Recomendaciones de cine: Películas para no dejar pasar en Amazon y Netflix. Por Ana Josefa Silva
Ex-Ante
COLD WAR
Guerra Fría (Cold War ), es un título tan escueto como exacto: este drama político y pasional no podría haber existido sin el nuevo orden que precedió a la instalación de la cortina de hierro que separó a una parte de Europa de la otra, y específicamente las turbulencias que vivieron Polonia y sus habitantes en ese período.
Pawel Pawlikowski (Oscar 2015 por Ida) decidió titular así una historia de amor tórrida y fatal —y sí, a veces gélida, hiriente y bella como una estalactita— que se anuncia en las primeras imágenes, con los cánticos plañideros de unos campesinos. Es 1949 en Polonia. Cruzando parajes inmensos, una pequeña comitiva llegará hasta el caserío, donde entre los escombros de una iglesia, se divisa tras el hielo la imagen de una Madona.
Son tres personas que por encargo de Stalin propiamente tal buscan conformar un espectáculo que desde el folclore polaco se alinie con las normas del protectorado soviético bajo el que ahora están sometidos. El grupo lo encabeza un director de orquesta, Wiktor, quien en un gran casting reunirá a cientos de cantantes y bailarines locales que tendrán el honor de conformar esta singular compañía.
Entre los postulantes, resalta una chica de trenza rubia e inmensos ojos claros, Zula (portentosa Joanna Kulig). Desde que ella posa sobre el director su inquietante mirada, Wiktor perderá completamente el control sobre su destino, aunque él se tome la vida en llegar a sospecharlo. En ese juego de poderes que es el amor, ¿qué es una campesina adolescente, acusada de un crimen atroz, frente a un respetado artista que la supera en varios años?
Filmada en un blanco y negro muy contrastado, que va cambiando de tonalidades de acuerdo a la época, en 85 minutos se abre un potente drama que transcurre entre 1949 y 1964 en Europa, a punta de elipsis que cortan años y momentos con cuchillo de cirujano; el que salpica con diálogos tan escuetos y filudos como cargados de sentido.
Las cada vez más complicadas fronteras separan a los amantes y los unen en París —sin nada que se acerque a la dolorosa dulzura de Casablanca— en un local de jazz llamado “L’Eclipse”. Zula-Joanna Kulig es una Monica Vitti más perversa; una Lola Lola-Marlene Dietrich (El Ángel Azul) más desconcertante e impredecible.
La tragedia, las contradicciones, los vaivenes de la pareja juegan a reflejar, tal como la Madona en el hielo, la convulsa historia de su país. Y que como Zula, se desliza entre lo incontrolable y la fuerza de la porfía.
Frase destacada: “Maté a mi padre porque, una noche, me confundió con mi madre y yo tenía un cuchillo para mostrarle la diferencia”.
Un manjar para cinéfilos.
COLD WAR
(Guerra Fría /Zimna wojna)
Director: Pawel Pawlikowski.
Guion: Pawel Pawlikowski, Janusz Glowacki.
Fotografía: Lukasz Zal.
Edición: Jaroslaw Kaminski.
Polonia, 2018.
Duración: 85 minutos.
Premio Cannes 2018 Mejor Director.
(En Amazon Prime Video).
GLORIA BELL
Hay algo exquisitamente seductor en Gloria Bell que hace de ella una película de vuelo propio y singular encanto. No es poco considerando que es el remake que el mismo Sebastián Lelio hizo de su propio filme, Gloria (2013), y cuyo argumento, giros incluidos, no varía en esta versión estadounidense. El director retoma su material y, sin alterarlo en su esencia, construye otro relato valioso con él, enriqueciéndolo con significativos detalles.
Gloria Bell es una espléndida comedia dramática —o “dramedia”, sería más exacto— que en su nuevo escenario, Los Angeles, fluye sin baches. Y hay muchos buenos motivos para verla, incluso si uno ha visto Gloria (con la premiada Paulina García). Julianne Moore luce aquí una de las mejores interpretaciones de su larga y versátil carrera. La complejidad y altibajos que vive su personaje los despliega con intensidad y contención a la vez.
La dupla que hacen con John Turturro (deslumbrante como el detestable y contradictorio Arnold) está entre lo mejor de una película que funciona como reloj, de principio a fin.
Si bien ella es el centro de todo, en Gloria Bell hay espacio para el lucimiento de secundarios, como los hijos de Gloria, Anna y Peter (encarnados aquí por Caren Pistorius y Michael Cera), el ex marido (el comediante Brad Garrett, cuya sola presencia impacta y mueve a risa), algunas amigas (entre ellas, Rita Wilson) y muy especialmente la madre, un personaje que no está en la película original.
Hilary (la extraordinaria Holland Taylor, la madre de los Harper en Two and a half men) se prodiga con las líneas de guion más agudas de la película. Y de paso, se termina de configurar en la historia una interesante reflexión en torno a las relaciones filiales.
Punto aparte es la sólida presencia del versátil y experimentado Turturro, quien maneja su personaje con total solvencia entre lo patético, lo dramático y lo cómico.
Gracias a este acertado casting, son muchos los episodios que adquieren una vitalidad insospechada y se acentúa el humor que siempre estuvo allí. Hay secuencias memorables, como la cena de cumpleaños de Peter.
Aparte de la aparición de la madre, ciertamente el mayor cambio en esta adaptación es la música: en lugar de Massiel, Frecuencia Mod, Myriam Hernández, la Sonora Palacios y Tommy Rey, las canciones que Gloria Bell entona mientras maneja su auto o aquellas que baila incluyen a Bonnie Taylor (“Total eclipse of the heart”), Paul McCartney (“No more lonely nights”), Olivia Newton John (“A little more love”), Air Supply, o “Alone again (naturaly)”, de Gilbert O’Sullivan.
Por cierto, la gloriosa “Gloria” vale en castellano, por Umberto Tozzi, o en inglés, por Laura Branigan.
GLORIA BELL
Dirección: Sebastián Lelio
Guion: Alice Johnson Boher, Sebastián Lelio, Gonzalo Maza.
Reparto: Julianne Moore, John Turturro, Michael Cera, Holland Taylor.
Chile/EE.UU., 2018.
Duración: 1 hora 42.
(En Amazon Prime Video)
GREEN BOOK: UNA AMISTAD SIN FRONTERAS
Tocando un tema tan sensible como el de los derechos civiles en los EE.UU. de los ’60, Green Book , una amistad sin fronteras sorprende como una comedia definitivamente encantadora. Bajo el clásico esquema de película de amigos improbables y descartando el recurso épico, Peter Farrelly (Loco por Mary) consigue poner a nivel cotidiano una historia en la que se cruzan discriminación racial, supremacía blanca y diferencias sociales.
En el Nueva York de 1962, Tony Vallelonga o Tony Lip (un Viggo Mortensen casi irreconocible) se desempeña como el fornido portero del Copacabana, elegante salón de espectáculos y cenas, frecuentado por millonarios y mafiosos, acompañados de mujeres vestidas de gala y cubiertas de joyas; una gran secuencia de apertura.
La alegre noche -animada por aquellas gloriosas big bands- termina con incidentes, trompadas y el cierre del local. Tony, un ítaloamericano del Bronx, casado y con hijos, queda en la calle.
Algún pariente le da un dato y lo envía a una dirección en el Carnegie Hall. Sobre el teatro, en un lujoso penthouse reside un músico que se apronta a hacer una gira por el Sur y requiere de un chofer y guardaespaldas. La sorpresa para Tony es que se trata de un afroamericano. Tras una singular entrevista, queda contratado.
Don Shirley (Mahershala Ali) no solo es un exitoso y requerido pianista, sino un hombre sofisticado, de alta cultura y de exquisita formación académica. El opuesto de Tony, un tipo elemental y vulgar, semi analfabeto, que necesita de mucha comida chatarra para llenar su panza y que no detiene su intrascendente cháchara ni para engullir.
Inspirada en hechos reales (el coguionista es hijo de Villalonga), esta road-movie alude en su título al libro que detallaba -en forma de “guía turística”- los sitios donde se aplicaban con rigor las normativas segregacionistas de la época en la zona por donde Don Shirley había decidido aceptar hacer sus presentaciones.
La cantidad de premios Oscar que recibió esta película levantó cierta polémica: fue criticada por convencional, predecible, de gusto masivo -una “good feeling movie”-, complaciente.
Algo de eso hay -sí, es altamente recomendable para todo público– pero no obstante, tras esa discreta forma, que tiene mucho de elegancia, la película lanza una mirada aguda y compleja al cruzar dos variables en la pirámide social: la clase y la raza. Los protagonistas se mueven en un statu quo que ubica al hombre blanco por sobre el de una raza distinta, aunque el primero sea un inculto inmigrante de clase baja y el segundo un rico y distinguido artista.
A su vez, Don se siente “un negro desclasado”, con evidentes problemas de identidad y, en lo personal, solo: sus pares se ubican en otra escala en esta estratificación.
Las interpretaciones de Mortensen y Ali son tan seductoras que es un verdadero placer verlos desempeñarse. Y si bien abundan filmes de ese subgénero “amigos unidos por circunstancias aleatorias”, el choque de dos mundos, con las obvias complicaciones -que no necesitan de exageraciones ni piruetas de guión para que queden en evidencia-, hacen a esta historia especialmente verosímil, humana y atractiva.
Green Book, una amistad son fronteras tiene escenas y secuencias deliciosas, una grandiosa banda sonora y va exponiendo con genuina autenticidad y buen ritmo los positivos avances que ambos personajes van experimentando, influido el uno por el otro. Se suceden de manera fluida y natural situaciones graciosos y dramáticas, en un relato que parece apostar a que el cambio ha de venir así, cuando se produce una cercanía: y el extraño, el distinto, se trasforma en prójimo.
Green Book: Una Amistad sin Fronteras
(Green Book)
Dirección: Peter Farrelly.
Guion: Nick Vallelonga, Brian Hayes Currie, Peter Farrelly.
Reparto: Viggo Mortensen, Mahershala Ali.
EE.UU., 2018.
Duración: 2 horas.
Oscar 2019 a Mejor Filme, mejor actor secundario (Ali), mejor guion.
(En Amazon Prime Video).
LA CONTRAPARTE
Precisamente uno de los más molestos —explícitamente— con los Oscar de Green Book fue Spike Lee. No solo porque le arrebató esos galardones sino porque la postura del cineasta frente a temas raciales es radicalmente opuesta a una “good feeling movie”. Ese mismo año, Spike Lee competía con una brillante dramedia social, ácida y contestarla: El Infiltrado de KKKlan , que está en Netflix.
EL INFILTRADO DE KKKLAN
Solo Spike Lee podría convertir una denuncia política y social en una comedia: El Infiltrado del KKKlan vale cada minuto de las 2 horas que está en pantalla. Su protagonista es Ron (John David Washington), un afroamericano que decide ingresar al muy racista Departamento de Policía de Colorado. (El jefe lo recibe con un: “Nunca ha habido un policía negro acá”). Son los años ’70.
Ahí encuentra como compañero a Flip Zimmerman (Adam Driver, el más versátil actor de estos tiempos), un flaco alto, inexpresivo y aparentemente remolón. Ron consigue, de manera bastante sorprendente, convencer a sus jefes de armar una unidad para infiltrar al KuKluxKlan que en esa zona goza de muy buena salud.
Las hilarantes escenas incluidas en el tráiler resumen muy bien cómo se echa andar esta insólita historia: en su oficina, Ron llama por teléfono a uno de los jefes de la zona del movimiento, que obviamente no sabe que él es un despreciable negro.
Pero a Spike Lee obviamente le interesa el hoy. Y en escenas muy risibles, instala en la boca del jefe zonal del KuKluxKlan, un tipo muy educado, frases que suenan reconocibles. De hecho, la película cierra con imágenes de Charlotesville, la masacre racista ocurrida en 2017.
Está basada en la autobiografía de Ron Stallworth.
Ojo con el personaje de la mujer: ahí hay un guiño patético, dramático, otro llamado de atención. Y la omnipresencia de ese tradicional gosspel “Oh Happy Day”.
El Infiltrado de KKKLAN
(BlaKKKlansman)
Dirección: Spìke Lee
Reparto: John David Washington, Adam Driver, Topher Grace, Laura Harrier.
EE.UU., 2018.
Duración: 2 horas.
Gran Premio de Jurado de Cannes.
Nominada al Oscar 2019 a mejor película, guion, dirección, actor de reparto, música, edición,
(En Netflix)
CAZAFANTASMAS
Esta versión femenina de la saga también tuvo sus dificultades: más bien fue injustamente incomprendida (nadie pensaba postularla a Cannes, en todo caso). Su protagonista, Melissa McCarthy, incluso fue víctima de bullying.
La versión 2016 de Cazafantasmas es nada más (nada menos) que una comedia desopilante, con cuatro excelentes actrices cómicas, cada una construyendo un personaje singular e identificable, a caballo de un guión rápido e inteligente. Una película que se ríe de sí misma y que se prodiga en sabrosas citas cinéfilas.
En la Universidad de Columbia, Erin Gilbert (Kristen Wiig), una insegura y torpe profesora de física cuántica, dicta sus clases (es un decir). Hace años escribió junto a su amiga Abby (Melissa McCarthy) un libro acerca de fantasmas sobre el que intenta que nadie se entere. Todo lo contrario de Abby, quien -optimista irredenta- trabaja en un instituto de mala muerte haciendo experimentos junto a la muy peculiar ingeniera Jillian Holtzman (Kate McKinnon).
Las circunstancias harán que, muy a pesar de Erin y para felicidad de Abby, las tres terminen uniéndose para abrir una “consultora de sucesos paranormales” (o algo así de pomposo). A ellas se suma Patty Tolan (Leslie Jones), una locuaz cajera del Metro que llega originalmente como clienta.
Como recepcionista contratan a Kevin (el galán joven de las sagas de súper héroes, Chris Hemworth, protagonista de Thor), un bello ejemplar masculino, por el que Erin cae en trance, con menos materia gris que una puerta batiente. (Hemworth es un hallazgo como actor de comedia: su personaje es para morirse de la risa).
Completan el elenco un villano tan siniestro como risiblemente patético y un alcalde (Andy García) ocupado de salir bien parado en las situaciones que sean. Cada uno de ellos —cual más cual menos— tiene momentos memorables.
Solo hacia el final, en algunas de las secuencias de acción, tiende a perderse el muy buen ritmo con que marcha toda la película. Para alguien que no tiene a Los Cazafantasmas en su lista de Cien películas favoritas, esta versión —remake o reboot— resulta ser una inesperada y más que agradable sorpresa. Y (con todo respeto), muy superior a las dos anteriores.
El antecedente
Los Cazafantasmas irrumpió en 1984, con una historia fantástica algo infantil y cuatro protagonistas muy losers: Bill Murray, Dan Aykroyd, Harold Ramis y Ernie Hudson. Fue un taquillazo que marcó a una generación y aportó a la cultura pop-nerd dos elementos inolvidables: el “ectoplasma”, ese asqueroso y viscoso líquido verde que delata la presencia de fantasmas, y la canción de Ray Parker Jr., tan pegajosa como el ectoplasma (cualquiera en el mundo la puede tararear).
Annie Potts era la recepcionista; Sigourney Weavers y Rick Moranis, los “clientes”.
En 1989 hubo un remake, con el mismo elenco.
Todos ellos (menos Ramis, fallecido en 2014) tienen breves y divertidas apariciones en esta película de 2016. (Aykroyd está involucrado en la producción).
CAZAFANTASMAS
Ghostbusters.
Director: Paul Feig
Reparto: Melissa McCarthy, Kristen Wiig, Leslie Jones, Kate McKinnon, Cecily Strong, Chris Hemsworth, Andy Garcia, Sigourney Weaver.
EE:UU., 2016.
Duración: 117 min.
(En Netflix)
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