¿Solidaridad o impuestos? jugando con el diccionario. Por Ricardo Escobar

Socio del estudio Bofill Escobar Silva Abogados

El uso del término “solidaridad” en el debate previsional ha generado confusión. Al parecer esta palabra enmascara un impuesto obligatorio que afecta a trabajadores de todos los ingresos. Usemos un lenguaje más claro y honesto para evitar malentendidos en una política pública clave.


Cuando era niño me fascinaba uno de los libros más gordos en el estante librero de mi padre, el Diccionario Larousse. Cuando en el colegio nos hicieron aprender de memoria el abecedario se abrió un mundo nuevo de palabras en mi vida, ya que entre otras cosas podía curiosear palabras extrañas que solían tener un dibujito al lado. Inolvidable ha sido la palabra “alegoría” que se ilustraba con una imagen de la muerte con su guadaña, que me daba terror. En mi mente de niño confundí la definición más bien abstracta con el dibujo, yo pensaba que alegoría significaba ese espectro mortal.

En la política económica de estos días se ve que hay algunas confusiones que quizás pueden explicarse en que hoy se enseña poco el abecedario y se consulta menos el diccionario.

A propósito de la reforma previsional en curso hubo un acto en que la principal autoridad de gobierno, así como otros referentes políticos hablaron de que la propuesta de gobierno quería mejorar las pensiones más bajas haciendo “solidaridad”. Se dijo que se buscaba que los más ricos fueran “solidarios” con los que menos tenían, que de eso se trataba la propuesta inicial de que el 6% fuera a un fondo “solidario”.

Curioso el uso del lenguaje, porque hasta donde se sabe lo que se está proponiendo es un cambio en una ley, es decir, de “una declaración de la voluntad soberana que, manifestada en la forma prescrita por la Constitución, manda, prohíbe o permite (Código Civil artículo 1°), no de una invitación a colaborar en una campaña de fondos para el Hogar de Cristo. Concretamente se trata de modificar el DL 3.500, de establecer una mayor cotización legalmente obligatoria, lo quiera o no el empleador y cada trabajador. Una tasa sobre una base, el sueldo del trabajador, que resulta en una suma de dinero que debe entregarse al Fisco o a un ente fiscal para financiar pensiones entre los más pobres.

El discurso resulta confuso y errado.

Es confuso, porque la palabra solidaridad significa “adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros” , y tiene como sinónimo “participación, apoyo, compañerismo, camaradería, fraternidad, respaldo, adhesión, fidelidad, unión, ayuda, defensa, favor”.

Es evidente que lo que se propone no es una invitación a participar o apoyar fraternalmente a pagar pensiones. No se trata de hacerle un favor a los más pobres. Los empleadores y trabajadores no son libres de elegir hacer un favor o dar un apoyo en esta materia. Es evidente que se trata de una obligación jurídica, exigible coercitivamente. Nadie puede sostener que el IVA que pagamos cuando compramos una caja de huevos o un melón es un acto solidario. Por esa razón el pago del porcentaje que sea de la remuneración de un trabajador para financiar el pago de pensiones por el Estado es simplemente un impuesto.

El lenguaje usado además es errado, porque la cotización adicional sobre las remuneraciones no se pagará por los más ricos. No son estos los que no estarían siendo “solidarios”.

Hasta donde entiendo el porcentaje que sea que se destine a préstamos obligados al Fisco o derechamente a rentas de la nación, se aplica sobre la remuneración de todos los trabajadores, pobres, medianos y más ricos.

Según los datos del SII, los trabajadores son 7,2 millones de personas. Cada uno de ellos pagará la cotización “solidaria”. De ellos, sólo 544 personas se encuentran en el tramo superior, los que ganan más de $20 millones mensuales. Los que ganan más de $10 son 5.347 personas. No se divisa cómo se puede sostener que la propuesta hará que el financiamiento sólo sea de los más ricos y suponer que son estos los que se oponen al cambio legal, si con suerte 5.900 personas de las afectadas pudieran ser consideradas ricas, mientras los otros 7,2 millones de personas también deberán pagar el impuesto.

Si hay un grupo al que afecta relativamente poco este cambio propuesto es precisamente a los más ricos, porque la cotización tiene tope y grava muy poco de su remuneración.

Una palabra que en algún momento de la niñez descubrí en el viejo Larousse tenía este significado “que halaga y atrae con falsas apariencias”, la palabra es falaz.

 

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