El domingo 16 de noviembre del año en curso se realizará la primera vuelta presidencial y todos los focos están orientados a ella. Con la exalcaldesa Evelyn Matthei instalada en la pole position de las preferencias espontáneas desde enero de 2024, la persistencia de la expresidenta Bachelet en una posición expectante, la resistencia de José Antonio Kast a salir del cuadro de favoritos del que se alejó luego del fracaso de diciembre 2023, la emergencia inesperada de la figura y el partido de Johannes Kaiser, así como la también sorprendente dificultad para despertar interés en la ciudadanía de los numerosos liderazgos oficialistas que pugnan por espacio en la carrera presidencial.
Las últimas cuatro elecciones presidenciales han sido ganadas por la oposición, cualquiera sea su signo político, generacional, de género o carácter de la candidatura que pasa a segunda vuelta. Le será muy difícil al gobierno contrariar esta constante.
Pero, independientemente de que fracase o tenga éxito en el intento, la manera en que enfrente la tarea será determinante para la otra elección, tan importante como la presidencial: la de 23 senadores y 155 diputados, que se realiza al mismo tiempo que la primera vuelta del 16 de noviembre.
La relación entre el resultado presidencial y el parlamentario, siempre muy estrecha, se profundizó con el sistema proporcional, pues la gran cantidad de candidaturas en las regiones y distritos le hace más difícil a los electores reconocer la individualidad de éstas, perdiendo mucha fuerza la incidencia del carisma personal de los candidatos y reforzándose en las personas la disposición a votar por la lista parlamentaria del candidato presidencial de su preferencia en primera vuelta.
Es esto lo que explica, más allá de la desesperanza oficialista respecto de la presidencial, que se orienten todos- incluidos los parlamentarios demócratacristianos- a convencer a Michelle Bachelet de presentarse por tercera vez, pues entrega la seguridad de un rendimiento razonable en primera vuelta conjurando así el riesgo inminente de naufragio gubernamental en materia de senadores y diputados.
El resultado de 2021 determinó un empate 25 a 25 del gobierno y la oposición en la Cámara Alta, pero la ruptura de la DC a propósito del plebiscito de septiembre de 2022 derivó en una correlación favorable a la oposición de 27 a 23. En noviembre próximo se someten a elección 23 escaños senatoriales y 27 continúan en el Senado hasta 2030. De los 27 que siguen, la izquierda y centroizquierda podrían contar con 13 (4 socialistas, 2 PPD, 2 PC, 2 Frevs, 1 DC y 2 independientes), la derecha mantendrá también 13 senadores (5 UDI, 5 RN, 2 Evópoli y 1 Socialcristiano) y continuará Matías Walker, del partido Demócratas.
De los 23 escaños que se elegirán junto a la primera vuelta presidencial, quien aspire a ser mayoría o al menos empatar aspirando a sumar al senador Walker a sus propuestas, debe ganar 12 de las senadurías en disputa.
Cuatro regiones eligen 2 senadores cada una: Arica y Parinacota, Tarapacá, Atacama y Aysén. Todas tienen hoy un opositor y un oficialista, situación que tiene poca posibilidad de modificarse, salvo por la dispersión extrema de uno de los bandos.
En Tarapacá, si la derecha logra estructurarse en dos listas y en el oficialismo hacen lo mismo, éste correría riesgo de quedar sin representación. En Aysén, por la fuerza del actual diputado Calisto (independiente en la bancada Demócratas) y la presencia de candidaturas independientes como la del exalcalde Luperciano Muñoz, también existe el mismo riesgo para el oficialismo actual. La elección senatorial se juega principalmente en las tres regiones que eligen 5 escaños: Valparaíso, Maule y La Araucanía.
En la región de Valparaíso se rebaraja casi íntegramente el naipe electoral, pues las 3 primeras mayorías de la elección anterior (Chahuán, Lagos Weber y Allende) no pueden ir a la reelección por la ley que le puso límite a ésta. Para el oficialismo ésta es la más favorable de las tres regiones en disputa, aquí eligió 3 senadores, pues la lista del Frente Amplio logró elegir uno, sumándose a los dos PPD-PS. Será muy difícil para el gobierno mantener esa mayoría si compite en dos listas contra dos de la oposición, e incluso si logra estructurarse en una sola lista, pues tendría que empinarse al 40% de los votos para asegurar 3 senadores.
En Maule el gobierno cuenta sólo con una senadora (Vodanovic, quien reemplazó a Elizalde cuando pasó a ser ministro) y puede aspirar a elegir dos si se estructura en una sola lista parlamentaria, compitiendo con dos de la oposición. El expresidente del Senado Juan Antonio Coloma (UDI) no puede presentarse a la reelección, pero seguramente irá en su lugar el diputado del mismo nombre y partido. Una lista de Republicanos, Socialcristianos y Nacionalistas Libertarios podría disputar mano a mano con Chile Vamos, relegando al oficialismo al tercer lugar y eligiendo un solo senador, escenario prácticamente asegurado si compite en dos listas.
En La Araucanía habrá también una elección con resultado incierto. El oficialismo tiene dos senadores y uno de ellos (Quintana, PPD) no puede ir a la reelección, el otro (Huenchumilla, DC) cumple 81 años en marzo y no se sabe si intentará reelegirse. En esta región dos listas oficialistas significan resignarse a perder un escaño e incluso correr el riesgo de quedar sin alguna representación senatorial compitiendo con dos fuertes listas de derecha.
En suma, el gobierno necesita una candidatura presidencial que se empine sobre el 30% en la primera vuelta y una lista única parlamentaria (o un acuerdo de omisión para que en cada región haya una sola) para intentar obtener 12 de los 23 senadores a elegir. La tarea se ve muy cuesta arriba, en especial si Chile Vamos y Republicanos logran aglutinar a las otras fuerzas opositoras en dos listas parlamentarias, una orientada más al centro con Demócratas y Amarillos, y la otra en la que converjan junto al partido de Kast los nacionalistas libertarios de Kaiser y el Partido Social Cristiano.
El fenómeno mayor en la Cámara de Diputados es la gran cantidad de parlamentarios independientes. Llegaron a ser 42 (27 % del total), aunque ahora 5 de ellos pasaron a engrosar las filas del nuevo partido Nacional Libertario y quedan 37. Es cierto que 17 de ellos participan en bancadas de izquierda y centroizquierda o apoyan casi siempre al gobierno, y 19 están en bancadas de oposición o votan consistentemente con ellas.
En realidad, las bancadas de gobierno, incluidos sus independientes, suman 67 votos, las de la derecha tienen 69 (46 de Chile Vamos y 23 de los 3 partidos a su derecha), la bancada DC suma 6 y la de Demócratas y Amarillos 7 escaños. Completa el cuadro la diputada Humanista Pamela Jiles que vota habitualmente contra los proyectos del gobierno.
Esta es la Cámara elegida en noviembre de 2021, cuando las candidaturas presidenciales de Gabriel Boric, Yasna Provoste y ME-O sumaron 45% en primera vuelta. Había dos listas principales a la izquierda: El Frente Amplio junto al PC (21% de los votos) y el Socialismo Democrático junto a la DC (17,2%), obtuvieron 37 diputados cada uno. Hubo, además, dos listas de izquierda que sumaron 9,9% de los votos y eligieron 5 diputados: 2 del Partido Ecologista Verde y 3 del Partido Humanista gracias a los votos de Pamela Jiles.
En la derecha también hubo dos listas principales: la de Chile Vamos, que eligió 53 escaños con 25,4% de los votos y la alianza de Republicanos con Socialcristianos, que con 11,2% de la votación eligió 15 diputados. En esta elección emergió el Partido de la Gente con 8,4% de los votos y 6 diputados.
El resultado de noviembre en la Cámara de Diputados depende -debería decir pende- de la dispersión de votos en uno y otro campo, es decir, de la capacidad que muestren opositores y oficialistas de concentrar sus votaciones.
En la oposición se han ido diferenciado dos derechas, ambas de tamaño suficiente para obtener réditos electorales, de manera que si entran a la competencia de noviembre con dos listas, una en torno a Chile Vamos con participación de las fuerzas emergentes de centro, la diáspora del PDG e independientes, y la otra en torno a Republicanos, con participación de Nacionalistas Libertarios, Socialcristianos y lo que queda del partido de Parisi, tendrán opción a una Cámara de Diputados por primera vez con mayoría de derecha. Ello, independientemente de si presentan una o varias candidaturas presidenciales.
Una campaña parlamentaria acepta, puede incluso potenciarse, si la lista de candidatos es apoyada por más de una candidatura presidencial; la situación inversa es más difícil de gestionar sin demasiada entropía, cuando una candidatura presidencial debe apoyar a más de una lista parlamentaria. La derecha desechará por anticipado su posibilidad de ser mayoría en la Cámara de Diputados si, en cambio, enfrenta la elección con 3 o más pactos electorales.
El oficialismo, por su parte, tiene la dificultad de abordar esta elección sin demasiadas esperanzas en la presidencial, de manera que la preocupación principal de todos sus partidos es el resultado parlamentario, que define su influencia futura en el escenario político y, además, su proyección o no como partidos, de no alcanzar el 5% de los votos en a lo menos 8 regiones o elegir un mínimo de 4 parlamentarios en dos regiones distintas.
Si bien el Frente Amplio y los partidos Socialista y Comunista no corren en principio ningún riesgo, los demás integrantes de las coaliciones oficialistas necesitan espacios suficientes en el pacto electoral para evitar ser disueltos legalmente por el Servel. De allí la dificultad de conformar una sola lista de 30 candidaturas al Senado y 183 a la Cámara de Diputados.
El punto es que, si no lo consigue, corre altísimo riesgo de quedar en minoría en el Senado y aumenta la probabilidad de que eso ocurra también en la Cámara. Porque, con toda certeza, como ocurrió en las recientes elecciones municipales/regionales, tendrá una o más listas a su izquierda, que pueden aspirar a captar entre un 7% y 10% de los votos que corresponden a la franja que no se reconoce en el proceso de mutación experimentado por el presidente Boric y su gobierno.
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