La irónica consolidación del modelo. Por Kenneth Bunker

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Ministros, subsecretarios y parlamentarios oficialistas celebran la aprobación de la reforma previsional. Foto: Agencia UNO.

Queda doblemente claro que lo que se acaba de hacer en el Congreso, a petición del gobierno, consolida el modelo. Fortalece las AFPs, y vuelca el debate macroeconómico a uno más responsable, orientado a potenciar el crecimiento. Si más encima se considera la ley corta que extendió la vida a las Isapres, la decisión de no continuar con el proceso constituyente, y la falta de cualquier otro tipo de legislación que haya hecho un cambio de fondo al sistema económico, se vuelve evidente la ironía de que muy por lejos de lo esperado, al dejar La Moneda, el Presidente Boric habrá dejado atrás más neoliberalismo del que había cuando comenzó.


Con el paso de la reforma previsional, el gobierno cierra su tercer año con una victoria. La aprobación marca un quiebre para una administración que, por lo demás, ha sido incapaz de pasar cualquier tipo de legislación estructural relevante. Por lo mismo, a pesar de que no sea la reforma que Boric prometió en campaña, ni la que Marcel trató de pasar desde un comienzo, es al menos algo, y eso es mejor que nada.

Por lo mismo, el foco ha estado sobre Chile Vamos, que con sus votos le dio la victoria al oficialismo. El reproche, que viene desde su derecha, proviene de la idea de que, si no hubiese dado los votos, el sistema impuesto por el sector seguiría vigente, y las AFPs estarían más fuertes que nunca. Para ese sector, la concesión es una constatación de traición.

Es importante, por lo tanto, pensar en lo que hubiese ocurrido en el escenario hipotético de que no hubiese pasado la reforma. Y cuando se avanza por esa línea, lo que se asoma es un escenario significativamente más sombrío, donde el gobierno de Boric, con todos sus partidos y movimientos, hubiese seguido insistiendo en la idea de injusticia con el sistema de pensiones, hasta transformarlo en un tema de campaña, eventualmente debilitando el favoritismo con el que hoy cuenta la derecha.

Como símil, se puede pensar en lo que no ocurrió con el proyecto constitucional de 2018, que Bachelet mandó en los últimos días de su segundo mandato. Si el gobierno hubiese usado el momento para hacer algunos cambios, de manera lenta pero controlada, a través del Congreso, es improbable que el estallido social hubiese ocurrido. La tensión se habría desactivado antes de si quiera dejarse sentir.

Eso es lo que ocurrió aquí: se evitó un desenlace peor de forma oportuna. Se debatió sobre el sistema de pensiones, se mejoró en la medida de lo posible y se archivó para no reabrirlo por un buen tiempo.

Claro, el Partido Comunista lo quiere presentar como la primera fase de una renovación secuencial del sistema, pero, si algo dice eso es que no les gusta su propia criatura. Aun así, nadie podrá borrar las imágenes de los senadores, ministros, diputados y subsecretarios del partido celebrando su paso, que para todos los efectos prácticos representa la consolidación de las AFPs.

Con esto, nadie, nadie razonable al menos, podrá decir que el sistema de capitalización individual no es legítimo. No solo fue profundizado por la Concertación y extendido por Bachelet, sino que fue validado por el gobierno de Boric, que, ante el temor de no poder pasar ninguna reforma relevante, cedió y capituló ante la incertidumbre.

Notoriamente, si hay alguna duda, para la ciudadanía todo esto tiene sentido. Para ellos, es un paso en la dirección correcta. Se dieron cuenta de que las promesas perfectas no solo no existen, sino que vienen con un alto riesgo asociado. Entendieron que el modelo de capitalización individual no era tan malo como decían las minorías organizadas, y que al final el verdadero enemigo no era el mercado imparcial, sino que la política oportunista.

El ejemplo temprano de eso es el éxito que tuvo la campaña “Con mi platita no”, que resonó fuerte entre las personas cuando se les preguntó directamente si preferían resguardar sus fondos en cuentas personales o pasárselos al gobierno de turno.

Así, lo que queda en limpio es que el gobierno llegó a consolidar un modelo que ya se había consolidado entre las personas. Despertaron racionalmente de la pesadilla de querer reinventar el sistema de reparto que se prometió durante el proceso constituyente, para al final entender que al final lo único que importa es la calidad de vida.

A las personas no les importa si les paga una empresa privada o una administradora del Estado, lo que les importa es que les paguen y que les paguen justo y bien. Y eso, guste o no, es lo que simbólicamente apunta a resolver la reforma.

Todo esto es suficiente para que la derecha clame una victoria cultural. Lo que quedará en el recuerdo de las personas será que, por el Presidente Boric, y con los votos del Partido Comunista, además de todos los progresistas, la capitalización individual seguirá jugando un rol central en la distribución de recursos.

Claro, eso no impedirá que el gobierno celebre. Pero es una victoria pírrica. Pues, sería ridículo si el gobierno de Boric comenzará a relegar lo que recién hizo. Por lo mismo, para no desconocer a su propia criatura, lo que le conviene a Boric es sostener en el tiempo su obra. Y para eso, interesantemente, no solo deberá mejorar algunos detalles, que probablemente irán en contra de la dirección que prefiere el gobierno, sino que además deberá generar las condiciones estructurales para sostener los cambios. Pues es claro que, si el país no crece lo suficiente, la reforma dejará una estela de miseria, trenzando pobreza con desempleo además de bajas pensiones.

Así, queda doblemente claro que lo que se acaba de hacer en el Congreso, a petición del gobierno, consolida el modelo. Fortalece las AFPs, y vuelca el debate macroeconómico a uno más responsable, orientado a potenciar el crecimiento.

Si más encima se considera la ley corta que extendió la vida a las Isapres, la decisión de no continuar con el proceso constituyente, y la falta de cualquier otro tipo de legislación que haya hecho un cambio de fondo al sistema económico, se vuelve evidente la ironía de que muy por lejos de lo esperado, al dejar La Moneda, el Presidente Boric habrá dejado atrás más neoliberalismo del que había cuando comenzó. Claro, habrá sido por errores, omisiones y negligencias, pero al cabo, habrá sido.

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