El populismo en la era digital. Por José Antonio Viera-Gallo

Embajador de Chile en Argentina

Los fenómenos populistas surgen cuando las sociedades enfrentan una crisis “catastrófica”, es decir, cuando se prolonga una disputa social sin que ningún sector logre la hegemonía cultural y política. El malestar y la indignación se canalizan a través del populismo.


I.- El populismo es difícil de aferrar, como si se tratara de una figura en un juego de espejos. Adquiere mil formas, pero el modelo original es el mismo. Hoy asoma en todas las latitudes aupado por la situación de crisis general que atraviesa el sistema internacional y las limitaciones de la democracia.

  • Resurge en la era digital aprovechando el manejo de las redes sociales, y sus principales líderes políticos cuentan con el apoyo de los grandes empresarios de la red E. Musk, M. Zuckerberg, J. Bezos y S. Pichai desafiando a veces legislaciones nacionales (Brasil) o regionales (UE).
  • Otros populistas, en cambio, unen sus fuerzas para resistir la prepotencia tecnológica de las grandes corporaciones imponiendo la censura.

II.- Antonio Scurati ha escrito una biografía de Mussolini en varios volúmenes, con gran éxito de venta [1]. Entrevistado en La Nación del sábado pasado analiza las diferencias y semejanzas del populismo actual con la experiencia mussoliniana.

  • Sostiene que Mussolini tiene una doble faz: fascista y populista; según Scurati sería el primer arquetipo de los líderes populistas del siglo XX, cuando las masas irrumpieron en la política. Existiría un vínculo del populismo con Mussolini, no con el fascismo propiamente tal. En tal sentido, estima equivocada calificar a los fenómenos populistas de hoy como fascistas.
  • Señala algunas características del populismo de herencia mussoliniana:
    • En primer lugar, la identificación entre el pueblo y el líder, quien expresaría la voluntad popular incluso en su aspecto físico, en sus rasgos a veces extravagantes. Ello redunda en el desprecio y maltrato de quien opine diferente, que debe ser acallado, vencido por pertenecer a “la casta” o la “elite global” o “a los migrantes” o a “la cultura woke o progresista” que como un virus envenena el alma de la gente.
    • El ataque retórico a las instituciones democráticas y, en especial, al Parlamento, al Poder Judicial y al Gobierno y su burocracia. Recuerda las tesis de Carl Schmitt sobre el papel del Jefe de Estado en la Alemania nazi: sólo él representaría legítimamente al pueblo, mientras que los partidos políticos y los parlamentos lo dividen defendiendo intereses sectoriales.
    • El líder populista recurre a una drástica simplificación de la vida moderna buscando resolver el agobio que sienten las masas frente a esa complejidad que muchas veces no conocen ni pueden interpretar. Todos los problemas parecen reducirse a la presencia de un enemigo que es preciso abatir.

Innerarity —filósofo español— argumenta que el populismo en una época de alta incertidumbre, se presenta como una narrativa clara y directa que polariza la sociedad entre un “pueblo puro” y una “élite corrupta”.

  • La política populista trabaja sobre el miedo: al extranjero, al delincuente, a la globalización. Se funda en fenómenos reales y los magnifica hasta nublar la agenda pública. Por ejemplo, la gente estaría engañada por la elite global sobre el calentamiento global, la pandemia y las vacunas y otros fenómenos similares.
  • El liderazgo populista no se adelanta a las masas. Más bien sigue el vaivén de sus humores a través de encuestas o de la intuición del líder.
  • Los populistas se hacen intérpretes del rechazo de la gente a las elites en sentido amplio, “la casta”. Quien se aparta de sus planes pasa a ser miembro de esa minoría que es preciso derrotar. El líder populista fomenta ese rechazo y se plantea como el redentor de una traición. Pero al mismo tiempo recibe el apoyo de miembros de esas elites sin ningún problema.
  • Formula promesas sin límites: hay que lograr lo que se nos ha dicho que es imposible. Generalmente lo hace refiriéndose a un pasado promisorio que se habría extraviado en el camino.

III.- Tanto el populismo de Mussolini como el actual apelan al nacionalismo, pero difieren en la valoración del Estado. Mientras Mussolini era un convencido estatista, los actuales líderes populistas confían más en el mercado y en la libertad de los individuos. Recuerda los dichos de M. Tatcher: “el Estado es el problema, no la solución” y “la sociedad no existe”. Lo que cuenta es la nación y su tradición.

  • El populismo actual, si bien tiene rasgos comunes, no es monolítico. Hay diversos enfoques, según el país y la cultura imperante. Por ejemplo, respecto del proteccionismo o el libre comercio o el recurso a valores religiosos, como ocurre en ciertas visiones extremas de las religiones monoteístas, principalmente en el islam.
  • En la disyuntiva nacionalistas vs partidarios de la globalización optan por la primera opción; pero pueden diferir en la forma de implementarla. Por lo general desconfían de los organismos supranacionales, pero admiten algún tipo de integración regional que respete la soberanía de sus integrantes. Así logran convivir con el respaldo de las mayores empresas tecnológicas de tipo trasnacional.
  • Sustituyen el apego a las reglas a nivel nacional e internacional por el uso abierto de la amenaza. Así ha cundido un debilitamiento del derecho internacional y del sistema de UN. Su visión es geopolítica y se rige por la lógica del más fuerte.

IV.- Cabría recordar que los fenómenos populistas surgen cuando las sociedades enfrentan una crisis “catastrófica”, es decir, cuando se prolonga una disputa social sin que ningún sector logre la hegemonía cultural y política. El malestar y la indignación se canalizan a través del populismo.

  • No hay populismo en una república en que sus instituciones funcionen legítimamente y en que los ciudadanos confíen en sus decisiones.
  • Los líderes populistas actuales apelan a los sectores de la sociedad que se han visto afectados por la globalización o por la crisis de sus países y levantan el dedo acusador contra las elites gobernantes e intelectuales alejadas de los pueblos. Los puntos focales son la delincuencia, la emigración ilegal y la cesantía por la localización de las industrias fuera de las fronteras.
  • Aristóteles llamó “demagogia” al populismo y lo entendió como una derivación negativa de la democracia, cuando ésta pierde el equilibrio entre la libertad y la igualdad y se corrompen sus instituciones.

V.- A veces el populismo puede asumir el lenguaje progresista, en otras ocasiones será conservador. Pero siempre utilizará una retórica simplista para alcanzar y conservar el poder.

  • Tradicionalmente, en especial en América Latina, se piensa en un caudillo militar, pero también puede ser un civil que llega al poder por el voto popular para ir copando las instituciones estatales, como estamos viendo actualmente. Para lo cual recurren a un uso intensivo de las nuevas tecnologías.
  • Las redes digitales han constituido una especie de plaza pública paralela, virtual, que, a diferencia del ágora, no admite el debate ni la argumentación razonada. Más que convencer se busca seducir apelando a sentimientos primarios. Predomina el mensaje corto y la afirmación categórica, poco importa si se ajusta a la verdad. Así se forman grupos cerrados de partidarios que repiten al infinito los mensajes.
  • La política pierde densidad y el discurso público se banaliza favoreciendo la emergencia de un nuevo tipo de populismo.

VI.- Maquiavelo recomendaba que las repúblicas renovaran periódicamente sus instituciones políticas para que no perdieran el sentido de sus valores originarios, cuidando de mantener a raya la corrupción, y establecieran normas que impidieran el ascenso imprevisto de líderes inescrupulosos que terminan transformándose en tiranos.

  • Cuando un determinado sistema político se degrada, estimaba que la emergencia de un líder sólo debiera tener como objetivo sanar las instituciones y no engolosinarse con su poder personal.
  • Ernesto Laclau en su obra “La razón populista“, ve el populismo como una herramienta para movilizar demandas sociales insatisfechas que el sistema político no logra abordar. El problema es el método y sus resultados.

VII.- Innenarity señala que para detener el populismo hay que mejorar las democracias, abrir sus instituciones, hacerlas más accesibles, transparentes y eficaces; reforzar la dispersión del poder y el sistema de controles. El desafío es como hacerlo cuando las nuevas tecnologías han transformado profundamente la comunicación política, la forma en que se relacionan los ciudadanos y el espacio público.

  • Es evidente la diferencia en tiempos entre la circulación de la información a través de las redes y el ritmo de toma de decisiones en las democracias. El ciudadano tiende a pensar, entonces, que el sistema político es inoperante.
  • Resulta paradojal que la democratización de la información pueda volverse contra las instituciones democráticas. La astucia del poder establecido apela a la gente para incrementar sus facultades y lograr legitimidad, aunque sea aparente o fugaz.
  • Hasta ahora no existe ningún ejemplo de reforma política sustantiva que haya tenido éxito en este campo. A lo más se han dictado leyes para regular el funcionamiento de las redes.
[1] También es autor de un libro titulado “Fascismo y populismo”

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