-El jueves el Museo de Bellas Artes fue rayado en una de sus techumbres. ¿Qué señal entrega este hecho?
-Es un reflejo de lo que ha pasado en Santiago, no solo en el centro, sino en toda la comuna, desde el eje Alameda hasta Matta. Un deterioro que viene un poco antes del estallido, pero que se agudizó con el 18-0 y lo que vino después, con los muros, los comercios, todos rayados, pintados, violentados. Eso no es grafiti, sino decadencia y suciedad.
Con el estallido se produce un desplazamiento de una forma de convivir de una parte de la sociedad chilena. Los edificios están enrejados, tapiados con latas, como pasa en las poblaciones con el narcotráfico, para protegerse de las balas locas, y eso se desplaza para el estallido. Hubo un desplazamiento de la cultura narco desde las poblaciones al centro de Santiago.
-¿Dices que viene de antes del estallido?
-El espacio público venía en deterioro. Desde principios de 2000 se empieza a acrecentar, empieza con las movilizaciones de los estudiante secundarios, que toman la Alameda y cada marcha obviamente incluía rayados generalizados en todo el trayecto.
Además, hay detalles, como la falta de basureros. Si no hay basureros en la calles, es porque la basura se va a acumular en cualquier lado. Esa es la metáfora que representa Santiago ahora: no hay basureros; entonces la basura está en todos lados.
-Tú eres conocedor de arte, has manejado galerías. ¿Estos rayados tienen algún valor?
-No, no. Lo que se pintó en el Bellas Artes es la expresión de un proceso que ha ocurrido en los últimos años, que es un marcado individualismo, una cosa narcisista, nada más. No es arte. Son apuestas sobre quién llega al lugar más alto, y deja su marca. No es una consigna. Es la firma, que es el centro del ego, y nada más que eso. Nada más que un simple gesto individualista. Los sujetos que andan pintando las murallas no reconocen el espacio que están pintando, les da lo mismo.
-¿De dónde crees que viene?
-Viene de una falla sistemática en la educación pública y subvencionada. Que un tipo se suba a la cúpula del museo de Bellas Artes y haga este rayado, revela un problema que viene arrastrando la educación, falta de educación cívica, la falta de reconocimiento a los espacios públicos y patrimoniales.
No sé si el tipo ha entrado alguna vez al Bellas Artes. Son chicos sin ideología, que no pertenecen a partidos, pero que pueden marchar en la marcha de los perros, de las bicicletas, de la marihuana, en la marcha que haya van a estar a ahí. Les da lo mismo el tema. En el fondo no participan de nada.
-¿Qué lo diferencia de un Banksy, por ejemplo, o del arte grafitero de los 80?
-La ausencia de pensamiento crítico. En Banksy o Basquiat o todo lo que fue el grafiti de los 80 en EEUU, había una problemática social, un signo político contra el racismo, contra la pobreza, la discriminación. Acá en Chile es solamente una cosa absolutamente machista. No hay otra cosa que un gesto machista y misógino.
-¿Te ha afectado este panorama en la librería?
-La librería está anclada en un espacio público, en un circuito cultural, de restoranes, hoteles, pero muchos locales han quebrado. Antes venía mucho abogado que trabaja en el centro, pero se han empezado a ir algunos estudios del centro.
Cambió el paisaje humano del centro. Entraron otros sujetos, a pelearse ese espacio público; entró prostitución, droga, delincuentes extranjeros que desplazaron a todos los chilenos que hacían el “lanzazo” en la calle, y robaban las cadenitas, pero sin mucha violencia. Y ahora entró una violencia que es más radical, te pueden matar por un celular, o cualquier cosa. Es un cambio muy fuerte, muy brutal.
-¿El negocio ha bajado las ventas?
-Mi socia, Paula Barría, ha administrado la librería 20 años, ha sido muy precavida de los gastos. Y gracias a eso hemos sobrevivido. Pero han bajado las ventas en general en todas las librerías de Santiago. No es por la venta online: yo creo que ha bajado el nivel de lectura. A nivel cultural han sido los años más duros. Saltándose la pandemia y el estallido, que ha afectado harto el área, venimos con un declive cultural muy fuerte. Tanto a nivel de museos, cines, hay un apagón muy fuerte culturalmente.
La gente que de alguna forma estaba acercándose a la cultura, antes del estallido, ya con la pandemia se metió en internet y no salió nunca más de ahí. Hay una población gigantesca que no salió más de internet, y no va a volver a tomar un libro, no va a volver a entrar a un museo ni volver a ver una obra de teatro.
-¿Hay una crisis de la cultura profunda?
-Siempre se destacaba que la cultura era de elite, pero ahora va a ser más de elite aún. La gente que se interesa en leer o ir al cine va a ser cada vez menos, lo cual agiganta la brecha social, brutalmente. Porque si la gente no tiene cultura termina en la última fila. La cultura hace un buen profesional, un buen profesor, un buen padre. Pero si no hay cultura dentro del espacio privado, es bastante desolador el panorama.
-Acaba de pasar lo de Salman Rushdie, que sufrió un terrible ataque en Nueva York. ¿Un signo de la intolerancia de este tiempo?
-Vamos a ver algo muy sintomático: cómo el mundo de la cultura en Chile, va a reaccionar con eso. Vamos a ver si los escritores hacen una carta masiva con respecto a esa intolerancia y el atentado que sufrió Salman.
No sé si la ministra de Cultura va a repudiar esa situación que es intolerable en una sociedad democrática. Debiera decir algo porque eso no puede volver a ocurrir en ninguna parte del planeta. Si nos quedamos callados, eso puede ocurrir en Chile y sería impensable.
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