La ceremonia del adiós. Por Pepe Auth

Ex-Ante

El presidente Boric hizo este domingo, en su discurso de despedida, lo que debió haber hecho inmediatamente después del plebiscito en el que una abrumadora mayoría rechazó la propuesta refundacional de nueva constitución.


A poco más de 9 meses del final de su gobierno, el presidente Gabriel Boric cumplió este domingo con la obligación anual de rendir cuenta al país de su gestión a la cabeza del gobierno. Como era de esperar, el presidente concentró su intervención en la exhibición de los logros gubernamentales que han representado beneficios concretos para la población, su acción y sus logros concretos en el combate a la inseguridad y la delincuencia, así como en el control de la inflación y la recuperación de la estabilidad y el crecimiento económico.

Es lógico que todo presidente, en su última cuenta pública haga un balance positivo y detallado de su gestión, identificando a los beneficiarios de cada una de sus medidas.

En el caso de este gobierno, sin duda hay medidas específicas que beneficiaron a buena parte de la población y otras a segmentos determinados. La jornada laboral de 40 horas, el aumento significativo del salario mínimo, la ley “papito corazón”, el royalty minero, la eliminación del copago en la salud pública, la compensación a los profesores por la deuda histórica y la reforma de pensiones, entre otras, son progresos bien acogidos por la mayoría de los chilenos.

La pregunta que hay que hacerse es por qué, a pesar de una gestión más que razonable en términos de beneficios concretos para la gente, el gobierno tiene tan alto nivel de rechazo y tan bajo de aprobación.

Salvo los primeros meses de gobierno, cuando apostó todo al éxito de la lógica refundacional del proceso constituyente, no se puede decir que la gestión gubernamental no se haya ajustado a las prioridades populares, tanto de la seguridad como de la inmigración irregular y la recuperación del crecimiento económico. La cuenta pública presidencial lo detalla.

El punto, creo, es que parte importante de las fuerzas políticas que lo apoyan se han resistido a entender el cambio vertiginoso de las prioridades ciudadanas, manteniendo un discurso crítico que le hacía imposible al gobierno capitalizar sus éxitos legislativos y avances concretos en materia de seguridad, migración y crecimiento económico.

Sus actitudes, discursos y conductas del pasado reciente los condenan a la incredulidad y desconfianza de la gente respecto de su convicción y resolución para abordar con éxito los problemas que la gran mayoría considera prioritarios. Esto, sumado a algunos casos inverosímiles de amauterismo de la gestión y a la pérdida de su prestigio moral por los graves casos de corrupción, explican que los niveles de rechazo al gobierno excedan con mucho el que tienen sus medidas concretas.

El presidente Boric hizo en su despedida lo que debió haber hecho inmediatamente después del plebiscito en el que una abrumadora mayoría rechazó la propuesta refundacional de nueva constitución. Planteó ahora que su gobierno era hijo del estallido social, condenó los excesos y la violencia que lo acompañaron, y reconoció que, si la derecha se equivocó considerándolo un estallido delincuencial, la izquierda cometió el error de buscar sintonizar con la franja minoritaria que desconocía las décadas de progreso previos.

También reconoció su ceguera frente a las señales de la primera vuelta de 2021 y el resultado de la elección parlamentaria, así como el aprendizaje de los dos procesos constituyentes fallidos,que pretendieron pasar la aplanadora a los perdedores, mostrando que los chilenos no quieren ni precisan de vanguardias que se escapen del sentido común de su propio pueblo.

Está por verse si a Gabriel Boric le ocurre lo que a todos los presidentes, que disminuyen su nivel de rechazo y aumentan su aprobación en la medida que se acerca el fin de su mandato porque, al alejarse de la contienda política futura, la gente tiende a evaluar su gestión de manera más desapasionada y objetiva. Conspira contra ello el hecho que seguramente las candidaturas de oposición buscarán convertir la elección presidencial que viene en un plebiscito a Boric.

Es cierto que entregó señales que buscan reafirmar la adhesión de su núcleo duro de apoyo, acudiendo al fin de Punta Peuco como cárcel especial para violadores de derechos humanos, la expropiación de Colonia Dignidad y el fin del CAE, pero buscó también ampliar su base de apoyo a través de temas que tienen mucho más apoyo que su gobierno, como la despenalización del aborto sin causales, el fin del secreto bancario, la solidaridad activa con la causa palestina y los cementerios para mascotas.

También es cierto que, al dedicar palabras a la unidad del progresismo y preguntarse si su contendor de 2021 habría logrado reformar el sistema de pensiones, empujado las 40 horas, el royalty o elevado el salario mínimo, entregó una clara señal de su interés en la continuidad de su sector en el gobierno. Pero fue un gesto mínimo, probablemente para intentar evitar que la elección que viene se plantee entre la continuidad y el cambio, con resultado predecible. Por eso que la cuarta y última cuenta pública del presidente puede caracterizarse como una ceremonia del adiós.

Lo que queda claro es que Gabriel Boric seguirá jugando un papel relevante después del 11 de marzo de 2026, intentando desempeñar el rol que tiene hoy Michelle Bachelet, como único y principal liderazgo de unidad de una izquierda y centroizquierda con alto grado de fragmentación, estrategias y proyectos políticos diferentes.

El diputado que se definía “a la izquierda del Partido Comunista”, que mantenía simpatía por el socialismo bolivariano y se reconocía anticapitalista, se reencarnará seguro como el articulador de mayorías progresistas para volver a gobernar con perspectiva reformista.

Es evidente que Boric el 12 de marzo próximo no será el mismo político que asumió como presidente de la República el 11 de marzo de 2022. Será otro en muchos aspectos importantes, pero el principal cambio habrá sido su disposición “a actuar siempre sobre la realidad, no sobre lo que uno preferiría que fuera”.

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