La discusión sobre el gran corte de luz cayó en la trampa de buscar culpables en el corto plazo. Eso nos impide ver el problema con otros ángulos y construir soluciones sustentables.
El consumo eléctrico solo sube. Nuestro país viene liderando en el consumo de energía en Latinoamérica y hoy se compara con el de España. Nos comprometimos a dejar atrás los combustibles fósiles y lo estamos electrificando todo. Las ciudades y la concentración de personas también siguen creciendo.
Pero la ley y nuestra mentalidad están en años 80. No cuidamos los incentivos para la inversión, no hemos incorporado la escala del cambio en el consumo en la planificación de largo plazo, todavía no vemos el cambio climático, todavía no sumamos la necesidad de redes resilientes junto a sus costos. No hemos incorporado el tremendo impacto que tiene el costo de la energía en la inflación y en el crecimiento de la economía.
Pagamos la generación, la transmisión y la distribución. La generación ha crecido pero la distribución y la transmisión se han ido quedando atrás. Poca inversión y muchos problemas. Urge más coordinación entre todos los organismos del Estado para facilitar la inversión. Es muy caro que el Estado diga que sí por un lado y no por el otro. Esto dilata los plazos y sube los costos innecesariamente.
El modelo tarifario se basa en el dibujar una “empresa ideal” y entregar las tarifas que esa empresa necesita para operar e invertir obteniendo una cierta rentabilidad. En los 80 había un quinto del consumo (931Kwh en 1981 v/s 4.400 en 2022) y 9 veces menos generación (11.800 GWh en 1981 v/s 91.000 en 2022). Además, todo era en base al petróleo y el carbón. La escala hoy es otra. El crecimiento del consumo total y per cápita no se condice con los niveles de inversión. El colapso de la red, si sigue creciendo el consumo, puede ser un desastre de proporciones.
En España acaban de hacer las matemáticas para pagar la red que necesitan para ser full eléctricos. Tienen que DUPLICAR su inversión anual por los próximos 25 años. Manteniendo la población, ¡este país tiene que invertir 90 euros por persona al año! (4.300 millones de euros al año).
El cambio climático es real y el impacto que tiene en la infraestructura es muy violento. Simplemente nuestras redes no están preparadas. Esto vale también para carreteras, puertos, agua potable y electricidad. Mientras más aluviones, huracanes, marejadas e inundaciones tengamos, más nuestra estructura y las personas vamos a sufrir. Tenemos un problema que es mucho más complejo que el actuar de una municipalidad o una empresa.
Este tema no es de multas. Es de visión y de liderazgo. es contarnos cómo aseguramos la disponibilidad de energía que queremos con la menor tarifa posible. Sabemos cómo pegan los costos de la energía en la inflación y en la vida de las personas.
¿Qué deberíamos hacer? En primer lugar, el Estado, las empresas y sus líderes no tienen bien incorporado el cambio climático y el cambio en la escala de las cosas en la regulación, en sus tarifas y en la negociación. Hay que invertir mucho más y crear redes resilientes. Necesitamos sentar en la mesa a los expertos. Poner la red al nivel que queremos reducirá las importaciones de petróleo y servirá para crear un montón de empleo. El gobierno y las cámaras tienen que cambiar la legislación, crear incentivos tributarios para invertir lo más pronto posible, destrabar de una vez los permisos y bajar el nivel de confusión política en la que nos tienen los diferentes ministros.
Si no somos disciplinados y no traemos el largo plazo en estos procesos de cambio, vamos a terminar con tarifas más altas aún para los usuarios y con más inflación en el sistema. Esto sí que sería una mala noticia.
Hace unas semanas se cortó la luz, pero parece que, tras la reposición, aún hay muchas cosas que no estamos viendo.
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