Fui parte de la delegación chilena en la Expo Osaka, encuentro mundial dedicado a la minería. Ser parte de esa delegación fue un honor, y sobre todo, una oportunidad para mirar nuestro país desde afuera, con distancia y perspectiva. A veces, hay que viajar hasta Japón para recordar quiénes somos y lo que podríamos ser.
Estando allá, rodeado de tecnología, precisión y disciplina, volví a darme cuenta de algo que en Chile parece que olvidamos: somos realmente buenos en minería.
Chile es el estándar mundial en minería metálica a gran escala a rajo abierto. Aquí se prueban nuevas tecnologías. Aquí operan personas capaces de mover cientos de miles de toneladas al año de forma segura y eficiente. Según la Comisión Chilena del Cobre (Cochilco), en su Informe de Tendencias del Mercado del Cobre, en diciembre 2024 la participación mundial de Chile en la producción de cobre significó el 24,5%, convirtiéndolo en el mayor productor del mundo. Aquí están las buenas prácticas, el talento, la capacidad de innovar. Eso nos lo reconocen los japoneses, los canadienses, los australianos. Pero nosotros seguimos dudando.
El problema es que nos cuesta creérnosla. Vivimos atrapados en la crítica, la permisología y la burocracia. No entendemos lo valioso que tenemos entre manos. Mientras Japón planifica con visión de Estado, en Chile seguimos entrampando decisiones técnicas en discusiones eternas que no resuelven nada.
Sin embargo, las oportunidades están ahí. Si bien Japón ya invierte significativamente en Chile, lo que vimos allá demuestra que hay muchísimo espacio para crecer. Ingeniería, construcción, arquitectura, robótica, domótica, tecnología para fundiciones: son áreas donde la colaboración podría escalar a otro nivel. El estándar japonés en precisión y calidad es altísimo. Imaginar más proyectos conjuntos no es una utopía, es una oportunidad.
Pero claro, para que eso ocurra, tenemos que ordenarnos. Porque si hay algo que salta a la vista en Japón es que la infraestructura no se discute: se construye. Caminos, trenes, metros, puentes, plantas desaladoras, hospitales. Todo está hecho para funcionar, para conectar, para servir a la gente.
En Chile, en cambio, vivimos con proyectos detenidos. Electricidad que no se puede trasladar al centro del país, agua que no se puede desalar, puertos que no se construyen, carreteras que no avanzan. Todo atrapado en una maraña burocrática, de permisología asfixiante, que hace imposible ejecutar lo urgente. Es frustrante y, francamente, inexplicable.
Viajar a Japón fue volver a mirarnos con otros ojos. Valorar lo que sí tenemos, pero también ver con claridad lo que nos está frenando.
Chile necesita orden, infraestructura, colaboración y confianza. Y necesita también, a veces, salir a mirar el mundo para entender mejor dónde está parado.
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— Ex-Ante (@exantecl) July 3, 2025
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