“Quienes defendían la institución del Senado claramente se anotaron un punto”. Marcos Barraza, 49, sicólogo, ministro de Desarrollo Social del segundo gobierno de Michelle Bachelet, articulador de la izquierda en la disuelta Convención Constitucional y miembro del comité central y la comisión política del Partido Comunista (PC), analizó al teléfono el proceso rechazado por un 61,86% de los votantes en el plebiscito del 4 de septiembre. También, el pie en que quedaron los comunistas tras el acuerdo constitucional alcanzado este mes por los partidos, que dejó atrás la idea de la “hoja en blanco”.
El “Acuerdo por Chile” incorpora en sus 12 bases constitucionales que Chile será un “estado social y democrático de derecho”, pero deja fuera herencias de la Convención como la plurinacionalidad, el fin del Senado y la eliminación del estado de emergencia. ¿Lo decepciona lo que pasó?
Los contenidos que se debatieron en la Convención constituyente y los resultados que se obtuvieron en el proyecto que fue rechazado siguen siendo, en lo sustantivo, materias en disputa. Con avances conceptuales en términos de reconocimiento, pero también con espacios que están tensionados en términos de su interpretación.
Hay que valorar positivamente que el estado social y democrático de derecho sea un ideario constitucional que esté ampliamente reconocido y legitimado (…). Pero, por ejemplo, el texto no define los bordes constitucionales que establecieron a Chile como una única nación, que creo que fue un exceso impositivo de la derecha, que es contrario a la evolución que ha tenido el país en materia de reconocimiento de derechos indígenas. Incluso colisiona desde el punto de vista de la conceptualización de nación. Es un campo en disputa.
¿Por qué habla de campo en disputa si el acuerdo excluye explícitamente la plurinacionalidad al decir que “los pueblos indígenas son parte de la nación chilena, que es una e indivisible”?
Lo que está descartado a partir del borde es el concepto de plurinacionalidad. Lo que no está descartado son las características de un estado plural en términos de distintos pueblos. Qué quiero decir con esto: que el reconocimiento constitucional que uno debiese impulsar para los pueblos originarios en el nuevo texto constitucional debe ser un asunto material, no solo cultural y simbólico.
También quedó explícitamente fuera de la discusión eliminar el Senado, otra de las banderas de la Convención…
Pero eso no obsta a que se discuta respecto del carácter asimétrico de las dos cámaras sobre, por ejemplo, los tiempos de legislación, los procedimientos (…). Evidentemente que en el ejercicio de la negociación quienes defendían la institución del Senado claramente se anotaron un punto. Quienes creemos que hay cambios que se tienen que cursar con mayor profundidad en el país estamos llamados a incidir políticamente en la discusión del texto constitucional nuevo sobre la base de estos detalles que hacen una diferencia de fondo.
El acuerdo crea un comité técnico de admisibilidad, una especie de Tribunal Constitucional del nuevo proceso, precisamente para evitar que alguien traspase esos bordes. Generalizar las disputas suena a generar falsas expectativas…
La respuesta, más que normativa, es política, porque todos los grandes avances que se han cursado en Chile en las últimas 3 décadas en materia de garantías sociales, de profundización de la democracia, han sido colisionando con la actual Constitución o se han hecho a pesar de la actual Constitución. Y eso ha definido el contenido y la orientación de las luchas sociales. Por lo mismo, mantener viva, en alto, la idea del cambio constitucional no es retórico, tiene que ver con los cambios que impulsa el movimiento social.
¿Qué quiere decir? ¿Qué va a ser más cuesta arriba generar cambios?
Evidentemente, los bordes constitucionales son a mi gusto una disposición indebida, pero hay que esforzarse por darle una interpretación que sea mucho más cercana a un cambio constitucional real y no gatopardista.
Nosotros participamos del proceso constituyente de continuidad con la convicción de que hay que dotar a Chile de una nueva Constitución, impulsar, promover la generación de un nuevo pacto político, social y económico. Pero para eso nuestras herramientas claramente son el debate de ideas, pero también la movilización social, sin el estereotipo de la violencia que se le intenta adjudicar.
¿A qué se refiere con que entre sus herramientas está la movilización social? ¿A llamar a protestar?
No, no, no. El mismo acuerdo establece mecanismos de participación a través de universidades públicas, establece un estándar de participación que asegura incluso la iniciativa popular de voto de norma constitucional (…). Esos son estándares de participación. Pero también, sin ser elusivo de la pregunta, claramente, sí tenemos un movimiento social con capacidad de movilización.
Si no se cumplen sus expectativas, ¿le parece que podría ser una forma de presionar el acuerdo que la gente saliera y se manifestara?
Es que no me pongo en la hipótesis de estar presionando sobre una norma en particular. No, yo creo que si uno confía en la movilización social está confiando en la capacidad de incidir de las organizaciones sociales, de la ciudadanía. Lo otro es construir escenarios de laboratorio.
Tirar o no el mantel
Al suscribir el “Acuerdo por Chile”, el PC tuvo que elegir entre tirar el mantel o aplicar una visión pragmática, que terminó imponiéndose…
El escenario actual, más que de perspectivas estratégicas, aunque las perspectivas estratégicas siempre tienen que estar digamos en el horizonte, fue táctico. No haber suscrito el acuerdo, por desventajoso e incompleto e insuficiente que sea desde el punto de vista de vista democrático, hubiese connotado riesgos más altos para la expectativa transformadora en Chile.
¿A qué riesgos se refiere, a quedar virtualmente fuera del gobierno?
Por un lado, la instalación de un plebiscito de entrada que con las tensiones que vive el propio gobierno hubiese sido difícil de sostener. Por otro lado, no hacer nada hubiese significado que se impusiera una correlación de fuerzas en el Congreso entre la derecha y algunos aliados que hubiese impulsado reformas constitucionales regresivas a través de los 4/7. Entonces, esos riesgos eran más elevados que concurrir a este acuerdo.
En el proceso se visibilizaron posturas contrapuestas que en el PC rara vez se ventilan…
Lo que importa es que hay una decisión adoptada en los órganos regulares decisión, que es a propósito de la democracia interna que tiene el partido que tomó esta decisión y que yo creo que ha hecho sentido al conjunto. O sea, está legitimada en el conjunto de la estructura partidaria y ciertamente en el mundo social.
Guillermo Teillier dijo en El Siglo que estuvo en la UTI por una alteración en una arteria derivada de complicaciones del Covid-19, por lo que volverá paulatinamente a sus actividades. Algunos dicen que estaría 3 meses fuera de la política. ¿Es así?
Desconozco cuál es su pronóstico en términos de salud. Sé que está recuperándose favorablemente. Creo que lo importante es que el compañero Teillier, el presidente de nuestro partido, que es una figura reconocida a nivel nacional e internacional, que ha jugado un rol destacado en los procesos democráticos del país, se está recuperando y su salud está mejorando.
Su salud ha generado preguntas sobre su sucesión. ¿El senador Daniel Núñez es una alternativa?
El presidente del partido es el compañero Guillermo Teillier. Las discusiones sobre el nuevo congreso partidario se dan en esa instancia. No es del estilo de los comunistas centrar las conversaciones en personas y menos cuando no corresponde.
En ese escenario usted también aparece como eventual candidato a la presidencia…
Esas son especulaciones de los medios. Creo que los comunistas tenemos un rigor en el debate que se escapa a la especulación periodística en ese sentido.
Varios convencionales han llegado ya al gobierno. ¿Lo han invitado o está pensando en llegar a algún ministerio?
No lo tengo ni pensado ni he sido invitado.
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