Filmado mientras los hechos se iban produciendo y con esa urgencia e incertidumbre de una noticia en desarrollo, este documental arroja muchas luces sobre un país que muy pocos conocemos bien: Ucrania.
Los hechos que recoge comenzaron con una marcha estudiantil a fines de 2013, a la que se fue sumando una ciudadanía que reclamaba por sus derechos civiles y finalmente contra el presidente del Gobierno Viktor Yanukovich. Para ellos, Yanukovich era nada más que un títere de Putin.
Muy alejados de esa idea no estaban porque el gobernante terminó escabulléndose sigilosamente hacia el aeropuerto tomando un avión a Moscú.
En concreto, el conflicto había estallado luego que el Mandatario decidiera suspender la firma de acuerdo con la Unión Europea.
Todo estos hechos, principalmente el día a día de las protestas, en medio de la nieve y un clima que no arredró a los manifestantes, es lo que capturan las cámaras.
Fueron 93 días continuos de una crisis que se conoció como “Euromaidán”.
Teniendo en cuenta los hechos posteriores —la anexión en 2014 de Crimea por parte de Rusia— y lo que está ocurriendo en estos días, mirar (o volver e ver) este documental produce esa emoción, que puede ser amarga u optimista, según se suceda la historia, de que “nada es para siempre”, ni los triunfos ni la derrotas.
Los registros recogidos —algunos con celulares— fueron organizados y editados para este documental producido para Netflix.
WINTER ON FIRE: UKRAINE’S FIGHT FOR FREEDOM
Mads Mikkelsen se nos volvió inolvidable en Another Round (Druk), la película de Thomas Vinterberg que ganó el Oscar 2021 a Mejor Filme Internacional (en Netflix).
También bajo la dirección de Vinterberg, Mikkelsen protagonizó otro extraordinario drama sicológico que fue menos visto, pero que cobra relevancia y una vigencia impensada en estos tiempos de cancelaciones y juicios temerarios: La Caza (o La Cacería , 2012), donde, curiosamente, también encarna a un maestro de escuela.
En Justicieros está ¡irreconocible! No solo por el maquillaje y peluquería sino porque construye magistralmente un rol en las antípodas de estos profes que, aunque muy diferentes entre sí, tenían un denominador común: se trataba de seres corrientes, apacibles, insertos en una comunidad.
En esta muy negra comedia de acción, un thriller que cruza también el drama sicológico y familiar, Mikkelsen es Marcus, un militar danés que sirve en una misión de su país en Afganistán.
Su mujer y su hija adolescente, Mathilde, lo esperan en su casa en el bosque en las afueras de la ciudad. Por una serie de coincidencias ambas deben tomar el tren dentro de la ciudad. Se produce un accidente, en la que la madre muere y él entonces vuelve a Dinamarca.
Marcus es un tipo encerrado en sí mismo, de escasas palabras, “seteado” para el campo de guerra y las armas, que ha perdido la capacidad de vivir en el cotidiano de un hogar.
Hasta allá llegan Otto, Lennart y Emmenthaler, tres “geeks” que parecen sacados de la divertida sitcom “The Big Bang Theory” (en Prime Video), con una singular hipótesis: de acuerdo a sus cálculos, el accidente no fue tal y mediante sus métodos estadísticos ellos pueden encontrar al culpable.
Hosco y desconfiado, Marcus finalmente se convence y les cede el galpón para que trabajen con sus computadores. Tras un arduo trabajo “stalkeando” cuentas de Instagram y cruzando info y estadística, hacen match.
Ante los atónitos ojos del trío de “computines”, comienza entonces la sangrienta cacería de los supuestos culpables: Marcus no conoce otro lenguaje que la violencia. Mathilde no sabe nada de esto: solo que su padre se niega al apoyo sicológico que le ofrecen los Servicios Sociales y que ella sí quiere.
Es un hombre en negación dura. Cuando en la iglesia, en el funeral, ella llora porque siente que su madre “está sola”, él le responde cortante: “Ella es NADA ahora”.
La película —que ha comenzado con aquella inconfundible melodía navideña “El Tamborilero”— circula por vericuetos y derroteros impensados, con personajes sorprendentes, desde rudos mafiosos hasta un adolescente/mercancía.
La aguda manera del director Anders Thomas Jensen —heredero el Movimiento Dogma 95 del que forma parte Vinterberg— de abordar toda esta peculiar historia se convierte en un inquietante cuestionamiento moral lanzado al espectador: ¿me estoy riendo de esto?
Sí. Nos reímos no solo en momentos de abierta violencia sino también escuchando relatos que, despojados del tono y ambiente en que se exponen, nos dejaría congelados.
Es que el humor se instala en el contraste, en la humanidad que surge incluso en medio de una serie de equívocos que ciertamente terminan resultando jocosos.
Hay en Jensen una ironía oblicua tanto hacia el clásico thriller de acción hollywoodense como en torno a las manidas y melosas historias navideñas.
Y sí, es una sátira a las películas de “venganza” que en este caso y por ese delirante cruce de personajes de lo más disímiles termina hábilmente conduciendo a la redención a un protagonista dañado emocionalmente.
Tras toda esta violencia y situaciones que parecen por momentos disparatados, hay en esta historia una reivindicación por la paz y el entendimiento, como la única manera de convivencia entre seres tan distintos como los que terminan compartiendo el árbol de Navidad. ¡Muy Buena!
JUSTICIEROS (Retfærdighedens ryttere)
EL PADRINO
Como lo adelantásemos aquí mismo, con motivo de los 50 años del estreno de El Padrino, una de las obras fundamentales de Francis Ford Coppola vuelve restaurada a las salas de cine. (https://www.ex-ante.cl/el-cine-de-gangster-a-proposito-de-el-padrino-y-sus-50-anos-por-ana-josefa-silva/).
Se trata de la primera parte de la trilogía y lo de “restaurada” significa exactamente eso: tal como se hace con pinturas o monumentos, se la “limpió” dejándola tal como se vio cuando llegó a los cines por primera vez.
Fui al Cinemark a verla en pantalla grande y mi recomendación: ¡no se pierdan ese espectáculo visual!
Por de pronto y por un asunto, digamos, demográfico, ¿cuántas personas la vieron en pantalla grande?
Las personas que estudiamos y enseñamos cine repasamos mucho estas obras y probablemente recordemos más secuencias y detalles que la mayoría. Aun así, salí ¡en éxtasis! de la función para la prensa.
Coppola construyó una obra de cine clásico bella y perfecta.
Redescubrí pequeños y bellísimos detalles del diseño de producción, y en aquella larga secuencia de montaje paralelo con el bautizo como escena eje me asombré observando cómo cada encuadre (más música, sonido, palabras) está cargado de significado y emociones.
Llega a ser fascinante contemplar ese elenco, tan bien elegido: cada cual construyendo personajes complejos y singulares, interactuando en una fluida coreografía. Si bien Marlon Brando es, evidentemente, LA estrella, es deliciosamente asombroso observar a un casi debutante Al Pacino desplegar un histrionismo contenido, de mínimos gestos y sin embargo, intenso en su evolución.
Háganse un favor: vayan al cine a contemplar esta obra de arte.
EL PADRINO (The Godfather)
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