Para quedarse sin aliento. Hayan leído hace mucho, hace poco o nunca “Cien Años de Soledad”, la ya legendaria novela con la que en 1967 Gabriel García Márquez inauguraría el realismo mágico; que hechizaría al planeta entero con sus más de 50 millones de ejemplares esparcidos por todo el mundo, traducidos a más de 40 idiomas.
Por eso mismo, la sola idea de trasladarla a serie es todo un acto de arrojo.
Para este caso, con el magnífico y cuidadoso trabajo de los departamentos de Arte uno se podría dar por satisfecho: los colores, los diseños, el barroquismo en cada mínimo detalle de los espacios y objetos; el vestuario. Y luego, la dirección de fotografía, que además alterna los muy variados exteriores —selva, mar, pantanos, praderas, calles— con espacios interiores; el manejo de la luz y las tonalidades, clave para construir atmósferas. ¡Y la música!
Pero esta producción audiovisual no solo es bella de “mirar”.
Sus realizadores consiguen que esta conocida historia nos estremezca y nos asombre. Eso es una verdadera proeza como para aplaudir de pie. La serie tiene tal potencia en su construcción dramática que me cuidaré de los “spoilers”. Porque esa fascinante y asombrosa epopeya que urdiera García Márquez es desgranada aquí con el talento con que se escriben los buenos guiones (¡qué equipo!). Y lo han hecho eligiendo entre sus páginas, con sensibilidad y agudeza, aquí y allá —porque esto no es un “traspaso” mecánico— para luego ir hilvanando con verdadera maestría esta historia inmensa y fascinante.
Se trata de un relato cuya tensión y dramatismo va en un constante crescendo. No sabemos exactamente cuándo terminamos de entender que lo que miramos como “pintoresco” es solamente el embrión de una tragedia que se irá fraguando solapada mientras se instala la armonía y la prosperidad. Allí mismo donde crece hermosa la familia y la casona de los Buendía, y se cruzan el amor y la pasión, y donde la belleza avasalladora de la naturaleza se da por descontada, surgen ineludibles las tentaciones y bajezas de las que es capaz el ser humano.
Toda la inmensa y rica complejidad de los numerosos personajes que atraviesan esta historia logra sus más altas cotas gracias a un muy acertado casting y a un desempeño actoral deslumbrante.
Pudiendo valerse de lo “mágico” como pretexto para instalar lo que sea, aquí lo fantástico no solo no suplanta al realismo sino que en ese mix, tal como ocurre con los sueños, nos amplía inmensamente nuestra posibilidad de comprender la complejidad del ser humano.
Aquella soledad de la que habla en el título García Márquez es hacia donde nos conduce la tentación de ser más que el otro (por ejemplo, Amaranta siempre le tendrá rencor a Rebeca por ser más hermosa que ella). Y en el ámbito público, aquel grupo de jóvenes pioneros que acompañaron a Ursula Iguarán y José Arcadio Buendía a atravesar una inhóspita naturaleza hasta asentarse en aquel lugar que fundarían con el nombre de Macondo, consiguieron convivir armónicamente, sin imponer nada a nadie, durante muchos años.
Hasta que irrumpe un representante del poder político, un hombre y su familia al que Ursula, con su infinita habilidad y fortaleza, sabrá integrar. Pero los hechos toman una deriva que llevan a la corrupción y de ahí al enfrentamiento.
La codicia (el poder económico) surge a su vez por el lado menos esperado.
El ser humano en todas sus grandezas y ruindades, la complejidad de convivir armónicamente, en todas su dimensiones. Como siempre y hasta hoy: la lucha por el poder.
¡Apasionante!
Cien años de soledad
Dirección: Rodrigo García, Alex Garcia Lopez, Laura Mora Ortega
Guion: José Rivera, Maria Camila Arias, Camila Bruges, Albatros González, Natalia Santa
Colombia, 2024
T 1: Ocho episodios de 50 min. aprox.
Esta es otra de las novelas de García Márquez exitosamente adaptadas a la pantalla, en modo miniserie.
Noticia de un Secuestro hace foco en la dimensión humana de cada personaje que circula por la pantalla. Y con ello, dibuja, sin prejuicios ni estereotipos, la estructura social de un país, sus costumbres más arraigadas y sus contradicciones. Allí están secuestrados y secuestradores; las “cuarteleras”, mujeres humildes que están allí con sus hijos porque sus maridos son parte de la banda; políticos; abogados; y los familiares de todos ellos.
Tras investigar durante tres años lo ocurrido durante el secuestro de Maruja Pachón, esposa del ahora fallecido político colombiano Alberto Villamizar, García Márquez publicó su libro en 1996. Su hijo Rodrigo es el guionista de esta miniserie, que dirigen Julio Jorquera y el chileno Andrés Wood.
Estos hechos se circunscriben a la era en que los miembros del Cartel de Medellín pasaron a conocerse como “los extraditables” (para ser juzgados en EE.UU.). Por ello el Presidente César Gaviria (1990–1994), amigo personal de Villamizar, se enfrentaba a la más brutal ofensiva de Pablo Escobar para evitar ser extraditado. Ya en 1989 el Cartel de Medellín había declarado la guerra total al Estado, asesinando y/o secuestrando a políticos, jueces, policías y ex ministros.
En la serie, la atmósfera dramática y la tensión son permanentes. También los contrastes: no solo las abismales diferencias de clases y formas de vida, sino también la coexistencia de lo oscuro y lo luminoso; la belleza y el horror; la vida y la muerte tan juntas; los ritos católicos, con sus santos, pesebres, imágenes y objetos en medio de una cultura de ausencia total del cáritas.
“Si algo aprendí es que tenemos que celebrar la vida”, dice con mucha razón uno de los personajes, en un sitio donde la vida no tiene ningún valor. Allí donde todo es barro, moho y gris, una de las secuestradas es capaz de llevarnos —en un racconto— a un baile alegre, sensual, en el que el rojo del vestido inunda de vida la pantalla.
Grandiosa Dirección de Fotografía (Miguel I. Littin-Menz, Paulo Pérez).
Noticia de un secuestro
Dirección: Andrés Wood, Julio Jorquera Arriagada
Chile/Colombia, 2022
Seis episodios de 54 min.
Mientras esperan por la gran serie, aquí dos películas muy distintas, que se incorporaron hace poco a Netflix.
Esta película marcó el renacer de Brendan Fraser. El actor que se hiciera mundialmente famoso gracias a la saga de La Momia, divertida comedia de aventuras, obtuvo un Oscar por su interpretación del trágico protagonista de La Ballena. Antes había conmocionado al público de todo el planeta con su dramático discurso al recibir el Premio al Mejor Actor en los Critic’s Choice.
Siempre obsesionado por los cuerpos y el daño que nosotros mismos les causamos a los nuestros, Darren Aronofsky (¡Madre!, El Cisne Negro, Requiem por un Sueño) esta vez traslada una obra de teatro a la pantalla grande. Y sabe convertirla en cine.
Más que por el hecho de que prácticamente todo ocurre en un escenario acotado, el origen teatral de La Ballena se percibe en aquel entrar y salir de personajes. Todos ellos muy ricos dramáticamente, claves para los giros y la comprensión acabada de la tragedia profunda del personaje principal.
Ese conjunto de secundarios que irrumpe en la solitaria vida de Charlie le da espesor y complejidad a La Ballena, a la vez que llena de sutilezas una historia que pudo quedarse en el primer planteamiento porque ya solo con ello el público le prestaría atención. Como advirtiendo el sino trágico, la película va anunciando las secuencias por días. Lunes. Charlie (B. Fraser), profesor de literatura, hace sus clases por vía remota, desde su computador: él no enciende su cámara.
“Moby Dick” es una cita constante. El hombre sufre de obesidad mórbida en extremo. Pizzas y otros productos de comida rápida son entregados fuera de la puerta de entrada de su departamento donde él, a su vez, ha dejado el dinero correspondiente.
Liz, su amiga, enfermera y hermana de su amor fallecido en trágicas circunstancias, entra y sale, lo revisa, lo cuida, lo reta. Pero Charlie es un hombre que camina consciente hacia su autodestrucción. Su única esperanza es la súbita aparición de su hija, una adolescente (Sadie Sink) a la que no ve desde que se separó de su mujer hace 9 años.
Brendan Fraser es mucho más que un actor que descansa en el “disfraz” para interpretar un personaje demandante: un ser humano cruzado por dolorosas experiencias vitales, pero capaz de sentir e irradiar ternura.
Filmada en pantalla “cuadrada” y con varios primeros planos, le exige y le permite a Fraser una actuación “interna” que se proyecta en toda su estremecedora intensidad. La Ballena es un conmovedor drama familiar, que involucra relaciones filiales dañadas y tragedias amorosas devastadoras. Ojo con los secundarios, sobre todo los jóvenes.
The Whale
Dirección: Darren Aronofsky
Guion: Samuel D. Hunter
UU., 2022
Duración: 2 hrs.
Comedia familiar pensada para lucir a la encantadora Natalia Oreiro. Ella interpreta a Patri Peiró, una mujer resuelta y entusiasta que se ha hecho cargo de la empresa de transportes de su padre.
Cuando llega a la casa se encuentra con ropa, juguetes y comida desparramada por todas partes. El adolescente en casa, Ramiro, está pegado a sus audífonos muy ocupado con la “play”.
Rami opina que su madre es una controladora insoportable y para desazón de ella, descubre que el chico planea irse a vivir con su padre. Cosa que este último, casado y con su mujer sumamente embarazada, le confirma. “¡Rami es encantador!”, dice la nueva mujer, que está claro que nunca ha vivido con el chiquitito en cuestión.
Patri hace una serie de maniobras desesperadas y torpes como para ganarse al “nene”. Y cuando lo lleva al autobus en el que viajará de campamento con sus compañeros de colegio, aprovecha una circunstancia inesperada para ofrecerse de chofer, cosa que le cae como patada en el estómago al adolescente.
Se supone que la película va de cómo recomponer la relación madre-hijo… siempre que ella “aprenda” que está muy bien que un chico de 13 se comporte como un niño de 3.
¡En fin!
Puntos de vista.
Campamento con mamá
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