El tráfico de influencias revelado en el caso Hermosilla y el ocultamiento de información por parte del gobierno en el caso Monsalve refuerzan la percepción de que las elites políticas y judiciales operan bajo reglas diferentes. A propósito de los casos Hermosilla y Monsalve quedó claro que la corrupción es inaceptable… hasta que afecta a los nuestros y que quienes denuncian corrupción ajena son los mismos que ayer cerraban los ojos frente a la propia.
Falta de transparencia. A primera vista resulta insólito que el caso Monsalve haya superado a la delincuencia como la principal frustración de los chilenos con el gobierno. Pero en realidad son dos caras de la misma moneda.
- Lo que asombra y perturba a la población es que el encargado máximo de la seguridad interna y de combatir el crimen organizado anduviera “carreteando” en estado de intemperancia, por las calles del centro de Santiago, en taxi, solo y sin escolta, lo que, según las denuncias, habrían derivado en el delito de violación de una funcionaria subalterna.
- Una imagen dantesca que deja a la población con un sentimiento de abandono y vulnerabilidad inimaginables. Sobre todo, porque no hay ninguna razón para pensar que este comportamiento no haya sido reiterado en el tiempo.
- El impacto negativo sobre el gobierno ha sido devastador. La desaprobación del presidente llega al 61.8% y un 50% de las personas encuestadas está convencida de que Gabriel Boric intentó dilatar el conocimiento público del caso, lo que de ser efectivo habla de un relativismo moral que hasta ahora desconocíamos.
- Una imputación gravísima que no habíamos visto desde el retorno de la democracia. Lo cierto es que tanto el presidente como la ministra de interior no fueron en absoluto transparentes con la ciudadanía, lo que quedó de manifiesto en la “mise en scene” de la conferencia de prensa, con la que el presidente trató de demostrar lo contrario. Está claro que la idea del gobierno fue evitar que trascendiera la noticia antes de las elecciones municipales, proyectando una imagen de total normalidad. Lo que explica por qué tres días después de que Tohá y Boric se enteraran de los hechos Monsalve estaba en funciones en el congreso.
La pregunta clave. ¿Estamos ante unas actuaciones dolosas o simplemente se trata del manejo equivocado de una crisis que está golpeando al corazón del ejecutivo?
- La respuesta política del presidente ha sido pretender que acá no ha pasado nada. Que el ocultamiento de información que él mismo confesó en su improvisada y catastrófica conferencia de prensa nunca existió. El cambio de gabinete que algunos pedían no se produjo.
- Por su parte la oposición, existiendo fundamentos sólidos para acusar constitucionalmente a la ministra del interior, optó por no hacerlo y dejar que el gobierno se siga desangrando solo. No quiso actuar para evitar que la ministra se victimizara y que el tema Monsalve fuese desplazado de los medios por ácidos debates en el congreso, con resultados inciertos.
- Un tremendo contraste con el comportamiento del oficialismo en el caso Hermosilla, donde el presidente no dudó un instante en salir a denunciar a los poderosos, congratulándose de la prisión preventiva del principal imputado.
- La Moneda apuntó de inmediato a la derecha y sus redes de influencia y favores políticos que favorecerían a figuras empresariales y judiciales hablando de una supuesta decadencia “ética” de sus adversarios. Actuando como una especie de “fiscal moral”, juzgándolos sin escrúpulos.
- Hasta que empezaron a aparecer personajes vinculados a la izquierda y al propio gobierno mencionados en las redes de Hermosilla.
Hipocresía y doble estándar. El oficialismo embistió en contra del ex fiscal Guerra por haber mantenido “dateado” por intermedio de Hermosilla al expresidente Piñera respecto de casos que lo afectaban. Tanto el Ministerio Público como el Consejo de Defensa del Estado se querellaron en su contra.
- El fiscal nacional Ángel Valencia en un primer momento tuvo amnesia y no recordaba haber hablado con Hermosilla. Más tarde reconoció haberse reunido con él y Andrés Chadwick. Según la versión de Hermosilla -refutada tanto por Valencia como por Chadwick- el fiscal nacional habría ofrecido mantenerlos al tanto de las querellas contra el ex presidente Piñera.
- Valencia anunció acciones legales y una denuncia en el Colegio de Abogados contra Juan Pablo Hermosilla por haber divulgado esa versión -sobre la cual el abogado de Luis Hermosilla no presentó ninguna prueba-, pero hasta ahora están en suspenso por quejas de otros fiscales e integrantes del Ministerio Público por haberlo hecho como una iniciativa de la fiscalía nacional y no en su nombre.
- Es la hipocresía y el doble estándar lo que más irrita a la ciudadanía.
- Desde una perspectiva política ambos casos han dejado en evidencia las profundas grietas de confianza hacia las instituciones y actores políticos. El tratamiento desigual de los casos, exigiendo justicia cuando conviene y dosificando y ocultando información cuando perjudica habla de una “moralidad selectiva” donde los principios éticos quedan sometidos al juego político.
- Se acusa al otro de corrupción o falta de ética, pero se esconden los problemas de su propia casa. Esta falta de coherencia solo agrava la polarización y erosiona aún más la credibilidad de la clase dirigente. Así, los ciudadanos perciben que las instituciones actúan más para proteger los intereses de los partidos y sus figuras que para servir al bien común.
- El tráfico de influencias revelado en el caso Hermosilla y el ocultamiento de información por parte del gobierno en el caso Monsalve refuerzan la percepción de que las elites políticas y judiciales operan bajo reglas diferentes. A propósito de los casos Hermosilla y Monsalve quedo claro que la corrupción es inaceptable…hasta que afecta a los nuestros y que quienes denuncian corrupción ajena son los mismos que ayer cerraban los ojos frente a la propia.
- Que el verdadero escándalo no es solo el acto corrupto en sí mismo, sino el doble rasero de “los justicieros” mientras que al mismo tiempo protegen a los suyos.
- Falta de integridad que es percibida por la población y socava la cohesión social y fomenta el cinismo que normaliza la idea de que las prácticas corruptas son algo inherente al sistema.
Escepticismo ciudadano. Parafraseando a George Orwell, en la granja todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros. Frase que simboliza cómo ciertos individuos o grupos suelen ser eximidos de las normas y estándares que se exigen para los demás.
- En la misma línea Noam Chomsky, hablando de la doble moral en política, nos advierte que si queremos entender el verdadero comportamiento de un gobierno debemos ignorar sus declaraciones y ver lo que realmente hace. A lo que hay que sumarle la total falta de autocrítica que acentúan la creencia de que los principios en lugar de ser pilares de la actuación pública son utilizados solo cuando sirven para desprestigiar al adversario.
- Hablando sobre la fragilidad de la ética cuando se maneja el poder Michele de Montaigne nos dice que “es más fácil escribir sobre la abnegación que practicarla; y más fácil predicar la justicia que gobernar con justicia”. Sugiriendo que la ética es fácil de prometer en teoría, pero difícil de sostener cuando se tiene el poder, apuntando al origen de la hipocresía.
- Entonces, ¿estaríamos concluyendo que está, en la naturaleza del poder manipular y mentir? No necesariamente, pero el poder tiende a crear situaciones en las que la tentación de manipular la verdad o de actuar con hipocresía es más fuerte. Lo que se debe a que el poder genera privilegios y una sensación impunidad que puede llevar a sus detentores a creer que están por encima de la ley.
- Para Maquiavelo la mentira y la manipulación son “herramientas” legítimas para mantener el poder y el orden, sugiriendo que en ocasiones el fin justifica los medios. Otros, como Hannah Arendt atribuyen al poder mal manejado las causas de la corrupción de la verdad.
- Todos estos elementos han estado presentes, de una u otra forma, en el proceder de nuestras autoridades, por lo que tenemos una ciudadanía totalmente escéptica que desconfía de casi todo lo que le dicen.
- Con la agravante de la falta total de autocrítica por parte del gobierno, acompañada de la insistencia de que todo se hizo bien, al punto de que no se requiere cambios ni ajustes en su estructura, con lo que se consagra la doctrina de inimputabilidad en el ámbito político.
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