La meta del gobierno es terminar el cuatrienio con 30% de apoyo. Todos los grandes cambios y reformas estructurales que se prometieron en 2021 no van más. Las cosas que sí se harán, serán las mismas que se han hecho siempre. Por lo mismo, la ambición del gobierno no es pasar legislación, es finalizar su mandato con dignidad.
El peor de los escenarios para Boric sería un quiebre en la coalición de gobierno. Una disputa abierta a tres bandas, entre el PC, el FA y el Socialismo Democrático, sería fatal. No solo mataría hasta la legislación más sencilla, sino que además dejaría un gusto amargo que empañaría el recuerdo de un Presidente que sin duda intentará volver a gobernar.
Por lo mismo, lo conveniente para el Presidente, considerando el estado avanzado del gobierno y la humilde agenda legislativa que hay sobre la mesa, es mantener el balance a toda costa. Es no poner en juego lo poco que se tiene. Es hacerles promesas a los propios sabiendo que, en el fondo, no son más que eso: promesas.
El Presidente lo sabe, y es, a todas luces, la línea en que está avanzando.
Un ejemplo de esto es cuando dijo que empujaría un proyecto de ley de aborto legal en la cuenta pública del 1 de junio, sabiendo perfectamente bien que no tiene ni tendrá los votos para pasar nada relevante en esa dirección. Sabe que el Congreso es una isla controlada por la oposición, y que los puentes para desembarcar fueron todos incinerados.
Así, es obvio que haber prometido un proyecto de aborto libre es una estrategia política y no una preocupación genuina por la salud pública. Es un guiño a la base y no un avance en materia de derechos sociales. Es un intento de amarrar a los propios en contra de los otros para dejar de manifiesto que el gobierno es de izquierda.
Lo mismo va con la condonación del CAE, que, de no haber recibido una paliza tan bochornosa en la prensa a solo unos días del discurso, se hubiese anunciado como el gran logro que dejaría atrás el gobierno. Para que no queden dudas: tampoco hubiesen tenido los votos para pasar.
En resumen, el objetivo del gobierno no es pasar legislación importante para la base de la izquierda, es decir que va a pasar legislación importante para la base de la izquierda. Dos cosas diametralmente diferentes. En cualquier caso, el efecto es el mismo. Al final, siempre se podrá decir que fue la oposición la que impidió avanzar.
Y no es solo el tono que viene de La Moneda lo que lo denuncia, es también el propio presidente que lo prepara y lo confiesa. En una reciente entrevista que el Presidente le concedió a CNN, dijo que “la derecha les habría notificado que no habrá acuerdo para que los más ricos paguen más”.
Sí, es abdicar de la responsabilidad de gobernar, pero eso es un costo menor considerando lo que está en juego políticamente. Lo importante es crear un enemigo para que los propios se apiaden, y cuando toque presentar la narrativa de la excusa, el apoyo será internamente transversal.
Ahora bien, no todo ha sido ni puede ser excusa. El gobierno también ha avanzado, pero no siempre por iniciativa propia. Más bien, cuando ha avanzado ha sido a la fuerza. Y en esos casos, para no ir en contra de lo prometido, se ha limitado a lo mínimo. Lo suficiente para evitar el colapso, el avance a lo que se llaman leyes cortas, que lejos de acercarse a un escenario ideal para el gobierno, al menos le ha permitido encontrado una forma para evitar el colapso.
Es el caso de las llamadas leyes cortas, que, si bien son avances relevantes, son en la dirección opuesta a lo prometido en la campaña. En el ámbito de las pensiones, el gobierno salvó a las AFPs a pesar de haber dicho que las iba a eliminar, y en el ámbito de la salud, el gobierno salvó a las Isapres, a pesar de que dijo que las iba erradicar.
Cierto, no sirve para la base, pero ciertamente es mejor avanzar algo, aun cuando sea en la dirección contraria a lo anunciado, que ser partícipe de un colapso social masivo. Al final, los dos caminos sirven para justificar no haber hecho lo prometido o explicar por qué se hizo lo diametralmente distinto.
Por lo demás, sirve para recordar lo fácil que resulta ser gobierno cuando la responsabilidad de gobernar se le adjudica a la oposición.
En lo macro, la estrategia política desenlaza en un escenario de statu quo. No habrá grandes desbalances para el país en lo que queda del gobierno. La normalización pasiva, que ocurre solo porque el gobierno no puede hacer lo que dijo que iba hacer y permite que se hagan cosas que dijo que no iba permitir, le hace bien al país.
Es triste, pero es cierto: el país se normalizó cuando la oposición del gobierno anterior dejó de ser oposición y cuando como gobierno dejó de gobernar. Sin nada más, las excusas y las explicaciones que ha dado, y que seguirá dando, para no avanzar le harán bien al país. Irónico, considerando todo, pero es lo que hay.
Así, es perfectamente posible que el gobierno llegue a su meta de terminar su mandato con un nivel de apoyo en torno al 30%. Incluso, podría ser más alto, si se considera que cada vez será más bajo el rigor del escrutinio bajo el cual se someta al Presidente y su gobierno. Cuando las expectativas son bajas, son fáciles de cumplir.
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