Hay que admitir que la primaria del oficialismo ha estado más entretenida de lo que cualquiera hubiera anticipado. Ante la evidente falta de candidatos, en un comienzo se especuló que sería una puesta en escena para Tohá, en donde ella, la única candidata que marcaba y parecía tener oportunidades de ganar, se impondría sin problemas ante los enviados de los otros partidos.
De hecho, la nominación de Jara, Winter y Mulet —tres candidatos accidentales— parecía confirmarlo, en tanto ninguno surgió del clamor popular ni del reconocimiento de su trabajo, sino por la ausencia de cualquier otra opción. Con Daniel Jadue envuelto en un proceso judicial, Tomás Vodanovic en la municipalidad y sin ganas, y Esteban Valenzuela bajo amplio escrutinio por sus extravagancias, simplemente no había más entre lo cual elegir.
Pero, a pesar de esto, a pesar de presentar la lista B, la llamada segunda línea, el oficialismo terminó capturando la atención. Y por la razón correcta: por consolidarse en una primaria de verdad, en que todos quieren ganar. Basta ver un debate para entender que no hay guantes blancos, y que la animosidad entre los candidatos es real.
Excepto Winter, quizás, que debe cumplir el incómodo rol de defensor de una continuidad que nadie quiere, el resto no ha escatimado en sus críticas, dejando entrever la rabia del Socialismo Democrático con Jara, el rencor del Partido Comunista con Tohá, y el particular escenario de Mulet, en que parece estar convencido de que no tiene nada que perder.
Cuando Jara confrontó a Tohá diciéndole que no debe ser autocomplaciente por su deficiente rol en seguridad, en realidad la estaba culpando por el fracaso del gobierno en la principal prioridad de las personas, la crisis de seguridad, empujando a la candidata y a su sector a los rieles del tren. Cuando Tohá, en cambio, sostuvo que no es partidaria de que el PC gobierne Chile, estaba adelantando que ni ella ni su sector apoyarían a Jara en el caso de que gane la primaria, rompiendo relaciones de facto, a priori.
Y mientras Winter observa incómodamente el fuego cruzado, marginando su involucramiento de forma forzada para no herir a nadie y recurriendo a argumentos añejos y trasnochados como “el modelo es el problema”, Mulet ha entrado con todo, aliñando la primaria, transformándola de aburrimiento en entretención. Entre otras cosas, ha culpado a Jara de promover la entrada de SQM en el mercado, de no querer romper relaciones internacionales con Cuba ni Venezuela, y de dejar una estela de desempleo como ministra del Trabajo.
Por su parte, no ha dejado mucho a la imaginación cuando se ha referido a Tohá, acusándola de moverse a la derecha, de haberle pedido dinero al empresariado, de pertenecer a un partido, el PPD, que tiene como mecenas a enemigos jurados, y de jugar un rol relevante en la entrada de migrantes por las fronteras, dejando como resultado una “casa llena”.
Por lo pronto, la tensión demuestra por qué el gobierno de Boric no funciona. Demuestra no solo que las partes que conforman la coalición de gobierno no son capaces de alinearse programáticamente, sino que además se estorban estratégicamente, prefiriendo llevar al país al estancamiento antes que perder una cuota de poder.
Pero más importante, y mirando hacia adelante, la situación demuestra el dramático devenir post-primaria que vendrá, en que, cualquiera sea el resultado, habrá sendas dificultades para consolidar un plan común. Esto es especialmente relevante considerando el amplio margen que tiene la derecha en el cuadro general.
La situación sería especialmente dramática en caso de ganar Jara, en tanto es obvio que, si la comunista se impone, perdería un tajo importante de apoyo de los moderados de la coalición, élites y votantes, que podrían terminar prefiriendo un independiente de centroizquierda, un outsider nuevo o viejo, antes que entregarle La Moneda en bandeja al PC.
Pero lo realmente incierto no ocurriría a nivel presidencial, sino que a nivel legislativo. Suponiendo que, de alguna forma, algún candidato de la derecha se imponga en la segunda vuelta, la pregunta abierta tiene que ver con la distribución de escaños en el Senado y la Cámara de Diputados. Si la derecha gana, aunque sea por un amplio margen, pero no obtiene una mayoría relevante en el Congreso, el país podría seguir estancado otros cuatro años.
En 2021, el oficialismo fue dividido en dos listas, pero unidos y vinculados por el sentimiento rupturista del momento, y la expectativa de ganar la elección presidencial. Pero ahora, cuatro años después, en que han fracasado en el Ejecutivo, en el Legislativo, y también política, económica y socialmente, la situación es más dramática, en tanto nadie parece estar dispuesto a colaborar con el otro.
Si gana Tohá, es más probable que el PC se arrime a su lado, para no tener que enfrentar una competencia legislativa incierta. Pero si gana Jara, el Socialismo Democrático saldrá con todo a tratar de recuperar lo que ha perdido en los últimos años, sin más ánimo de colaborar o proveerle cobijo a un partido y sector que no ha perdido la oportunidad de señalar sus errores y limitaciones ante todo el país.
Claro, nada garantiza que la rencilla margine al PC del poder, o que reencamine al Socialismo Democrático en su ruta. Pero sí potencia la probabilidad de que la derecha pueda obtener un mejor resultado. Ya dividida en tres expresiones de lo mismo, lo que necesita es división en el oficialismo, y eso es justamente lo que se está generando en las primarias.
Unidad de la izquierda: el “castillo de naipes” que no resistió una primaria. Por Jorge Schaulsohn (@jschaulsohn).
— Ex-Ante (@exantecl) June 20, 2025
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