Reforma previsional y ministerio de Seguridad: Esta vez toca defender a los políticos. Por Ignacio Imas

Ex-Ante

Cuando las partes reconocen que el resultado está lejos de sus óptimos iniciales, pero valoran lo que se logró, es porque el acuerdo tiene sustancia. La Reforma Previsional no solo es urgente; es una oportunidad para reconstruir en algo las confianzas en nuestra política.


Sentimientos de molestia, asombro y, en ocasiones, tristeza son los que me genera de manera recurrente nuestra política y sus dinámicas diarias. Esa sensación de desazón y angustia no deja de inquietarme al mirar hacia el futuro cercano: una mayor polarización, un populismo en constante crecimiento y una incertidumbre que parece no cesar. Estoy seguro de que interpreto el sentir de más de alguno de quienes leen estas líneas.

Sin embargo, esta semana, algo se ha movido. Hay un halo de luz, un destello de esperanza que parece disipar por un instante las sombras. Dos hechos recientes nos permiten soñar con la posibilidad de que nuestra élite política deje de alimentar las pulsiones negativas.

Hablo, en concreto, de la promulgación del nuevo Ministerio de Seguridad y los avances en el acuerdo por la Reforma Previsional. Dos hitos distintos, pero con algo en común: ambos demuestran que, cuando hay voluntad, la política puede ser una herramienta de transformación y esperanza.

Es cierto que nuestro país se ha dedicado a solucionar los problemas creando mayor burocracia, y la creación de un nuevo Ministerio puede interpretarse como un gesto más. Pero no podemos ignorar que la seguridad, como tema central, se está escapando de nuestras manos. La institucionalidad que se crea era una medida impostergable, además de un gesto hacia la ciudadanía que debería marcar un hito. No es la panacea, pero es un paso en la dirección correcta.

Lo más destacable, sin embargo, no es solo la creación del Ministerio, sino el proceso político que permitió que esto ocurriera. Las izquierdas hicieron algo inusual: dejaron de lado las posturas identitarias y entendieron que este tema no podía ser monopolio de las derechas.

Reconocieron, aunque sea por un momento, que abordar el problema de la seguridad requería trascender las ideologías y asumir una postura pragmática. Por su parte, las derechas también dieron un paso importante. Renunciaron a cualquier mezquindad de negarle al gobierno un triunfo político en un tema donde, hay que decirlo, las diferencias ideológicas habían sido un obstáculo.

Dejar de lado el discurso de la “mano dura” y aceptar una aproximación más integral a la seguridad fue una concesión significativa. Este esfuerzo conjunto es un recordatorio de que, cuando las partes renuncian a las trincheras, el futuro se ve algo mejor.

Si el nuevo Ministerio de Seguridad es importante, lo que ocurre con la Reforma Previsional lo es aún más. Y no exagero al decir que este acuerdo puede convertirse en el hecho político positivo más relevantes de los últimos 15 años. Generaciones completas hemos esperado por una reforma que permita mejorar las pensiones, una política pública que, por su urgencia, debía haberse materializado hace años.

Pero, hasta ahora, el resultado había sido siempre el mismo: cálculo de corto plazo, críticas desmedidas y falta de voluntad para ceder tanto en detalles como en cuestiones medulares. Hoy, después de meses de conversaciones y titubeos, nuestra élite política optó por acercar posiciones y lograr un acuerdo. Un acuerdo en el que nadie se siente completamente satisfecho, porque todos debieron ceder en algo. Pero, paradójicamente, esa incomodidad es lo que lo hace valioso.

Cuando en política las partes reconocen que el resultado está lejos de sus óptimos iniciales, pero valoran lo que se logró, es porque el acuerdo tiene sustancia. La Reforma Previsional no solo es urgente; es una oportunidad para reconstruir en algo las confianzas en nuestra política. Este avance demuestra que la política puede estar a la altura de los desafíos del país.

Estamos acostumbrados a criticar a los políticos, a señalar sus errores y a desconfiar de sus intenciones. Es comprensible: la política, como oficio, está llena de decisiones imperfectas e intereses personales, sin embargo, debemos hacer un alto en ese comportamiento y ver que han estado a la altura en esta oportunidad; esta vez toca reconocerlos y valorarlos.

El avance en estos acuerdos, tanto en seguridad como en pensiones, no ocurrió por azar. Fue el resultado de semanas –y en algunos casos, años– de diálogo, concesiones y trabajo político. Fue posible porque los actores involucrados, pese a sus diferencias, entendieron que el país no puede seguir postergando soluciones a sus problemas más urgentes.

Es importante entender, a veces, que los políticos son seres humanos, con virtudes y defectos, pero también con la capacidad de construir consensos cuando el momento lo exige. Defender a los políticos no significa justificar sus errores o idealizarlos. Significa reconocer que, cuando logran acuerdos, como en esta ocasión, están cumpliendo con el propósito más noble de su oficio: servir para lograr resultados que vengan de las demandas ciudadanas.

Criticar es justo y necesario, pero también lo es reconocer los avances y respaldar los acuerdos que construyen un mejor futuro para todos. De cada sector dirán que gracias a ellos logramos esta meta, debemos dejar en parte que busquen ese reconocimiento popular, porque puede ser el incentivo para avanzar hacia otros temas que están aún pendientes como salud y modelo de desarrollo, entre otros.

Esta vez toca defender a los políticos, no porque sean perfectos, sino porque estos avances nos recuerdan que la política, con todo su desgaste, sigue siendo una herramienta fundamental para resolver los grandes desafíos que enfrentamos.

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