Gino Lorenzini y Franco Parisi fundaron un partido – el PDG- y a muy poco andar se desentendieron, en un episodio que por el tono de las acusaciones entre ambos tiene muy poco o nada de diferencias doctrinarias y mucho de divergencias sobre cómo administrar un modelo de negocio. Una prueba más de que la apuesta por explotar la desconfianza ciudadana hacia las elites y la retórica de la conspiración rinden.
Un modelo de negocioTras fundar un partido con nombre tan presuntuoso como sus impulsores, Gino Lorenzini y Franco Parisi, las dos cartas presidenciales del Partido de la Gente (PDG) rompieron relaciones y separaron aguas. El primero acusa al segundo de formar parte de un grupo que ha iniciado una “dictadura” al interior de la nobel colectividad. Los que se quedaron señalan, en tanto, que Lorenzini quería pactar con otros partidos, cuestión que se alejaría de las orientaciones más fundamentales del PDG.
La apuesta por explotar la desconfianza. Ahora bien, Lorenzini y Parisi comparten escena con una diversidad de otros gurúes cuya oferta política (y/o de negocios) se apalanca en la extendida desconfianza ciudadana hacia las élites. Acá cabe tanto la estrategia de mimesis con la estética del estallido -impulsada por la hoy también fraccionada Lista del Pueblo- como la candidatura antivacunas de Cristián Contreras y su “centro unido”. En suma, se trata de una vertiente de la que beben todos aquellos que apuestan por identificar las ansias de quienes no tienen pruebas, pero tampoco dudas.
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Aparte de haber sido embajador en Londres -y fundador en 1982 de ASSET-Chile, del que vendió su parte en 2017-, David Gallagher tiene una destacada carrera como crítico literario. Autor de Modern Latin American Literature, 1973, Improvisaciones, 1991, y Otras Improvisaciones, 2005, aquí recomienda novelas latinoamericanas, algunas recientes, y también un clásico.