Son dos horas que no dan respiro. Esto podría ser El Hombre Equivocado (The Wrong Man), de Hitchcock, pero transcurre en Siberia y los agentes que persiguen al inocente son de la FSB, que, como bien lo dice uno de ellos, “antes le llamaban KGB”.
Esta es la Rusia de Putin (eso no más les digo). Y Kompromat es el nombre que se le da a una práctica recurrente de los servicios de inteligencia: inventar una causa contra alguien cuando les parece que es un espía (o porque sí).
El protagonista de esta historia es Mathieu (Gilles Lellouche), un francés algo desubicado, que ha llegado hasta la ciudad de Irkutsk como Director del colegio de la Alianza Francesa del lugar. Su joven mujer lo ha seguido hasta allá sin ninguna gana. Mathieu adora a la hijita que tienen.
La primera escena es un atisbo de lo que vivirá el desesperado sujeto, huyendo entre oscuros bosques. Y la película es el relato de cómo llegó hasta allí: su instalación en el colegio, una poco atinada performance como acto inaugural, el encuentro con Svetlana (la grandiosa Joanna Kulig, de Cold War) y la súbita captura que termina con él frente a un juez imperturbable que lo envía a prisión. Un lugar que hace que las cárceles de Bukele parezcan noruegas.
Con la ayuda más o menos discreta de la Embajada de su país (en rigor, él es una piedra en el zapato en las delicadas relaciones diplomáticas Francia-Rusia) y de la misteriosa Svetlana, casada con un “héroe de la guerra de Chechenia” en estado calamitoso y con un suegro de la FSB que ella detesta, Mathieu inicia una travesía para la que no está preparado en absoluto.
Tensa y salpicada de numerosos giros, en la película el director no solo se limita a seguir las desesperantes correrías de su torpe protagonista, en esos escenarios en que se traspasa el frío paralizante, donde la nieve es lo más luminoso con que nos encontraremos.
Siempre desde el punto de vista de Mathieu, el espectador va atando cabos y de a poco va entendiendo cómo este hombre corriente y más bien insignificante terminó enredado en algo que lo supera largamente. En este sentido, el filme, si bien es un thriller político intenso, es una mezcla de drama, tragedia y algo de romance.
Fascinante el personaje de Svetlana.
Kompromat
Dirección: Jérôme Salle
Guion: Caryl Ferey, Jérôme Salle
Música: Guillaume Roussel
Fotografía: Mathias Boucard
Reparto: Gilles Lellouche, Joanna Kulig, Michael Gorevoy, Sasha Piltsin
Francia, 2022
Duración: 127 min.
Esta película de Graef Marino (Johnny 100 Pesos) también desestructura el relato, pero además lo alterna con un juego meta cinematográfico. Porque su protagonista es un cineasta. Y lo primero que vemos es una filmación, un plano medio de una joven diciendo su parlamento a una cámara fija.
Luego, seremos testigos de una trágica (aunque delicada) escena que remite al final. Ambas secuencias se entrelazarán para cerrar la historia que hay tras El Vacío. El protagonista (Francisco Reyes) vive en un amplio y bellamente acondicionado departamento, de grandes ventanales, con una gran vista, en un buen barrio en Santiago.
Alguna vez fue un famoso cineasta pero la crisis creativa se ha prolongado hasta esta etapa crepuscular de su vida. Y con ello, las dificultades económicas: el departamento es de su madre, anciana y postrada, y él lo usa en comodato. Tiene un hijo que pronto parte a estudiar a Berlín.
Cuando inicia un romance con una mujer mucho más joven que él (Javiera Díaz de Valdés) la vida parece brindarle una nueva oportunidad. Pero lo que se abre como una bella historia de amor se cruza con dificultades propias de la vida cotidiana. Entre estas, la difícil hija adolescente de ella (ojo con Aída Caballero).
Graef Marino se vale de imágenes elocuentes —la silla de playa, el mar, los paneos por el largo pasillo, que cambian en sus distintos momentos— para conducirnos por el camino del deterioro, no solo de la relación, sino aquél arraigado sentimiento de derrota y fracaso que porfía en el alma del cineasta.
Como lo dice su título, lo que parecía un luminoso encuentro se desvela como la desesperación por llenar el vacío existencial que ambos experimentan y al que han llegado por muy distintos derroteros.
Esta es una película personal, íntima, de una honestidad que llega a doler. Sutil y desgarradora a la vez. Es esa clase de filmes que en lugares como Cannes tendrían a los críticos hablando de ella por el resto del año.
Una joyita delicada, muy por encima de lo que estamos habituados a ver por estos lares. Una película jugada. Si usted es cinéfilo, asómese. Esto es sobre el cine, el riesgo de ser artista, y, claro, la vida en general, y la de un cineasta en particular.
El Vacío
Dirección, guion, producción: Gustavo Graef Marino
Reparto: Francisco Reyes, Javiera Díaz de Valdés, Aída Caballero y Benjamín Gallo
Chile, 2023
Duración: 97 min.
En streaming
Advertencia: la polémica que rodea a esta recién estrenada serie no es gratuita. The Idol no solo no es para todo público sino que es definitivamente incómoda y puede resultar chocante a más de alguien.
Aunque fue estrenada en Cannes con una ovación de 5 minutos, ya las críticas surgieron cuando la revista “Rolling Stone” publicó un reportaje en marzo, basado en el rodaje y en comentarios filtrados, que apuntaban a que mientras la serie denunciaba la sexualización de la mujer, hacía lo propio con su protagonista.
Ya el despido de la directora Amy Seimetz había caído como una bomba. He ahí la pre-crítica. O crítica antes de. Pero una vez estrenado su primer episodio el domingo pasado, se sucedieron críticas escandalizadas, acusando la serie de perversa y obvia en su búsqueda de polémica, entre otras cosas.
¿Está The Idol denunciando o está practicando lo que denuncia? Lily-Rose Depp (hija de Johnny Depp) encarna a Jocelyn, una muy joven estrella pop, que en las primeras escenas está en plena sesión de fotos en su mansión, rodeada de un séquito de asesores y personajes ad láteres. Posa casi desnuda —de hecho, en un momento deja caer parte de su bata— y con la pulsera del hospital siquiátrico de donde ha salido hace poco.
“La enfermedad mental es sexy”, comenta en tono liviano una de las asistentes. Sí. Así de repulsiva puede ser.
Visualmente impactante, la cámara recorre los rincones de la mansión de día y de noche, los ensayos coreográficos en el jardín, pero también sigue a la protagonista y parte de su séquito a una disco donde conocerá a Tedros (Abel Tesfaye, el cantante conocido como The Weeknd), con quien inicia una relación que promete sumergirnos en algo mucho más pantanoso.
Más allá de un “vestuario” que a veces parece un “parche curita” y de las escenas de sexo explícito en que participa, Lily-Rose Depp ha sido capaz de dotar a su personaje de una fragilidad sutil, agazapada tras sus pasos aparentemente seguros.
Falta por ver la deriva que toma la serie en sus siguientes episodios para terminar de respondernos la pregunta del comienzo.
Lo que no se le puede negar a sus creadores (Sam Levinson es el mismo de Euphoria) es que nos tienen discutiendo sobre la total deshumanización de un mundo, el del “entertainment”, al que no le preocupa usar jóvenes casi adolescentes (algunos casi niños) y sacrificarlos como combustibles de la industria.
Y hemos conocido muchos casos.
The Idol
Dirección: Sam Levinson (Creador), Reza Fahim (Creador), The Weeknd (Creador), Amy Seimetz
Guion: Reza Fahim, Sam Levinson, The Weeknd, Joe Epstein, Mary Laws
Música: The Weeknd
Fotografía: Arseni Khachaturan, Marcell Rév
Reparto: Lily-Rose Depp, ‘The Weeknd’ Tesfaye, Jennie Kim, Troye Sivan, Debby Ryan, Rachel Sennott
EE.UU., 2023
Seis episodios de 50 min.
(Disponible 1 en HBO Max; los siguientes se exhiben los domingos en la noche)
Si bien se pudo hacer con la mitad de los 8 capítulos (o quizás en no más de 6), esta historia es de tal relevancia que vale la pena verla y escucharla, sobre todo si es una realización japonesa.
La tragedia que un terremoto, seguido de un tsunami, provocó en la planta nuclear de Fukushima Daiichi (11 de marzo de 2011 en Ōkuma) es narrada en detalle en esta dramática serie.
La catástrofe está relatada “desde dentro” y se estructuró en base a tres documentos: los Testimonios de los empleados de la Central Nuclear, un Informe elaborado por el jefe de la Central Eléctrica, Yoshida, quien lleva la voz principal en esta recreación; y el libro de un periodista.
Considerado el peor desastre nuclear desde Chernobyl (1986), los detalles que nos va entregando esta valiosa serie, no dejan de sorprender, pese a que todos estuvimos atentos a la noticia en desarrollo que fue aquello.
Los Días no solo nos adentra en lo que significó como tragedia —aquello que escapa a las decisiones y al control del ser humano— sino a las numerosas y decididas acciones heróicas de quienes terminaron entregando su vida, sabiendo a lo que se exponían, para detener lo que habría sido una irrecuperable hecatombe para su país.
También llaman la atención —aun dentro de las tensiones políticas y la actitud a veces muy dura del Primer Ministro— los gestos de humanidad (con mayúsculas) en esos terribles momentos, ciertas frases, actitudes y modos, todos discretos y delicados, aún en medio de una emergencia en la que se caminaba a ciegas.
Porque nada de lo que ocurrió pudo haber sido calculado, de manera que por muy preparados que estuviesen todos esos empleados, en realidad se enfrentaron a algo del todo inusitado.
Por cierto, hay reflexiones difíciles y profundas sobre un asunto tan sensible para Japón como es el tema nuclear y lo que sucede con la naturaleza. Cada episodio tiene lo suyo, pero el de cierre es muy potente.
The Days
Dirección: Hideo Nakata, Masaki Nishiura
Guion: Jun Masumoto. Libro: Ryûshô Kadota
Reparto: Koji Yakusho, Yutaka Takenouchi, Fumiyo Kohinata, Kaoru Kobayashi, Takuma Otoo, Ken Mitsuishi
Japón, 2023
Duración: Ocho capítulos de 60 min.
La atmósfera oscura -muy en la línea novela gráfica- y un protagonista, Elliot, que es a la vez (anti) héroe maldito, ser patológico y frágil, sabio e ingenuo, tan geek como jonkie, son parte del intenso cóctel de esta serie.
Y quién mejor que Rami Malek —con sus grandes ojos claros casi saliendo de su órbita, su cuerpo esmirriado y su aspecto de gacela asustada— para encarnar a Elliot, un escurridizo experto informático que trabaja en una compañía que vela por la seguridad de los sistemas de sus clientes.
Elliot tiene rasgos paranoides, la droga dura es parte de su vida y las únicas personas en que más o menos confía son su vecina y dealer, Shayla, y su amiga de la infancia y compañera de trabajo, Laura. De pronto Elliot se ve involucrado con un misterioso personaje, Mr Robot (Christian Slater), que lo atrae hacia su organización anarquista, la fsociety, integrada por un grupito de freaks de antología.
Este thriller -un mix de suspenso, intriga, misterio, cine negro, drama sicológico y social- fue creado por Sam Esmail, un nóvel director que en cada escena deja huellas de su cinefilia.
Esmail instala, con mucha desinhibición y naturalidad, temáticas y escenas de alto voltaje solo porque son parte de la historia y no como un recurso para “epatar” a nadie. La música electrónica de base -tan relevante como la cámara mostrando un Nueva York no tan conocido- se mezcla con temas de The Cure, Neil Diamond o Pixies.
Mr. Robot
Dirección: Sam Esmail (Creador), Jim McKay, Tricia Brock, Deborah Chow, Nisha Ganatra
Guion: Sam Esmail, Randolph Leon, Adam Penn, Kyle Bradstreet
Música: Mac Quayle
Fotografía: Tod Campbell, Tim Ives
Reparto: Rami Malek, Carly Chaikin, Portia Doubleday, Martin Wallström, Christian Slater; Michael Cristofer
EE.UU., 2015.
Duración: Cuatro temporadas, 45 episodios de 60 min.
Comedia negra, divertida hasta la carcajada. Lillehammer es el nombre de una pequeña y tranquila localidad noruega que llegó a ser famosa cuando fue sede de los Juegos Olímpicos de Invierno en 1994.
Hasta allá llega a asentarse un gángster neoyorkino, Frank Tagliano, gracias a un acuerdo con el FBI, tras delatar a su rival, antes miembro de la misma banda.
“¡¿Lily qué?!”, le pregunta asombrado el agente cuando Frank, ahora convertido en Giovanni Hamgrisen, le dice que allá quiere que lo instalen con su programa de protección de testigos. Giovanni -o Johnny, como le gusta que le digan-, un tipo con cara de mafioso italiano, se hace un espacio en el lugar, el más frío de Noruega, sin cambiar ninguno de sus usos y costumbres.
Ante la amabilidad pueblerina y el alto estándar cívico de los ciudadanos él responde igualmente atento. Pero cuando surge algún problema, se aparece el matón que en realidad es y pone en práctica lo que siempre le ha dado resultado.
El “choque cultural”, como gentilmente le llama un burócrata al que Frank-Johnny intenta sobornar. De aquí salta el humor que inunda esta serie protagonizada, co-escrita y musicalizada por Steven Van Zandt (Los Soprano), músico, productor musical y DJ, también conocido como Little Steven o Miami Steve.
Pero el “choque cultural” implica cambios en ambos sentidos: Johnny se vuelve un tipo amigable, mientras que las personas que lo rodean -tan pulcras, bien educadas y con un altísimo sentido del deber- a su vez van mostrando ese lado menos cívico que tienen perfectamente reprimido. Y cada cual tiene su debilidad.
Llena de personajes deliciosos, situaciones insólitas y momentos delirantes, no le teman al apelativo de “negra” a esta comedia con toques de drama, porque lo que domina aquí es el humor, con todas sus letras, mucho más que la violencia. Sorprendente, pero nunca chocante.
Lilyhammer
Dirección: Eilif Skodvin (Creador), Anne Bjørnstad (Creadora), Geir Henning Hopland, Lisa Marie Gamlem, Simen Alsvik
Guion: Anne Bjørnstad, Eilif Skodvin
Música: Frans Bak
Fotografía: Johan-Fredrik Bødtker, Jakob Ingimundarson
Reparto: Steve Van Zandt, Trond Fausa, Marian Saastad Ottesen, Steinar Sagen, Mikael Aksnes-Pehrson
Noruega, 2011
Tres temporadas, 24 episodios de 45 minutos
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