Philippe Sands dice desde París que por estos días, aparte de estar de lleno dedicado a la escritura de su próximo libro de no ficción, llamado tentativamente Londres 38, lee en forma voraz a Roberto Bolaño.
Quizá lo más peculiar de ello es que la propia historia de los últimos libros de este abogado británico-francés se parece mucho a la segunda parte de los detectives salvajes, pues de los detalles de una gran trama surge otra y así sucesivamente.
Sands es uno de los más reputados abogados y profesor universitario de Londres y aunque en Chile lo conocimos en 1998 como uno de los acusadores de Augusto Pinochet, hoy es uno de los escritores de no ficción más destacados del mundo, título que logró gracias a sus artículos de prensa y a dos crónicas excepcionales e íntimamente enraizadas con su propia vida: Calle Este-Oeste (2016) y Ruta de Escape (2020), ambas publicadas en español por Anagrama.
La primera tiene como su eje a la ciudad polaca de Lviv y en ella aparecen varios personajes impresionantes, entre ellos el abogado de Hitler y gobernador de Polonia, Hans Frank, y el propio abuelo de Sands, Leon Buchholz, de origen judío.
Ruta de escape, en tanto, retoma el tema del nazismo y el mal por medio de los ojos de Niklas Frank (hijo de Hans Frank) y de Horst Wächter, hijo del también abogado y oficial de las SS Otto Wächter, quien, en un fútil intento por demostrarle a Sands que su padre no fue un criminal, puso a disposición de él sus cartas.
Fue en medio de dichos documentos donde apareció el detalle que tiene ahora a Sands escribiendo su nuevo libro. Se trataba de una carta redactada a fines de los años ’40 por el oficial de las SS Walther Rauff, en la cual este daba consejos a Otto Wächter acerca de cómo ocultarse.
Sands recuerda que al leerla (en 2015) escribió “Walther Rauff” en Google y “de inmediato aparecieron dos cosas: La primera es lo que hizo entre 1941 y 1942, con las cámaras de gas móviles, y lo segundo fue que había ido a Chile y había muchos antecedentes acerca de él trabajando con Pinochet en los años ‘70”.
Un seguidor, no un líder. Según señala, en ese momento se dio cuenta de que “en mi próximo libro escribiría acerca de la relación entre Pinochet y Rauff”, para lo cual se lanzó a buscar las siempre esquivas huellas que Walther Rauff dejó en distintas partes del mundo, especialmente en Chile y Alemania.
A la fecha, Sands ya completó un viaje de investigación al país, prepara otro para noviembre de este año, y un tercero (al menos) para 2023 tras los pasos del creador de las cámaras de gas móviles, en las cuales fueron asesinadas 97 mil personas, crímenes por los cuales la Corte Suprema chilena se negó a extraditarlo en 1963.
Su nuevo libro, que espera publicar en 2024, ya tiene incluso un título tentativo: Londres 38, con el cual alude a la ciudad donde Pinochet estuvo prisionero y también al cuartel de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) en que un ex prisionero dice haber sido torturado por Rauff.
Respecto de lo que ya ha hallado, señala que “ya empecé a encontrar los nexos entre la historia de Rauff y la historia de Pinochet”, la que se remonta a inicios de los años ’50, cuando se conocieron en Ecuador.
–¿Qué puede decir acerca de la personalidad de Rauff?
-A diferencia de (Hans) Frank y (Otto) Wächter, que eran hombres altamente educados, muy cultos, Rauff era diferente. No era una persona educada ni culta, aunque sí era inteligente, pero no era alguien ‘ideológico’, en el sentido de que tuviera una agenda política.
Era un seguidor, más que un líder, y creo que esencialmente era una persona pequeña, pero eso no lo hace menos interesante. De hecho, me parece muy llamativo que en todo el material que he visto de él no existe ninguna indicación de remordimientos o arrepentimiento por lo que hizo.
Hay, además, mucha evidencia de que él mantuvo su ideología y sus convicciones personales: Racista, anticomunista y antisemita. Era alguien que no leía, que no iba a conciertos, que no tenía otros intereses privados y que mantenía su antigua red de camaradas. Sus amigos eran militares, marinos.
Un hombre banal. El nombre de Rauff se conoció públicamente en 1961, cuando se efectuaba en Jerusalén el juicio en contra del comandante de las SS Adolf Eichmann, proceso que fue cubierto para The New Yorker por la filósofa judía Hannah Arendt, quien luego de ello escribió su famoso libro Eichmann en Jerusalén, un estudio sobre la banalidad del mal.
En este, Arendt planteó que el acusado no era un monstruo, sino un sujeto común y corriente, desprovisto de voluntad, de remordimientos y de empatía, para el cual el mal era algo banal y anodido.
-Lo que usted explica acerca de Rauff suena muy parecido a la personalidad de Eichmann y a la banalidad del mal. ¿Cree que la teoría de Hannah Arendt aplica en su caso?
Es una pregunta compleja. Mi suegro fue el editor de Hannah Arendt, pero debo decir que pienso que su teoría estaba errada, en el sentido de que no creo que aplique a Eichmann, porque como lo señala la psicóloga alemana Betina Stangneth en su libro sobre Eichmann, este sabía exactamente lo que estaba haciendo en el juicio.
-Ella dice que Eichmann actuó en el juicio, interpretando a un personaje.
-Así es. Eichmann era una persona más educada y reflexiva. Creo que él no era la personificación de la banalidad del mal, pero es una pregunta muy interesante saber si lo fue Rauff… y mientras más profundizo acerca de Rauff, más banal me parece”.
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