En mi última columna “50 años después” subrayé el grado de vulnerabilidad de la economía chilena en 1973, basado en un informe del Banco Mundial (“Chile, una economía en transición”, 1980) sobre la crisis del modelo de sustitución de importaciones que culminó en la Unidad Popular.
Esta crisis transparentó la gran cantidad de distorsiones que exigía se necesitaba para microadministrar el modelo de sustitución de importaciones y de redistribución de rentas, que terminó obligando al estado a monetizar los grandes déficits fiscales de la época con su consecuente secuela de hiperinflación.
Nadie sospechaba que un tsunami económico golpearía las costas chilenas debido a la crisis global que había producido el alza de más de 6 veces del precio del barril de petróleo. Esta hizo caer en más de 40% el precio del cobre, que representaba el 85% de las exportaciones chilenas. Así, de alguna manera, el shock económico del ministro Jorge Cauas en 1975 le fue impuesto al país por la realidad internacional y la heredada vulnerabilidad autoinflingida.
La política de sustitución de importaciones que buscaba disminuir la vulnerabilidad macroeconómica local ante shocks externos había fracasado; Chile era extremadamente vulnerable siendo un país monoexportador con frecuentes crisis de balanza de pagos.
Por ejemplo, las exportaciones totales en 1974 llegaron a US$ 2.350 millones y las importaciones a US$ 2.000 millones. El saldo positivo de US$ 350 millones debía alcanzar para pagar US$ 185 millones de pagos de intereses y dividendos al exterior y amortizaciones de la deuda externa. Las reservas eran negativas y el país necesitaba importar petróleo y alimentos.
Teníamos una economía cerrada al mundo, con escasa complejidad en su matriz productiva, prácticamente sin inversión extranjera, con un sistema financiero autárquico y poco sofisticado. Codelco, Endesa, Chilectra, Cap, Enap, la Cia. de Teléfonos, Ferrocarriles del Estado, Iansa, Copec y CMPC, lideraban los 10 primeros lugares de un ranking por activos en 1975. Las ocho primeras eran empresas estatales.
De las cien primeras un 76% de los activos eran del Estado y un 77% del patrimonio. 70% de la inversión nacional era hecha por el Estado. Estas empresas eran responsables de una parte del déficit fiscal, el que como hemos señalado se financiaba recurriendo a la emisión monetaria. Así, en 1975, Endesa, Chilectra, Enap, la Compañía de Teléfonos y Ferrocarriles sumaban pérdidas por US$ 130 millones (US$ 715 millones en moneda de hoy). Solo Codelco y CAP tenían utilidades (US$ 24 millones y US$ 5 millones, respectivamente).
50 años después, el cambio en nuestra economía es enorme y ha permitido sortear grandes crisis globales sin caer en cesación de pagos ni sufrir descensos en la calidad de vida. El comercio exterior es una buena muestra del enorme cambio de nuestra economía. Las exportaciones de 1974, que en moneda de hoy equivalen a más menos US$ 13.000 millones, han aumentado a US$ 94.500 millones.
La importancia del cobre ha disminuido desde el 85% en 1974 a 46% en el 2023, a pesar de que la producción total de cobre pasa de 750 mil toneladas a 5,3 millones y Chile se convierte en el mayor productor mundial (era el tercero en esa época). Codelco produjo en 2023 1,3 millones de toneladas, por lo que gran parte del alza se originó en el boom minero privado de los últimos 30 años. El cambio radical de la institucionalidad minera y de protección a la inversión extranjera fue clave en ello.
La gran minería privada, inexistente en 1974, invirtió más de US$ 64.000 millones en 2010-2019. En 2022, estas empresas pagaron impuestos por US$ 4.600 millones. El empleo directo en minería es hoy de 278 mil trabajadores (33.000 en 1975) y el indirecto se calcula en 700 mil trabajadores. Además, el encadenamiento productivo de este sector es significativo.
No sólo el cobre muestra un crecimiento explosivo, sino también el litio, el yodo, el molibdeno y el oro. En 2023 Chile exportó 208 mil toneladas de litio, más de US$ 5.000 millones en exportaciones y varios miles de millones en ingresos fiscales. La producción de molibdeno se ha multiplicado por 4, la de oro por 15, la de plata por 10. La minería no cobre exportó más de US$ 12.000 millones el 2023. Ese monto no superaba los US$ 900 millones en 1974.
Otros sectores también reflejan esta mejora. En 1974, las exportaciones del sector agroalimentario no superaban los US$ 600 millones, mientras que solo en productos del mar, Chile exportó en 2023 US$ 8.800 millones. Las exportaciones del sector agropecuario fueron de US$ 13.000 millones el 2023, no superaban los US$ 200 millones el año 1974.
Finalmente, el sector forestal pasó de exportar unos US$ 170 millones en 1973 a cerca de US$ 7.000 millones recientemente. El empleo generado por estos sectores exportadores tanto directa como indirectamente supera las dos millones personas.
Es difícil cuantificar el grado de mayor complejidad y desarrollo de nuestra actual economía en relación con el Chile previo a la apertura comercial. Adicionalmente al asombroso despegue del comercio exterior, otras estadísticas reflejan el desarrollo del país y menor vulnerabilidad a los vaivenes de la economía global.
En 1973, Chile no contaba con reservas internacionales, hoy éstas superan los US$ 40.000 millones. Tampoco gozaba de un ahorro institucional que proveyera de fondos de largo plazo en moneda local tanto al gobierno como a los hogares y empresas, ni soñaba con emitir bonos en los mercados internacionales, algo que hoy nuestro estado puede hacer varias veces al año. Sin embargo, su principal fuente de financiamiento de largo plazo son los ahorros institucionales locales que se aproximan a los US$ 400.000 millones.
En 1974, la cantidad de autos en Chile apenas superaba las 400.000 unidades, hoy nos acercamos a los 6.500.000. Es así como los montos recaudados por permisos de circulación pasan de unos US$ 40 millones a cerca de US$ 350 millones. En fin, podríamos escribir decenas de páginas que demuestran que hoy la economía chilena es infinitamente más compleja, diversa y resiliente.
Sin duda que la tarea de mejorar su institucionalidad para retomar la senda de crecimiento es prioritaria, pero el punto de partida no tiene comparación. Soñar con un país desarrollado que se acerque a Portugal o España es hoy mucho más realista. Con la institucionalidad de los sesenta y setenta era imposible.
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