Óscar Landerretche: “Frente a China y EE.UU., Chile tiene que ser neutral como Suiza”

Juan Cristóbal Villalobos

El economista socialista y académico de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile, advierte sobre los efectos que tendría para nuestro país una política comercial basada en el “mercantilismo”, impulsada por el próximo gobierno de Donald Trump. “Eso sería dramático. Los dos sectores exportadores chilenos estrellas son los salmones, que se envían a Estados Unidos, y las cerezas, que llegan a China. Es decir, no podemos escoger”, alerta Landerretche.


¿Cómo ves 2025 en términos económicos?

La gran duda es si realmente Donald Trump cumplirá las promesas más radicales que hizo durante su campaña. En el corto plazo, implementará políticas que no son exclusivamente “trumpistas”, sino que son las mismas que tomaría un gobierno de centroderecha republicano, es decir, rebaja tributaria, desregulación, impulso al petróleo local, y medidas en esa línea.

Eso fue lo que provocó, una vez que se supo de su triunfo, una reacción positiva y entusiasmo sobre las perspectivas de la economía norteamericana para el próximo año. Otra cosa es si eso será sustentable en el tiempo. El que se dinamice la economía norteamericana es importante para Chile, especialmente porque en 2025 China y la Unión Europea -los otros dos mercados importantes para las importaciones chilenas- van a experimentar una cierta desaceleración.

¿Cómo esto afectará a nuestro país?

Aquí no se ha entendido lo que realmente quiere hacer Trump: lo suyo no es proteccionismo, sino que mercantilismo. El que haya dicho estar disponible para firmar un tratado de libre comercio con Argentina por su cercanía con el Presidente Javier Milei, es un ejemplo de eso.

Imponer el mercantilismo en el comercio internacional significa revivir algo que surgió en la Revolución Industrial, cuando los grandes imperios competían por los mercados con la lógica de: si formas parte del imperio o colaboras con él, hay libre comercio, pero si estás fuera o te acercas al otro imperio, te impongo aranceles.

Eso mismo dice Trump: pondré impuestos a los países que estén con el imperio rival, es decir China, y potencialmente, la Unión Europea. Para el próximo presidente, el ser aliado de Estados Unidos significa comerciar de una manera que no implique que los trabajadores norteamericanos sigan perdiendo puestos de trabajo.

¿Cuán radical crees que Trump será con estas medidas?

Algunos confían que esa retórica fue solo para ganar la elección, y que su gobierno no será tan radical. Aunque otros dicen: cuidado, ahora Trump viene con más ganas y extremo. Esa es la gran incertidumbre. Muy sinceramente, no sé qué pasará. Lo que surge en torno a este mercantilismo es tan nuevo y distinto, que es muy difícil predecir cuáles serán sus alcances y sus tiempos. Es una pregunta abierta.

¿Cómo debería reaccionar Chile ante esta incertidumbre?

Un mundo mercantilista nos afectaría mucho porque nuestras exportaciones están diversificadas. Necesitamos mercados libres y un comercio normado por instituciones que den gobernabilidad; al ser un país chico, es vital para nosotros que existan reglas claras y que el comercio no se base en el dominio del más fuerte.

En ese escenario, estaremos obligados a optar entre China y Estados Unidos.

Esto es más dramático aún. Actualmente, los dos sectores exportadores chilenos estrellas son los salmones, que se envían a Estados Unidos, y las cerezas, que llegan a China. Es decir, no podemos escoger. La estrategia debería ser muy pragmática para intentar, si efectivamente se produce este nuevo mercantilismo, quedar fuera de esa guerra. Nos ayuda el ser un país pequeño que no compite con sectores estratégicos de ninguna de estas dos potencias.

¿Es posible? En 2021, a raíz de las protestas de Estados Unidos, el gobierno chileno tuvo que anular la licitación para la fabricación de pasaportes adjudicada a una empresa china.

Frente a China y EE.UU., Chile tiene que ser neutral como Suiza. Asegurarle al mundo que aquí todos los inversionistas son bienvenidos y que se compite en igualdad de condiciones. Sin embargo, también hay que anticipar un escenario en el cual no sea posible ser neutrales. Ya ha habido momentos en los que ambas potencias nos han mostrado los dientes en temas como el de los pasaportes y el litio.

Y Chile siempre termina optando por Estados Unidos…

Efectivamente, pero no olvidemos que el 40% de nuestro comercio exterior es con los chinos. Si finalmente nos obligan a escoger, hay que pensar seriamente cómo navegamos diplomática y comercialmente para que eso tenga el mínimo impacto en nuestra economía.

Algunos analistas afirman que un ejemplo de la disputa entre estas potencias es la construcción en Perú del Puerto de Chancay, financiado por capitales chinos. Mientras, Estados Unidos estaría interesado en invertir en el puerto de San Antonio.

Yo soy más bien escéptico respecto a la escandalera frente a la eventual amenaza que el Puerto de Chancay significaría para Chile. De hecho, desde antes de la Independencia, siempre en América del Sur han existido dos puertos principales: Lima y Valparaíso, y han sido complementarios.

En realidad, es positivo para nosotros el que la economía peruana ande bien. Más que estar preocupados de los peruanos, deberíamos solucionar el atraso, absolutamente ridículo, de la ampliación de San Antonio, que es un puerto mucho más grande que Chancay. Paralelamente, hay que invertir en infraestructura y conectividad. Y eso independientemente de si Estados Unidos lo quiere financiar, porque, en realidad, a San Antonio nunca le han faltado recursos.

¿Qué te parecen las declaraciones del Presidente Gabriel Boric de que los empresarios chilenos tienen un “pesimismo ideológico” al momento de invertir?

La verdad es que me cansa estar comentando operaciones comunicacionales tan obvias y sin sentido, montadas cuando La Moneda tiene una crisis puntual por un subsecretario acusado de un crimen horrendo. Lo que buscan las empresas es maximizar el valor de sus negocios. Así de simple y claro.

En la minería, por ejemplo, se invierte en países con dictaduras de izquierda y de derecha; con gobiernos musulmanes y cristianos. Además, los grandes proyectos están pensados para los siguientes 30 o 40 años y a este gobierno le queda un poco más de un año. El problema es que los empresarios también agarran papa con estas peleas de cabros chicos.

¿Crees que hay espacio para acuerdos que permitan hacer las reformas que se necesitan?

Luego de los años convulsos que ha vivido Chile, el sistema político se ha ido equilibrando. Se ha producido un fortalecimiento del centro, y la centro izquierda se está reconstituyendo y tiene potencia electoral. Por otra parte, la centro derecha ha logrado contener a su flanco derecho más extremo. Incluso, figuras del Frente Amplio como Tomás Vodanovic están madurando hacia posiciones más centristas.

Es posible construir acuerdos, pero se debe hacer en forma rápida y no quedarse solo en discursos. Es urgente impulsar un fast track para la inversión en infraestructura, vivienda y obras públicas; y terminar con la permisología y la burocracia.

Yo le recomendaría a todos los posibles candidatos presidenciales enfocarse en mejorar la gestión pública. Chile necesita gerentes públicos que sepan mover el aparato estatal para generar los cambios.

Hace algunos años tú exploraste la posibilidad de ser candidato presidencial. ¿Eso lo tienes descartado?

Completamente. Hoy la política tiene códigos y un lenguaje que me desagradan. Predomina una comunicación estridente, irresponsable y narcisista, en que básicamente el debate público es una oportunidad para insultarse y no para debatir ideas. Incluso personas que conozco bien y que sé que están en contra de esto, se ven obligados a sumarse, porque así es el mundo que han construido las redes sociales. Yo no tengo las destrezas para participar en algo así. Mi aporte al país lo hago enseñando en la universidad y con mis libros.

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