Si estuviera conflictuado por buscar votos a costa de mayor inflación, reflexionaría en torno a los datos de una reciente encuesta Criteria que muestra un juicio ciudadano más bien negativo sobre las intenciones de los parlamentarios que promueven el cuarto retiro: un 69% de los encuestados señala que estos congresistas lo apoyan principalmente por intereses políticos de corto plazo
No necesito ser parlamentario para entender que los seres humanos siempre preferiremos el bienestar actual por sobre el futuro. Más en un contexto marcado por la crisis sanitaria, que nos recuerda cada día que el futuro es impredecible. Habitando la incertidumbre, con independencia de las necesidades básicas o los IFE’s disponibles, una amplia mayoría siempre encontrará una buena razón para retirar fondos destinados a la jubilación y cubrir gastos presentes.
No habrá encuesta que diga lo contrario. Más ahora, cuando el debate sobre las AFPs instaló la convicción sobre la propiedad individual del ahorro previsional. Si depende de cada cual, ¿por qué no podemos decidir cómo y cuándo gastarlo? Lo mío es mío, con o sin AFP’s; con o sin pandemias; con o sin crisis económica. Por eso es que, en tiempos electorales, si yo fuera parlamentario estaría muy tentado de votar a favor de un proyecto como el cuarto retiro, con amplia adhesión ciudadana.
Pero también, si fuera parlamentario, tendría en cuenta que cuando Mario Marcel, presidente del Banco Central, señaló que un cuarto retiro del 10% seguiría incrementando el costo de la vida y la tasa de interés de largo plazo, la ciudadanía lo escuchó. Y le creyó.
Muy lejos de contraponer la técnica con la política, como se ha escuchado a muchos congresistas, las personas vieron en las palabras de Marcel que ambas se complementan. No por nada, un 65% de los encuestados en la última Cadem se manifestó de acuerdo con que el Banco Central cumple una función relevante en mantener controladas las alzas de precios. En esa misma línea, más del 60% valoró el que su presidente advirtiera sobre los efectos negativos que tendría un cuarto retiro sobre la economía.
Por lo mismo, si fuera parlamentario, estaría interesado en saber qué decodificará mi electorado si por una teórica rentabilidad electoral decido apretar “play” en favor de un proyecto que amenaza la recuperación de la economía, la que traería aparejada mejores sueldos, oportunidades laborales y mejor calidad de vida para mí ya agobiado electorado. ¿Cómo interpretarán mis potenciales electores el que, apelando a sus votos, pretenda hacerlos cómplices de un “recalentamiento” económico y de la inflación concomitante que se les devolverá como aumento en el costo de sus vidas?
Pues bien, si estuviera conflictuado por buscar votos a costa de mayor inflación, reflexionaría en torno a los datos de una reciente encuesta Criteria que muestra un juicio ciudadano más bien negativo sobre las intenciones de los parlamentarios que promueven el cuarto retiro: un 69% de los encuestados señala que estos parlamentarios lo apoyan principalmente por intereses políticos de corto plazo, frente a una minoría (31%) que siente que lo hacen que por una genuina preocupación por los ciudadanos. Asimismo, son más quienes creen que la motivación de estos parlamentarios es principalmente electoralista (60%), antes que por empatía con las necesidades de las personas (40%).
Vistas las subjetividades de la ciudadanía frente al mundo parlamentario, si fuera uno de ellos me preguntaría si, por más demanda que tenga un cuarto retiro, este será decodificado como una buena política pública. Sin duda, me cuestionaría el costo de apelar al clientelismo electoral sabiendo que, aunque me votarán, seré rápidamente apuntado por mis propios electores cuando el bolsillo apriete y ya no queden ayudas estatales ni fondos previsionales disponibles.
Como no soy parlamentario, me resulta evidente que antes de arriesgar tirar por la borda el escaso porcentaje de confianza que le queda al parlamento -8% según la CEP de esta semana- en una apuesta de rentabilidad electoral poco fundada, los parlamentarios debieran reflexionar si, al igual que los ciudadanos que han vaciado sus fondos de pensiones, no estarán pensando que compran pan para hoy cuando, en realidad, están comprando hambre para mañana.
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