En los últimos días, la discusión sobre la reducción de la tasa de impuestos corporativos ha cobrado protagonismo en la agenda económica. En el seminario “La ruta para el crecimiento”, Evelyn Matthei presentó su propuesta de reducir la tasa de impuestos corporativos hasta un 18% en un plazo de diez años.
Por su parte, el Ministerio de Hacienda oficializó su intención de disminuir la tasa impositiva a las empresas al 24%, incluyendo también una propuesta para desintegrar el sistema. Mientras tanto, la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC) sugiere un nivel del 23%, en línea con el promedio de los países de la OCDE.
El argumento principal detrás de esta discusión es el impacto que una menor carga tributaria podría tener en la competitividad del país. Sus defensores sostienen que reducir la tasa de impuestos incentivaría la inversión, aumentaría la rentabilidad de las empresas y atraería capital extranjero. Sin embargo, este debate debe considerar una serie de factores que van más allá de una simple reducción de tasas.
Un sistema tributario puede influir en la competitividad de una economía de diversas maneras. Las tasas impositivas elevadas pueden desincentivar la inversión y la creación de empleo, mientras que tasas moderadas pueden fomentar el crecimiento económico. Además, los incentivos fiscales, como deducciones y exenciones, pueden estimular la inversión extranjera y la innovación. Sin embargo, un sistema tributario complejo y con altos costos administrativos puede ser una barrera para las PYMES, afectando la eficiencia empresarial.
Por otro lado, un sistema progresivo bien diseñado contribuye a la equidad y la estabilidad económica, lo que puede generar un entorno más favorable para la inversión. Asimismo, la recaudación de impuestos bien gestionada permite financiar sectores clave como educación, infraestructura y salud, elementos esenciales para el desarrollo económico y la competitividad a largo plazo.
Dicho lo anterior, si bien la competitividad es un factor clave, el sistema tributario tiene otros objetivos esenciales. Su propósito principal es garantizar la recaudación de ingresos para financiar bienes y servicios públicos, como salud, educación, infraestructura y seguridad. Además, busca reducir desigualdades económicas mediante políticas fiscales progresivas y promover la estabilidad económica a través de regulaciones adecuadas. Un sistema tributario eficiente también debe cumplir con normativas internacionales para combatir la evasión fiscal y fortalecer la transparencia financiera.
¿Existe una relación directa entre impuestos y competitividad?
La evidencia empírica sobre la relación entre sistemas tributarios y competitividad no es concluyente. Algunos estudios muestran que un sistema tributario bien diseñado puede fomentar la inversión y el crecimiento, mientras que otros indican que no hay una correlación clara. Los sistemas tributarios neutrales, que no distorsionan las decisiones de inversión, pueden impulsar la economía. De igual forma, una carga fiscal moderada permite liberar recursos para el sector privado, y la transparencia y eficiencia en la administración tributaria facilitan el cumplimiento de las obligaciones fiscales. También se ha demostrado que los incentivos fiscales dirigidos a sectores estratégicos pueden mejorar la competitividad.
No obstante, una carga tributaria excesiva puede desincentivar la inversión y reducir la rentabilidad, afectando el desarrollo económico. Además, la regulación tributaria excesivamente compleja puede generar altos costos administrativos y dificultar la operatividad de las empresas. Un sistema tributario ineficiente o corrupto puede aumentar la incertidumbre, desincentivar la inversión y afectar la confianza de los mercados. Finalmente, la falta de incentivos adecuados para la innovación y el desarrollo tecnológico puede debilitar la competitividad de una economía en el largo plazo.
Reducir la tasa de impuestos corporativos puede ser una estrategia para mejorar la competitividad, pero no debe ser el único eje de discusión. Un sistema tributario eficiente debe equilibrar la recaudación con la necesidad de financiamiento de bienes públicos y la redistribución de la riqueza. Si bien la carga tributaria es un factor relevante, enfocarse únicamente en la reducción de tasas puede ser un enfoque limitado y simplista.
La clave está en desarrollar un sistema fiscal integral, que combine tasas competitivas con transparencia, eficiencia administrativa y equidad en la distribución de la carga tributaria. Un sistema tributario bien diseñado debe incentivar la inversión y el crecimiento sin comprometer la estabilidad fiscal ni el financiamiento de bienes públicos esenciales.
Más allá del nivel impositivo, lo que realmente impulsa la competitividad es un sistema fiscal predecible, claro y estructurado, que brinde certidumbre a las empresas y fomente el desarrollo económico sostenible. Lograr este equilibrio es fundamental para garantizar un crecimiento económico inclusivo y sostenible en el largo plazo. En este contexto, cualquier discusión sobre reforma tributaria debe centrarse en el diseño global del sistema y el efecto multiplicador que esto generará en la economía, y no sólo en la reducción de tasas.
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— Ex-Ante (@exantecl) March 21, 2025
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