Agosto 14, 2021

Opinión: El Partido de la Gente (de negocios). Por Camilo Feres

Ex-Ante

Gino Lorenzini y Franco Parisi fundaron un partido – el PDG- y a muy poco andar se desentendieron, en un episodio que por el tono de las acusaciones entre ambos tiene muy poco o nada de diferencias doctrinarias y mucho de divergencias sobre cómo administrar un modelo de negocio. Una prueba más de que la apuesta por explotar la desconfianza ciudadana hacia las elites y la retórica de la conspiración rinden.

Un modelo de negocioTras fundar un partido con nombre tan presuntuoso como sus impulsores, Gino Lorenzini y Franco Parisi, las dos cartas presidenciales del Partido de la Gente (PDG) rompieron relaciones y separaron aguas. El primero acusa al segundo de formar parte de un grupo que ha iniciado una “dictadura” al interior de la nobel colectividad. Los que se quedaron señalan, en tanto, que Lorenzini quería pactar con otros partidos, cuestión que se alejaría de las orientaciones más fundamentales del PDG. 

  • Hasta aquí las explicaciones parecen las de un conflicto común entre facciones partidarias. Sin embargo, a muy corto andar la naturaleza de los personajes de la trama emergió para ponerle nombre y hasta cifras a este aparente cisma ideológico: la negativa a pactar con otras listas, señaló Lorenzini en Tik Tok, no era una diferencia ideológica o programática sino una divergencia con el modelo de negocio para acceder a cerca de 2 mil millones de pesos que provendrían del financiamiento público de las campañas en las que participaría el partido. 
  • Así las cosas, dos personajes cuya figuración pública ha sido construida sobre la retórica del justiciero, se acusan mutuamente de los mismos males que aquejan al sistema que, se supone, vendrían reformar: ambición política, bajo la forma de acuerdos y pactos espurios con los que acumular poder personal en base a consignas de bien común. Y ambición económica, bajo figuras fraudulentas y cupulares para convertir en dinero personal las aspiraciones de la ciudadanía expresadas en votos.
  • El episodio no pasaría de ser una anécdota, una pelea entre corsarios, si no fueran recursos y bienes públicos los que están en disputa. 
  • Parisi y Lorenzini son dos caras de una misma moneda. Ambos vienen del mundo de la economía y los negocios y le hablan a ese pueblo que, a diferencia de la idealización izquierdista, tiene anhelos simultáneos de nivelación de dignidad y expansión del consumo. Su retórica los acerca a las demandas de promoción de mercado, de ahí el uso de conceptos como “forrados” al lado de otros menos prosaicos como “felices”. Su audiencia es pues eso que Ernesto Águila ha denominado un “pueblo neoliberal”.

La apuesta por explotar la desconfianza. Ahora bien, Lorenzini y Parisi comparten escena con una diversidad de otros gurúes cuya oferta política (y/o de negocios) se apalanca en la extendida desconfianza ciudadana hacia las élites. Acá cabe tanto la estrategia de mimesis con la estética del estallido -impulsada por la hoy también fraccionada Lista del Pueblo- como la candidatura antivacunas de Cristián Contreras y su “centro unido”. En suma, se trata de una vertiente de la que beben todos aquellos que apuestan por identificar las ansias de quienes no tienen pruebas, pero tampoco dudas.  

  • La apuesta por explotar la desconfianza rinde. Le sirvió a Trump; a los terraplanistas; a los “con mis hijos no” y también a los fundadores del PDG. Así Lorenzini convirtió un lucrativo negocio de intervención en el mercado de capitales en una narrativa de David contra Goliat. Así también Parisi convirtió su figuración en un activo de mercado para cerrar transacciones que hoy le valen demandas y arbitrajes con exsocios comerciales. 
  • Pero los hoy enfrentados emprendedores políticos comparten también -entre ellos y con el resto de los justicieros de toda estofa- la retórica de la conspiración. Esta es una pieza clave en la dialéctica de quiénes se ofrecen para develar a esos pocos que someten a muchos y que, por cierto, suelen ser los mismos que, cuando las cosas salen mal, están detrás de las persecuciones de las que acusan ser objeto cada vez que sus proyectos expansivos encuentran algún límite.
  • Así las cosas, será difícil dilucidar en esta trama quién es el héroe y quién el villano. Ambos tienen oficio en esto de acusar. El dicho popular sostiene que es el ladrón el que ve a todos de su misma condición, tal vez sea por eso que ambos recelan tan marcadamente el uno del otro.
  • Pero la pregunta relevante en política no es la de cómo se ven a sí mismos los aludidos, sino cómo los percibe la ciudadanía y cuánto de esa credibilidad podría luego traducirse en votos. En términos de los personajes de esta historia, habríamos de decir que el ganador de esta pelea será el que logre una mayor participación de mercado. Se abren las apuestas.

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