El 17 de junio de 2024, la rectora de la Universidad de Chile, Rosa Devés, retornó a la Casa Central, luego de haber acompañado al Presidente Boric durante su gira por Europa.
Ese día, hizo declaraciones incomprensibles acerca de las movilizaciones estudiantiles: “hoy no deberíamos tener tomas, (…) es más importante que nunca defender la democracia, defender las formas de relación (…). Por lo tanto, si bien una toma era comprensible el año 2011, no es lo mismo el año 2024” (latercera.com, 17. 6. 24).
Aunque considera inaceptables tales prácticas, en razón de la actual situación del mundo, además de la inseguridad, la polarización y la falta de entendimiento, para ella una toma en 2024 sería aún menos aceptable que en 2011. Pero no aclara por qué.
2011 fue un año de extensas movilizaciones, las cuales consagraron a Boric y su tribu en la lucha por el poder, iniciando así su meteórica carrera política. ¿Será por eso que, en 2011, una toma era más comprensible?
La actual movilización estudiantil es un eslabón más del proceso de desestabilización iniciado en 2019, cuyo fin es destruir las instituciones desde dentro, en vistas a una refundación a largo plazo. Es una continuación de la asonada de octubre de 2019 por otros medios, y una forma de intensificar la polarización latente, en función de intereses corporativos y fuerzas disolventes que jamás se harán cargo de las consecuencias de sus acciones.
¿Qué representatividad tienen esos grupos, en una universidad que ya ni siquiera cuenta con una federación de estudiantes, dada la falta de quórum?
Ricardo Brodsky y Mario Waissbluth han advertido que, por esa vía, la Universidad de Chile acabará destruida y sumida en la mediocridad, al igual que el Instituto Nacional.
Mientras Boric realizaba su gira, manifestando su preocupación por las víctimas de Gaza y Ucrania, el último sistema frontal que azotó al país arrojó la cifra de 11.000 damnificados. Como si no fuese suficiente, castigó a las víctimas del megaincendio de febrero de 2024, y produjo más socavones, en Reñaca, y por doquier.
A pesar de este desastre, y tras haber caldeado los ánimos, Boric puede experimentar la satisfacción de ver trasladarse el conflicto Israel-Hamas a la Universidad de Chile, aun cuando esté liderado por fuerzas pseudopolíticas situadas a la izquierda de su gobierno.
Pero, en el marco de esas luchas intestinas, el conflicto Israel-Hamas no significa nada. Es sólo una excusa ideológica, en la línea del “modelo de negocios” proselitista y de la “movilización permanente”, señalada por Pablo Ortúzar.
Ha sido una tragedia obscenamente instrumentalizada: para los agentes de tal movilización estudiantil, sus víctimas no son más que moneda de cambio, insumos, objetos desechables. Pero ellos no han dudado en victimizarse, quejándose de ser perseguidos, calumniados y criminalizados. Incluso han señalado la orquestación de una guerra sucia en su contra. En cambio, se expresan con arrogancia, prepotencia y sorna, ante cualquier cuestionamiento a su ocupación arbitraria.
Quizás se hayan matriculado en la Universidad de Chile con el deliberado propósito de destruirla desde sus cimientos. No sería extraño que sus propios progenitores los hayan alentado, en busca de alguna forma de compensación vindicativa.
Un comunicado del Comité de Solidaridad con Palestina U. de Chile, emitido el mismo 17 de junio, expresa lo siguiente: “(…) los ataques y calumnias orquestadas por la prensa y autoridades no quedarán sin respuesta. Además le mandamos un mensaje a los supuestos ‘líderes de opinión’; sigan gastando millones en columnas de opinión y portadas de diario, de ese modo lo único que lograrán será incentivar nuestra creatividad. / Apañen al acampe! Llevamos un mes y vamos por más”.
¿Es esto otra amenaza matonesca, extorsiva, lumpenesca? ¿En esto consiste el carácter “democrático” de sus acciones?
¿Qué harán si no es acatada?
¿Qué harían con sus opositores si tuvieran todo el poder? ¿Qué harían con los medios?
Esperan que este movimiento se extienda a todas las universidades, a fin de obtener alguna ganancia. Pero el vamos por más, como si se tratase de una horda de saqueadores, es un índice de que perseverarán más allá de la universidad, en el horizonte de la articulación de otra asonada.
No, rectora Devés. A esos estudiantes no les interesa el diálogo, ni el pluralismo, ni la democracia, ni el estudio, ni el conocimiento, ni la universidad.
Frente a su coacción manifiesta, usted ha actuado permisivamente. Declaró haber visto pintar aquel ignominioso lienzo que la denigraba a mansalva. Pudo constatar que no tenían ninguna disposición a entender, y que su “acción de arte” no guardaba relación con los valores que pretendían defender. Aun así, continuaron, y usted no pudo impedirlo (cnnchile.com, 17. 6. 24).
El primer capítulo de un programa emitido el 18 de junio, disponible en You Tube, se refiere a usted: “Rosa Devés, ¡Estás avisada! – Capítulo 00- Acampe Universidad de Chile”. Su solo título expresa una amenaza oprobiosa en contra suya y de la universidad.
¿Qué más espera que ocurra?
Es hora de que ejerza sus facultades, conforme a la dignidad de su cargo.
La fuerza pública debe desalojar el acampe y las tomas en la Universidad de Chile, y en cualquier otra universidad donde estas prácticas manipuladoras y totalitarias sean impuestas por agentes minoritarios, tanto internos como externos, cuyo único fin es el socavamiento institucional, en función de sus carreras políticas, su miserable lucha por el poder y la entronización de su mezquindad organizada.
Las autoridades y su jerarquía tienen una responsabilidad, en tanto en cuanto tales acciones estén amparadas por la permisividad, la desidia y la debilidad interna de los propios decanos y rectores de las universidades.
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