El propio autor dijo que si tuviera que salvar una obra suya del fuego sería esta. Para David Gallagher, autor de “Modern Latin American Literature” (1973), es “una magna novela sinfónica en que se confunden varios relatos entrelazados. La novela se sitúa en la dictadura de Manuel Odría (1948-56) en el Perú, y su estructura compleja tiene el efecto de sumirnos en una suerte de laberinto de abuso de poder, corrupción, sexualidad perversa y política inoperante”.
“Pero en ese laberinto el maestro sinfónico que es Vargas Llosa recoge cada hilo. No hay detalle en vano. La lógica de la sinfonía se va entendiendo a medida que la novela avanza. Una novela difícil, pero de las mejores que se han escrito en español”, dice Gallagher.
El crítico Héctor Soto, comenta: “No he vuelto a leerla y aunque no me emocionó del mismo modo que otras novelas suyas, creo que de pocos libros me llevé un asombro igual, sobre todo por la maestría de su construcción, por sus diálogos entrecruzados, por sus traslapes temporales y por su mirada desoladora del Perú de la dictadura de Odría”.
El director de la Escuela de Literatura Creativa de la Universidad Diego Portales, Álvaro Bisama, no duda en elegir esta novela: “Una obra maestra, total, cuya ambición de describir al Perú es capaz de cruzar a Balzac con un policial más callejero. Es su mejor libro: contradictorio, irrepetible, brutal, tan desaforado como absorbente”.
El escritor y guionista Simón Soto señala que “es de una perfección narrativa bastante excelsa. No hay nada al azar ahí. Está todo calibrado. Vargas Llosa ha llevado la forma de la novela hacia un estadio nuevo de complejidad, excelencia”.
El escritor Roberto Ampuero, añade: “Fue la primera vez que empecé a entender América Latina, la violencia, la traición, el racismo, el clasismo, la influencia de la cultura indígena, el poder. Era muy joven y me atreví con su lectura, creí que nunca la iba a terminar y no me di cuenta como la novela se me fue de las manos”.
Esta novela fue como un misil que impactó al mundo literario en los años 60. Un jovencísimo escritor peruano publicaba una novela deslumbrante, como si fuera el mejor alumno de Flaubert. El boom latinoamericano en su mejor expresión encandiló a los lectores del planeta, al igual que “Rayuela” de Cortázar, publicada el mismo año.
La historia transcurre en un colegio militar, de disciplina férrea, con el fondo de una ciudad sumida en la neblina. Para el lector los protagonistas se hacen inolvidables y la trama, construida de forma impecable, deja al descubierto la hipocresía y la violencia que esconde el Perú.
Para el crítico Héctor Soto, “fue la novela que destapó los cráteres de imaginación, rebeldía y buena literatura del boom latinoamericano. Fue una gran novela de crecimiento y desilusión. Fue la obra que nos enseñó que para tener éxito en sociedades como las nuestras debíamos mentir, engañar y traicionar”.
Según el escritor Simón Soto, autor de La pesadilla del mundo, “es la obra de un prodigio, de alguien poseído por el genio. Vargas Llosa la escribe a los 24 y la publica a los 26”.
La muerte de Vargas Llosa, como era de esperar, desató controversias en las redes sociales. Aunque nadie criticó su estatura artística, no faltaron los que cuestionaron sus posiciones políticas, que pasaron del marxismo en su juventud a un liberalismo en su adultez. Buena parte de la izquierda aún no le perdona su “conversión”, que tuvo su mayor expresión en su candidatura a la presidencia de Perú en 1990, cuando perdió ante Fujimori. Este proceso está magníficamente retratado en “El pez en el agua”.
Héctor Soto dice que “El pez en el agua, aparte de dar cuenta de la aventura que fue su campaña presidencial en el Perú, es el libro donde Vargas Llosa mejor entreabre las puertas de su intimidad. Es la historia, se diría que de contornos épicos, de cómo se convirtió en escritor”.
“Siempre quedará la duda si fue bueno que no ganara”, reflexiona Héctor Soto. “Creo que sí. Como alguien dijo, se perdió un presidente, pero se retuvo a un gran escritor. ¿Cómo habría quedado para la posteridad un Vargas Llosa presidente? ¿Hay en América Latina muchos presidentes que hayan terminado bien?”.
El escritor y crítico de cine Ernesto Ayala, añade: “Por la franqueza, el candor y la agudeza con que cuenta los días en que se inició como escritor. Por cómo esos capítulos, diáfanos, atravesados por el ímpetu de la juventud, contrastan con la política dura, áspera, enrevesada de una campaña presidencial en el Perú”.
Habitualmente ajena a las listas de las mejores obras de Vargas Llosa, pero entre sus lectores esta novela ocupa un lugar especial. Para algunos se trata del mejor retrato del izquierdismo afiebrado que contaminó algunas mentes latinoamericanas.
Álvaro Bisama comenta: “Tristísima, en esta novela se traza el perfil de un revolucionario perdido y que a veces parece una memoria de una ciudad y de un mundo desaparecido. Cogiendo las esquirlas de la política y en medio de su proceso de viraje al neoliberalismo, Mario Vargas Llosa busca a Mayta, héroe oscuro, para en realidad toparse con su propia imagen trizada mientras hace de la política una forma de la melancolía”.
Por su parte Simón Soto dice que es una novela “muy abierta en muchos sentidos. Nuevamente Vargas Llosa inventa una estructura, una dinámica, una arquitectura y una forma de lenguaje para poder narrar lo que quiere narrar”.
Explica: “Me parece también muy valiente políticamente, porque es una sátira o una ironía bastante triste pero lucidísima y ácida de la figura de la izquierda, en un tiempo donde habían compromisos bastante escandalosos de la izquierda, con Cuba, etc”.
De acuerdo a Simón Soto, “el retrato que hace de esa figura del revolucionario es muy adelantada a su época. Fue casi como un oráculo. Predijo no solo las aberraciones sino que también la inconsistencia de la izquierda y la izquierda extremista”.
Para cierta crítica esta fue la última obra maestra del autor peruano. De acuerdo a David Gallagher, se trata de “una gran novela de dictadura, en que el dictador esta vez es Rafael Leonidas Trujillo en la Republica Dominicana. La novela es magnífica. Es escrita con una pasión inusual”
“Me imagino que detrás de esa pasión hay algo de la rabia que Vargas Llosa le tenía a la dictadura de Fujimori desde que hizo su autogolpe en 1992. Hay descripciones terribles de cómo el poder de Trujillo se mete en la vida privada -hasta en la cama- de sus súbditos y súbditas, que no pueden hacer nada para detenerlo. Aun después de asesinarlo en 1961 le siguen teniendo susto”, comenta Gallagher.
Esta novela con rasgos autobiográficos, que narra la relación de un aprendiz de escritor con su tía 14 años mayor, es una de las favoritas de los lectores de Vargas Llosa. Porque demostró, tanto como en Pantaleón y las visitadoras (1973), que podía ser tan inteligente como divertido.
Ernesto Ayala la elige “por su humor. Por la energía que trasmite por la vida: es como si todo lo que cuenta vibrara. Por la mezcla que se arma entre los capítulos realistas, autobiográficos, en primera persona, y las historias de guionista radial, cada vez más demente, cada vez más desatado”.
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