El mundo entero está expectante frente al año que viene; los rezagos de la pandemia, la guerra en Ucrania, la desaceleración de China y el control de la inflación son una combinación compleja para cualquier economía. En el caso de Chile, los pronósticos son los peores dentro de Latinoamérica –decrecería un 0,5% según la OECD– y después de tirar la casa por la ventana durante la crisis covid, el gobierno tiene poco de qué agarrarse. En un país más endeudado al 41% del PIB, y que se gastó 66 mil millones de dólares de la jubilación, es más complejo hacer política fiscal contracíclica cuando se viene saliendo de un mal ciclo. Por lo mismo, el ministro Marcel ya salió a rechazar nuevos retiros, anunciar que la recesión ya está aquí y hablar de ayudas focalizadas. El tenor de sus palabras refleja lo que dicen los números: el PIB desestacionalizado no minero retrocedió 0,8% el tercer trimestre frente al anterior, durante septiembre se crearon un 20% menos de empresas que el mismo mes el año pasado, y se cumplen 13 meses con los salarios reales a la baja.
Con una billetera austera en la mano, no queda otra que meterle agilidad a la economía, y la gran oportunidad es darle un espaldarazo de verdad a la Pymes (esas que no marchan porque están trabajando). En sus zapatos, los principales temas son tres: seguridad, financiamiento y flexibilidad laboral. El resto es música.
Abordando el primero, la dura realidad es que al gobierno le está tocando ponerse los pantalones largos en temas donde su sector político solía hacerle el quite y están íntimamente relacionadas: economía y seguridad. No hay Pyme que no quiebre después de que vandalicen su local comercial, le asalten su bodega, le entren a robar los computadores o no pueda abrir tu tienda durante un par de semanas por disturbios. Para qué hablar de restaurantes que dependían turistas o vecinos que salían a comer de noche, ya no saben qué hacer. El punto es claro, lo mejor que este gobierno puede hacer por las pymes, es controlar la delincuencia.
Lo segundo, es el acceso a financiamiento en tiempo donde las tasas de interés van al alza. Acá probablemente el camino es una restructuración y aceitar los múltiples instrumentos de fomento que el Estado tiene disponible a través de diferentes instituciones; Corfo, Indap, Fosis, Sercotec y BancoEstado. Perfeccionar el proceso de licitación y operación de instrumentos como Fogain y Fogape es una gran oportunidad. Aumentar la eficiencia y bajar los costos de transacción, ampliando como canales a la naciente industria Fintech que se debería beneficiar de la reciente Ley de Finanzas Abiertas, es un vehículo concreto y eficiente para reactivar la economía. Es decir, lo que necesitamos es que todos esos fondos disponibles para préstamos y garantías sean capaces de llegar a más pymes, a mejor precio, con menos costos, pero pasando por el cedazo del análisis de riesgo de la industria financiera. Restructurar y modernizar nuestras instituciones e instrumentos de Fomento es una gran oportunidad.
Por último, y este punto cuesta suele incomodar a muchos, es hablar de flexibilidad laboral. Pongamos el tema arriba de la mesa con la actitud de 2023, no de 1960. Estamos hablando de habilitar contratos automáticos por horas en un clic y la simplificación para trabajar para empresas en Estados Unidos o en Europa. Por un lado, si tenemos empresas en un día, ¿cómo no vamos a poder legislar para tener contratos online por hora que paguen impuestos, salud y pensión debidamente, pero que estén dentro de un régimen de flexibilidad especial? La alternativa y realidad hoy, es la contratación informal (que está llegando al 30%), que cuesta revertir y genera más precariedad, además del riesgo de multas laborales para la Pyme. Por otro lado, miles de freelancers exportan servicios de todo tipo, pero en negro y con dificultad para escalar un buen cliente. En vez de perseguirlos, ayudémoslos. Simplifiquemos la exportación de servicios para Pymes y para personas individuales, abriéndoles el mercado. Estos dos temas seriamente pueden hacer la diferencia. Hoy las Pymes intentan correr con una legislación laboral que es una verdadera camisa de fuerza, por lo que no debería ser sorpresa que tan pocas lleguen a la meta.
Suena fácil decirlo, pero hacerlo es menos complejo de lo que parece. Es absolutamente viable. Lo que más necesitamos es voluntad política, profesionalismo y prolijidad al diseñar e implementar sendas políticas públicas. Para el futuro de nuestro país, construir un ecosistema para Pymes más robusto es clave para avanzar en nuestro camino hacia el desarrollo.
Este momento invita a tener una mirada distinta a la que hemos sostenido como país en los últimos años, que privilegie la rigurosidad de los análisis técnicos, en su sentido más amplio, alejada de los discursos pomposos, muchas veces carentes de contenido.
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