Abril 2, 2021

Opinión: La ventaja de la derecha y su fragilidad

Kenneth Bunker
Agencia Uno

Si la derecha quiere ganar la elección presidencial, los candidatos deben cooperar mucho más de lo que lo están haciendo ahora. De lo contrario, perderán la ventaja que tan contra intuitivamente han logrado consolidar hasta ahora. Cuando han estado divididos en el pasado, han terminado entregándole la elección en bandeja a su contrincante

Un escenario contra intuitivo.  Para quienes que no está mirando con detención la carrera presidencial, probablemente sea una sorpresa saber que la derecha cuenta con una alta probabilidad de elegir al próximo presidente de la República. Resulta  contra intuitivo que, pese a la mala gestión de Piñera, el crecimiento de la demanda por un gobierno más grande y presente, y el nacimiento exponencial de candidatos de izquierda, el oficialismo sigue liderando en las encuestas.

  • No es algo nuevo, es una tendencia clara que se viene consolidando hace al menos tres años. En todos (o casi todos) los sondeos Joaquín Lavín figura con entre un cuarto y un tercio de las preferencias de quienes manifiestan una intención de voto. Y si se considera la suma de todos los candidatos de la derecha (Lavín, Matthei, Kast, Desbordes, Briones y Sichel), el total suele sobrepasar el umbral del 50% (el porcentaje para ganar en una potencial segunda vuelta).
  • No es que no existan otros candidatos. Está Daniel Jadue firme en la segunda posición, consiguiendo consistentemente alrededor de un quinto de las preferencias. Incluso, hay más candidatos de oposición que de oficialismo que marcan en las encuestas. Pero ninguno de ellos logra desbancar a la derecha de la primera posición. Los candidatos del oficialismo lideran  tanto en la suma individual como en la suma colectiva de preferencias.

 

¿Por qué la derecha lidera? La principal razón es porque tienen un candidato presidencial ya instalado. Lavín se consolidó en la primera posición cuando no existía ninguno de los candidatos que hoy está. Marca desde mucho antes de que Jadue saliera del margen de error. Sumado a eso, su notorio giro hacia el centro lo ha favorecido para consolidar un apoyo más amplio y transversal de lo esperado de un candidato de la UDI. Y si bien no es una figura que concita apoyo transversal, es el mejor  encaminado para conseguirlo.

  • Otra razón es que la oposición se encuentra atomizada. Prácticamente todos los partidos a la izquierda del centro han levantado un candidato propio. Y dado que todos piensan que tienen posibilidades, se terminan suprimiendo. Basta ver el desastre que resultó de la reunión virtual citada por el candidato del Partido Radical, Carlos Maldonado, para entender que no hay voluntad de cooperar. Están más preocupados de sus posibilidades individuales que de sus posibilidades conjuntas.
  • Ahora bien, considerando que en la masa de las encuestas los votantes mayoritariamente admiten que no saben por quién votar, o derechamente no responden las preguntas, no está claro hasta que punto las preferencias electorales se traducirán en votos. Lo único claro es que, por ahora, la derecha lidera la carrera, y que Lavín lleva la ventaja. Si las encuestas están en lo correcto, y de no mediar un importante quiebre en el statu-quo, Lavín estaría ganando la primera y (posiblemente) la segunda vuelta.

 

Una ventaja segura, pero frágil.  Pero hay varias ideas que sugieren que la ventaja es más frágil de lo que parece. Para empezar, la pelea presidencial se está intensificando. Es cierto que Lavín lidera los sondeos, pero cada vez más con un menor margen. En el último año ha perdido alrededor de 10 puntos de apoyo. Naturalmente, tiene que ver con la inesperada entrada de varios otros candidatos de su sector en la carrera.

  • Nunca antes habían existido tantos candidatos de la coalición de derecha en una competencia presidencial a esta altura. No solo todos los partidos tienen a su propio candidato, sino que incluso hay un partido con dos (la UDI) y uno sin partido (Sichel). Es una carrera sin precedentes. El riesgo, por lo tanto, es que la competencia pase de la paz a la guerra en un dos por tres, que los candidatos se anulen más de lo que se potencien. El riesgo es perder la ventaja.
  • El problema no es solo el número de candidatos, es también la heterogeneidad de las propuestas. Desde la novedosa propuesta socialdemócrata de Lavín a la posición conservadora de Matthei y de la mirada centrista de Sichel a la propuesta liberal de Briones, hay programas para todos los gustos. La pregunta, entonces, es si la diversificación de candidatos y propuestas contribuye más de lo que perjudica la posibilidad de mantener, y capitalizar, la ventaja.

 

Diferenciación forzada.  La teoría enseña que una alta variedad en la oferta es más útil que tener una baja, pero hay una razón para creer que podría no ser el caso: la exagerada y forzada búsqueda de los candidatos por diferenciarse el uno del otro. El mejor ejemplo es Mario Desbordes, el que más tajantemente se ha alejado del votante medio de su coalición; el que más ha sorprendido con sus propuestas.

  • Desbordes se ha ido a la deriva desde al menos la negociación que abrió el proceso constitucional en noviembre de 2019. Cada vez más se ha alejado de los principios de su partido. Pero no es coincidencia, es parte de la estrategia. En el contexto de una coalición conservadora en un país que se reconfigura políticamente, su cálculo ha sido tratar de mantener los votos de su partido mientras va por votos nuevos. Una táctica forzada que lo ha llevado a exagerar su oferta.
  • El apoyo de Desbordes al tercer retiro de fondos de pensiones retrata perfectamente lo anterior: no solo es un proyecto promovido por la izquierda, sino que además en contra del establishment de su sector. Lo mismo ocurre con su idea de eventualmente devolver esos retiros a los fondos de pensiones, yofrecer un ingreso básico de 500 mil pesos a 80% de los hogares. Tres propuestas radicalmente contrarias a todos los principios de su partido, su coalición y la derecha en general.

 

¿Dónde están los candidatos de derecha? Por cierto, Desbordes no es el único que ha caído en el juego de ofrecer propuestas sobre propuestas. La única candidata que parece haber mantenido su posición, entre el caos y las consecuencias del estallido social y la pandemia, es Matthei (y José Antonio Kast, pero por fuera de la coalición). No está claro si esa es la mejor estrategia para ganar en la primera vuelta, pero sin duda no es una que daña el objetivo de ganar la primaria.

  • La derecha puede, y está encaminada a, ganar la próxima elección presidencial. Pero la diferenciación forzada de sus candidatos puede tener un efecto adverso inesperado. No solo podría debilitar la participación en la primaria del sector, diseñada para apelar a votantes de los partidos de la coalición, sino que también podría diluir las preferencias para todos los candidatos del sector, que parecen estar cayendo en la misma atomización y descoordinación que los candidatos de la oposición.
  • Si la derecha quiere ganar la elección presidencial, los candidatos deben cooperar mucho más de lo que lo están haciendo ahora. De lo contrario, perderán la ventaja que tan contra intuitivamente han logrado consolidar hasta ahora. Cuando han estado divididos en el pasado, han terminado entregándole la elección en bandeja a su contrincante, como pasó en la elección presidencial de 2005/2006. Tal vez serviría imitar el intento de la oposición por fijar mínimos comunes antes de seguir hacia adelante.

 

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