Se necesitan US$150 millones y alguien tiene que pagarlos. Ese habría sido el mensaje que el ministro de Energía, Diego Pardow, lanzó a los inversionistas del sector energético durante el reciente Chile Day. Ante la falta de recursos fiscales para financiar el subsidio a las cuentas de la luz, el Ejecutivo considera imponer un cargo a los pequeños generadores de energía, cambiando así las reglas que rigen al sector.
En lugar de ser una instancia para tender puentes con los inversionistas, el comentario provocó un tenso intercambio que sembró confusión y desconfianza. Este episodio refleja una preocupante improvisación por parte del Gobierno. Más grave aún, revela la contradicción profunda que lo aqueja y que tiene vastas consecuencias para nuestra economía.
Desde sus inicios, Chile Day ha sido una instancia estratégica para consolidar la imagen de estabilidad y crecimiento económico de Chile. Una de las ediciones más recordadas fue la de 2010 en Nueva York, cuando el presidente Sebastián Piñera abrió la jornada bursátil, un gesto simbólico que destacó el reconocimiento internacional hacia nuestro país. Aquel momento reflejaba el prestigio económico y financiero de Chile y una reputación consolidada como destino confiable para inversiones. Era un periodo de prosperidad económica, que, aunque no lo sabíamos en ese entonces, estaba cerca de llegar a su fin.
En contraste, la edición de 2024 se desarrolla en un contexto muy diferente, marcado por una década de bajo crecimiento económico y la persistente incertidumbre económica y social desde el estallido social de 2019. El objetivo de esta nueva versión, celebrada en París y Londres, era enviar una señal clara de que la economía chilena está en proceso de normalización, y que no debemos contentarnos con las proyecciones de crecimiento económico, que se encuentran incluso por debajo de las de la década anterior.
Justamente uno de los principales desafíos que enfrenta el país es lograr que la inversión vuelva a ser el motor de nuestra economía. Desde hace una década que está estancada, actualmente en niveles similares a los de finales de 2013. Si bien las proyecciones de inversión privada han mostrado un aumento, impulsadas principalmente por el sector minero, su materialización dependerá en gran medida de las garantías y seguridades que Chile pueda ofrecer.
Sabemos bien lo que se debe hacer para corregir el rumbo y, de hecho, ya hay varias políticas en discusión en esta materia. Pero, más allá de las medidas técnicas que se deben adoptar, lo que sucedió durante el Chile Day refleja un problema más profundo que aqueja al Ejecutivo. El Gobierno busca comunicar el mensaje de normalización, pero en sus acciones se transmiten incertidumbre y falta de coherencia. Un espacio que debía ser propicio para establecer puentes con los inversionistas se transformó en un desencuentro que pone en riesgo no solo oportunidades de inversión inmediata, sino que también la imagen de Chile como un país serio y confiable.
El reciente informe del PNUD ofrece una clave para entender el comportamiento del Gobierno y las contradicciones que observamos. Según el reporte, la ciudadanía percibe al gran empresariado como “villanos” que han inhibido la capacidad de impulsar los cambios necesarios. Aunque esta percepción no parece estar respaldada por los propios datos que usa el informe, sí parece influir en la conducta del Ejecutivo y en su relación con el sector privado.
No podemos darnos el lujo de seguir postergando la mejora de nuestros niveles de inversión. El último IPoM del Banco Central advierte que 2024 será el segundo año consecutivo con una caída en la inversión, además de revisar a la baja las expectativas para los dos años siguientes. Chile necesita instancias como el Chile Day para mostrar todo su potencial, como su rol clave en la transición energética global. Sin embargo, si no se produce un cambio de timón que reconozca a las empresas como aliados en la solución de nuestros desafíos económicos y sociales, las oportunidades de inversión seguirán diluyéndose, lo que terminará confirmando las sombrías proyecciones de crecimiento económico que se esperan para Chile en la próxima década.
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