Hijo de la vergüenza, el talento y la represión; “Regreso a Reims”, de Didier Eribon. Por Héctor Soto

Ex-Ante

Proveniente del mundo obrero, Didier Eribon se pregunta en su ensayo biográfico Regreso a Reims qué fue lo que lo encumbró al más selecto circuito académico e intelectual europeo y por qué los trabajadores franceses, a partir de los años 90, le dieron la espalda al Partido Comunista para comenzar a votar, cada vez en mayor proporción, por la extrema derecha.


En algún momento este inspirado ensayo biográfico se pregunta a qué edad uno adquiere conciencia de clase, entendiendo por tal no solo el nivel, el segmento que ocupa en la pirámide social, sino algo un poco más específico que eso: el convencimiento de que los parámetros de la vida se ajustan o se ajustarán más o menos al contexto social que nos identifica. Bueno, en el caso de Didier Eribon esa conciencia de clase fue muy temprana.

Desde siempre y desde niño. Sabía que era pobre. Sabía que su padre era un obrero. Sabía que iba a ser muy difícil ser más u otra cosa de lo que era su familia, no obstante sentirse muy distinto, en primer lugar porque era un buen estudiante y además porque aun antes de su adolescencia sabía que era homosexual.

Eribon quebró la ley de las probabilidades. No fue otro obrero más como lo serían sus hermanos. Pasó de la clase baja a la clase media intelectual. Destacó en los estudios. Quiso ser profesor, pero no pudo. Quiso después hacer clases en una universidad y tampoco lo logró. Tuvo que darse entonces una vuelta más larga por el periodismo cultural, por el ensayo, por la biografía como género literario (escribió una excelente biografía de Michael Foucault), después de lo cual, claro, se cubrió de gloria y las universidades, no solo las francesas sino también otras, como Princeton, Chicago o Yale, entre otras, sí le abrieron las puertas.

¿Es la suya una experiencia edificante de superación? La verdad es que sí y no. Sí porque efectivamente venció las trampas del inmovilismo social. Y no porque su tránsito social tuvo contornos traumáticos. Se tradujo en ruptura y odio al padre. En alejamiento total de la familia. En vergüenza de clase: durante años consideró que sus orígenes eran humillantes e hizo cuanto estuvo de su parte por ocultarlos. Una historia que cualquiera leería en clave meritoria y edificante, para él fue motivo de inseguridad e infamia. No demasiado distinto a lo que, en otro plano, experimentó la Nobel Annie Ernaux al cambiar también de clase social.

Probablemente este es el factor que mayor combustión le otorga a Regreso a Reims, el ensayo biográfico en que Eribon, tras la muerte de su padre, funeral al que ni siquiera asistió, vuelve a su ciudad natal, también a la casa de su familia y repasa lo que ha sido su experiencia. La suya, capturada en definitiva por la filosofía, la sociología y la crítica literaria, y la de la clase obrera francesa, que tras haber sido históricamente comunista, como lo era instintivamente su padre y todo su entorno, se pasó después a la extrema derecha, cosa que harían sus hermanos, como respuesta al masivo ingreso de inmigrantes, y algo más tarde a la derecha conservadora, como consecuencia del proceso de individualización propio de la modernidad.

Nada de esto es anecdótico para el autor. En cada uno de los movimientos de estas piezas hay convulsión, hay dolor y hay desgarro. Posiblemente las páginas más corrosivas del ensayo son las que dedica a Raymond Aron, el gran patriarca de la Francia ilustrada y liberal del siglo XX. “Profesor sentencioso y superficial” lo llama. Le escandaliza, desde el marxismo, que se haya negado a reconocer que la conciencia de clase sea inevitable.

Para Aron la estratificación si lo es y en sus memorias reconoce que en su caso vino a reconocer muy tarde que efectivamente era parte de una burguesía acomodada. “Me encontré -escribe Eribon- con ese personaje una sola vez en mi vida. Me inspiró una repulsión inmediata. Desde el mismo instante que lo vi detesté su sonrisa zalamera, su voz melosa, la manera que tenía de mostrar su carácter reflexivo y racional, lo que en el fondo solo expresaba su ethos burgués del decoro y la moderación ideológica. Eribon sostiene, sin embargo, que los escritos de Aron están cargados de violencia y que nunca fue otra cosa que un soldado de la clase dominante. Como acusación, feroz.

Comunista por familia, marxista por formación intelectual, incondicional de Sartre cuando la guerra cultural arreciaba durante la guerra fría, disidente de la izquierda ortodoxa cuando advierte que en el ella no hay gran cabida para luchas como la suya en favor de las minorías sexuales (aunque no solo sexuales), admirador entusiasta del pensamiento ligeramente determinista de Pierre Bordieu (quien, sin embargo, se formó al lado de Aron y fue su ayudante durante años), Didier Eribon llegó con el tiempo a instalarse no en el mismo escalón donde brillaron Foucault, Barthes, Althusser, Derrida o Lacan, aunque no tanto más abajo. Es un pensador que se las trae. Y con toda la carga emocional que su ensayo tiene, en él no hay nada de sensiblero, de farandulesco, de indiscreto. Menos aún de escandaloso.

Es un libro cabezón, por así decirlo. Ya era hora que llegara a Chile. Eribon lo escribió el 2011. Seis años más tarde, Libros del Zorzal lo publicó en Argentina. Y acaba de salir la edición para el mercado español y chileno. Sin ser impenetrable, tiene cierta densidad en sus categorías reflexivas, en los mecanismos de reproducción que describe, en los circuitos teóricos que maneja.

Otro rasgo curioso es que sea muy poco freudiano. En buena hora. Eribon es básicamente un sociólogo. Arranca, sin embargo, de una matriz un tanto fatalista de la cual el autor -según se jacta, a veces demasiado, a veces majaderamente- habría logrado escapar. Después de todo, no es el primero que lo hace. Y ojalá no sea el último.

 

Regreso a Reims

Didier Eribon. Ed. Libros del Zorzal y Taurus. 2025. 223 págs.

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