Problemas malignos. Bachelet I, Piñera I, Bachelet II, Piñera II, Boric I … y de acuerdo a los recientes resultados electorales, lo más probable – salvo algún imprevisto de gran magnitud – es que la próxima presidenta sea Evelyn I. ¿Tiene esto alguna explicación estructural, o ha sido el simple fruto de las coyunturas electorales? Me atrevo a aventurar una explicación.
Los problemas malignos de Chile. Tenemos una temible lista de problemas sociales malignos que, o se vinieron encima de Chile en los últimos 20 años, o a lo menos se recrudecieron en este período: 1) violencia intrafamiliar severa en al menos 25% de los hogares; 2) epidemias de obesidad y de deterioro de la salud mental infanto-juvenil; 3) delincuencia creciente, especialmente juvenil, con la consecuente percepción de inseguridad; 4) fuerte penetración del crimen organizado y los narcos; 5) anomia colectiva, entendida como la pérdida de normas y valores – cívicos, jurídicos o incluso religiosos – lo que lleva a muchas personas a sentir inseguridad, insatisfacción y poca confianza en el futuro del país.
Problemas no malignos. A estos cinco problemas, que por cierto interactúan intensamente entre sí de tal modo que se incrementa su perversidad, se agregan otros cinco “no malignos”, que en principio se podrían arreglar más rápido, si es que hubiera (sueño del pibe) suficiente liderazgo, recursos, eficacia gubernamental y parlamentaria: 6) mala calidad de la salud y educación pública; 7) cárceles como escuelas del crimen; 8) inmigración descontrolada; 9) pésima atención a los menores vulnerados e infractores; 10) decreciente crecimiento económico, de exportaciones, inversión privada, productividad y capacidad de generación de empleo decente. Obviamente, estos problemas “no malignos” empeoran o al menos dificultan el abordaje de los “malignos” y viceversa.
Ardiente alternancia. Ocurre que los problemas, no malignos y malignos, no comienzan a resolverse de manera significativa en ningún período de gobierno y la ciudadanía, pesarosa e insatisfecha, hacia el final del mismo le echa la culpa al único que se la puede echar… al gobierno que está terminando.
El doblemente maligno sistema político. Aventuremos que el progresivo deterioro observado entre 2005 y el presente se debe en lo principal a que el sistema político se fue al tarro de la basura, con lo que ya se sabe: hiper-fragmentación en el parlamento, y períodos presidenciales de tan solo 4 años, para peor con elecciones municipales y regionales al medio, lo cual lleva en la práctica a que los gobiernos, del signo que sean, tengan no más de dos años efectivos para implementar sus programas de gobierno, y para peor con un Congreso cuasi paralizado y lleno de acusaciones constitucionales espurias. Es fácil imaginar qué tanta mella se le puede hacer en dos años efectivos a los diez problemas arriba enumerados.
Catch 22. El problema fundacional y doblemente maligno es que los menos interesados en arreglar el sistema político son… los mismos que lo deben arreglar: los parlamentarios que están disfrutando del sistema, con dietas y asignaciones que se ubican entre las más altas del mundo, dedicados alegremente a tratar de reelegirse en lo que sea.
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