Iniciamos un nuevo año y con pesar escuchamos que todos los economistas y distintas instituciones proyectan para nuestro país un crecimiento tendencial del PIB para el próximo decenio en torno al 2%, noticia que no invita a celebrar e instala desazón en muchos de nosotros.
Más allá de permitir la viabilidad financiera de la gestión estatal y la implementación de políticas públicas, en el día a día el crecimiento es un facilitador para el bienestar de las personas en los aspectos más importantes de su vida, como son la salud, la vivienda, la educación, la seguridad, el acceso a bienes y servicios. Permite una mejor convivencia familiar y su efecto multiplicador es esencial para mejorar la calidad de vida y reducir la desigualdad de oportunidades.
El crecimiento es sinónimo de progreso. Quien progresa es quien avanza, crece y se desarrolla y eso corre para una persona, para un país, para una empresa y para la sociedad en su conjunto. El progresismo no debiese ser bastión discursivo de un sector político, sino más bien una forma de avanzar y de superar los problemas estructurales.
Si crecemos al 2% el sueño del desarrollo se esfuma y muchas familias que con tremendo esfuerzo salieron de la pobreza van a volver a ella. Si crecemos al 2% no vamos a contar con los recursos necesarios para combatir una delincuencia ligada al narcotráfico de características que no conocíamos. En definitiva, si crecemos al 2% estamos condenando a las próximas generaciones a la mediocridad, la cual pensábamos habíamos abandonado para siempre.
Días atrás en ICARE escuchamos distintas voces muy respetadas que compartieron diagnósticos y medidas. Esas y otras visiones para enfrentar el momento país sin duda son un gran aporte, pero nos urge de una vez por todas concretar un plan de acción pensando en el Chile de los próximos 20 años. El mundo empresarial es un inmenso aliado en ese proyecto y puede transformarse en un gran motor de desarrollo, pero se necesita de la política, de la buena política.
Comparto algunas reflexiones sobre temas que debiéramos como sociedad estar abordando con sentido de urgencia:
Sin un crecimiento sostenible que se acerque más al 5%, seguiremos en un ritmo cansino, empeorando en todos los indicadores y año a año seguiremos con las mismas discusiones. Hagamos que las cosas cambien.
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