El legendario inversionistas Warren Buffett dijo una vez: “Precio es lo que pagas; valor es lo que obtienes”, una frase que ilustra la brecha entre precio y valor real, brecha que a veces, cuando hablamos de sostenibilidad, es grande. Recientemente hicimos un test ácido sobre esto y los resultados hablan por sí solos.
Para partir, un impactante 82% de las empresas ha comprometido objetivos de sostenibilidad, y de ellas, el 92% dice haber visto beneficios económicos directos de ellos. La sostenibilidad no sería solo una buena acción, es en realidad un buen negocio. Y se refleja tanto en ingresos como en costos: el 72% reporta mejoras en reputación, el 51% diferenciación en el mercado y una de cada cuatro empresas ha ganado acceso a nuevos mercados. En cuanto a los costos, el 47% reporta ahorros significativos y seis de cada diez empresas ven la eficiencia energética y la gestión de residuos como fuente de valor inmediato.
El 71% de las empresas ya tiene un plan de inversiones sostenibles. ¿Y a qué están apostando? A cambiar. Nueva infraestructura sostenible, nueva tecnología sostenible (63% y 50%), capacitación y certificaciones. No son inversiones baratas, pero sí estratégicas: estas empresas están redefiniendo el negocio. Los criterios para decidir son contundentes: 54% invierte por relevancia estratégica, 50% para cumplir con normativas y 46% para gestionar riesgos. Los datos muestran que la sostenibilidad no es solo “hacer las cosas bien”; es transformar el cómo se hacen.
Lo expresado anteriormente nos da indicios de lo que viene: las empresas están reformulando sus modelos de negocio para que la sostenibilidad y rentabilidad no compitan, sino que se potencien. Y quien no lo entienda así, se quedará ineludiblemente offside. Los datos dejan algo claro: el valor de la sostenibilidad no está en parecer responsable, sino en los ingresos que genera, los costos que reduce y los riesgos que gestiona.
En palabras del mago de la valoración, Aswath Damodaran: “El valor intrínseco de un activo está determinado por los flujos de efectivo que esperas que ese activo genere y por el nivel de incertidumbre que sientes respecto a esos flujos”. La sostenibilidad aquí es el factor temporal: conecta esa capacidad de generar flujos en el corto, mediano y largo plazo. Las empresas no están solo adaptándose; están construyendo una ventaja competitiva real, con un ojo en la rentabilidad y el otro en los riesgos. En un mundo cada vez más incierto, y volviendo con Buffet, solo una estrategia de negocios sostenible permite tener los pantalones bien puestos, aun cuando baje la marea.
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