elección presidencial se definió entre las candidaturas de los extremos: la votación voluntaria y el sistema proporcional son la receta perfecta para la dispersión y la fragmentación política. Partidos fuertes, con votación obligatoria en un sistema electoral proporcional con correcciones como las propuestas incentivarían una convergencia política hacia el centro y no hacia los extremos como ocurre actualmente.
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