Abril 29, 2023

Narcocultura (Segunda parte): el llamado “Sinaloa chileno” y las creencias de los carteles de marihuana del secano costero

Carlos Basso

Más de tres millones de pesos mensuales ganan los sujetos que cuidan las plantaciones distribuidas entre cerros y quebradas de las regiones de Coquimbo y Valparaíso. Este es un reportaje coproducido por T13 y Ex-Ante. A continuación el segundo capítulo de una serie de tres.


Uno de los lugares más peculiares de Chile, en lo relacionado con el narcotráfico, dice relación con el secano costero de las regiones de Coquimbo y Valparaíso, en cuyos cerros y quebradas se vienen descubriendo desde hace varios años múltiples plantaciones de marihuana.

Tal como sucedió en el estado mexicano de Sinaloa en los años ‘70, muchos terrenos anteriormente agrícolas han ido cediendo espacio a este monocultivo y en torno a su explotación han nacido verdaderos carteles de drogas, como lo explicó el 16 de enero recién pasado, ante la Comisión investigadora de la Cámara de Diputadas y Diputados, el Jefe Nacional Antinarcóticos y de Crimen Organizado de la PDI, el Prefecto Inspector Paulo Contreras.

En la oportunidad, el oficial señaló que existe mucha preocupación por lo que ocurre especialmente en el Valle de Quilimarí (comuna de Los Vilos), señalando que “hay una proliferación extraordinaria de cultivo de cannabis” y que la zona de cultivo “abarca desde el Valle de Limarí hasta la parte más septentrional del Choapa, con cultivos grandes”.

A modo de ejemplo, indicó que en 2022 fueron incautados 579 kilos de marihuana procesada allí y que en las primeras dos semanas de 2023 ya llevaban 1.275 kilos, refiriéndose a la diligencia realizada por su jefatura junto con la Fiscalía Sur de Santiago, en la cual los detectives detuvieron a dos personas en la quebrada Lo Muñoz, luego de ocho meses de investigación, en busca de los sujetos que proveían de marihuana a distintos traficantes del sector sur de la capital.

En total, se trataba de 2 mil plantas en proceso de crecimiento y más de 600 kilos de cannabis ya procesada, además de armas de fuego y municiones.

Tal como es frecuente en esa zona, las plantas contaban con sistemas de regadío, con fertilizantes y con una serie de medidas de protección, incluyendo guardias armados.

La eclosión del cultivo en esa zona, explicó el prefecto Contreras, obedece a que el cierre de fronteras producto del Covid disparó los precios internos de la droga y ello incrementó la producción local.

“Estamos hablando de un valle que, con una prospección aérea, nos da bastantes sorpresas. No hay una, sino cuatro medialunas de rodeo en un sector donde años atrás solo había ganado caprino; tenemos caballos de carrera a la chilena al interior, que son de un alto monto; todos tienen piscinas, todos tienen vehículos cuatro por cuatro”, ejemplificó, comentando que en esa zona un sujeto que pasa tres meses cuidando las plantaciones percibe ingresos por 10 millones de pesos.

Violencia desatada. Es mucho el dinero en juego y eso explica también la proliferación de la violencia en la zona, con bandas armadas que ejercen el control territorial del lugar. De hecho, Contreras recordó el ataque contra personal de la Brigada Antinarcóticos y contra el Crimen Organizado (Brianco) de Los Vilos, el 18 de octubre de 2021, cuando dos detectives que investigaban en la zona resultaron lesionados al ser emboscados en el sector de Infiernillo, donde sujetos armados los golpearon severamente, les robaron sus armamentos y sus placas policiales y además incendiaron el automóvil en que se movilizaban, como lo informó la Fiscalía.

  • A este respecto, cabe mencionar que el principal sospechoso del ataque fue identificado como Patricio Cortés Aguilera, de 22 años, miembro de uno de los clanes de cultivadores de marihuana del secano costero.
  • El sospechoso, sin embargo, fue hallado sin vida seis meses más tarde en una quebrada, cuatro días después de que la policía incautara más de 200 kilos de drogas en el sector. El cadáver de Cortés fue encontrado en un estado avanzado de descomposición y hasta la fecha no ha sido posible determinar su real causa de muerte.

Los carteles. El Prefecto Contreras precisó en la instancia parlamentaria que los detectives atacados casi fallecieron y que hasta antes de ese hecho “pensábamos que eran simples narcotraficantes cultivadores de marihuana, pero resulta que cuando usted tiene una organización que, además del cultivo, cosecha, traslada y comercializa, está frente a lo que se define como un cartel”.

  • En efecto, según señaló, “un cartel es aquella organización que maneja desde la producción hasta la comercialización -cartel deriva de la palabra alemana kartell-, que tiene monopolio, y eso se puede dar en un fenómeno que todavía es aceptado socialmente, que es la cannabis”.
  • Dentro de este año, de hecho, debería llegar a juicio uno de los carteles desbaratados un poco más al sur, luego de una investigación de varios años realizada por la Brigada Antinarcóticos y contra el Crimen Organizado de La Calera y el fiscal Maximiliano Krause, de la Fiscalía de Análisis Criminal y Focos Investigativos (Sacfi) de Valparaíso.
  • Según la investigación, el grupo era liderado por Germán Ponce Catalán, quien efectuó a lo menos ocho grandes cultivos de marihuana en quebradas ubicadas al norte de la Región de Valparaíso, para posteriormente cosechar y vender la droga a diversos traficantes ubicados entre La Serena y Santiago
  • Se trataba de un grupo muy grande y conformado por distintos agricultores, que fue cayendo en detenciones sucesivas, y, al igual como sucedía con los narcotraficantes de Camiña, les interceptaron varias llamadas en las cuales daban cuenta de la necesidad de contar con “brujos”.

 Los audios. Sin embargo, diversas escuchas evidencian que, en realidad, los niveles superiores de la organización ya estaban contando con dicha asesoría. En una escucha previa a esa fecha uno de miembros del grupo llama a una mujer, a la cual saluda efusivamente y luego le dice en tono de reproche “Oiga, está la media cagá acá, poh. Entraron al fundo, hicieron tira los candados, pero no sé si llegaron al lugar, no sé todavía”, refiriéndose a un allanamiento policial.

  • Ante ello, la mujer le responde con mucha calma, como si fuera una asesoría de asuntos legales o económicos:

—Ya, voy a verlo altiro, ¿ya?

Un par de días más tarde el mismo sujeto (Rafael Abarca) la llama de nuevo y la saluda con desazón. Esa jornada, la PDI había efectuado una nueva incautación en una de las plantaciones.

—Buenas noches.

—Buenas noches. Quédese tranquilo —le dice ella, con un leve acento extranjero.

—¿Qué le pasó? —pregunta Abarca.

Al principio, no se entiende bien el tenor de la pregunta, pero más adelante queda claro que le está exigiendo explicaciones acerca de por qué no predijo la batida policial.

—Estuvimos revisando ya… está bueno. Como me gusta ser responsable y hacer correctas las cosas, ehhh… hay un premio para usted, pero usted tiene que estar calladito, ¿ya? —responde ella, aparentemente tratando de desviarlo hacia otro asunto.

—¿Un tema para mí? Ya.

—Para usted solo.

  • La estrategia tuvo éxito momentáneo, pues a continuación se pusieron de acuerdo en cuándo verse y en lo relativo a “los corderos”, como llamaban a las plantas de marihuana en clave.
  • Sin embargo, Abarca volvió al ataque, dejando entrever de forma más evidente su insatisfacción, diciéndole “pa’ qué vamos a hablar del tema” y luego la acusa diciéndole que “no me alumbró”.
  • Ante eso, la mujer señala que el sábado le va a explicar en persona lo que sucedió, pero en definitiva da a entender que la culpa no es de ella, pues “yo dije que fueran a ver todos los animales y no los fueron a ver, porque uno se despistó, le voy a explicar bien”.

—Bueno, ya, ya—replica Abarca, con una suerte de desdén.

—Ahí le voy a explicar, si no es tampoco como usted me diga. Yo le voy a explicar bien cómo fue la cosa.

—Igual dejaron ahí como 100, los corderitos más chicos que habían, los dejaron.

—Sí, sí, si yo estuve revisando, viendo. Por eso le estoy diciendo -agrega la seudo vidente, con tono imperativo, molesta por la queja y la duda acerca de su “trabajo”.

Asuntos internos esotéricos. En otro llamado se vuelve a escuchar una voz que parece ser la de Abarca, quien saluda con un “buenas noches, señora”, luego de lo cual va directo al grano y pregunta a la “bruja” qué novedad tiene. Aparentemente, sospechaba que alguien de su grupo estaba filtrando información y ella se lo confirma:

—¿Y cómo cuáles? ¿Qué persona? ¿Me puede decir? —pregunta ansioso.

—La misma gente que está trabajando.

—Ya. ¿Uno solo o dos?

—Sí… o sea, ese llevó a otro, pero que también él sabía que estaban ahí —responde ella en forma ambigua.

  • Abarca trata de exculpar a su gente y le pregunta si quizá se trata de personas del sector y “no de los socios-socios” frente a lo cual ella le responde “mándeme los nombres por WhatsApp, los nombres de los socios, pero lo que veo yo es que están involucrados con usted”.
  • Luego de otro diálogo, ella insiste en que le envíe las identidades de sus socios y ella responde “mándemelos nomás, yo le digo altiro y se lo puedo decir de frente”, tras lo cual Abarca se despide de ella con una muestra increíble de la fe que tenía en ella: “yaaaa… cuídeme”.
  • Por cierto, nada de eso le sirvió. Abarca fue detenido pocos días después, junto a varios sujetos más, con cinco kilos de marihuana a granel, motivo por lo cual quedó en prisión preventiva, a inicios de 2019.

Los brujos. Poco después de eso, el 9 de agosto de 2019, otro de los supuestos integrantes del grupo, Adolfo Ponce, conversaba con un sujeto desconocido, quien le preguntaba si cree en los brujos.

  • Ante ello, Ponce respondió algunas vaguedades, pero el interlocutor le indicó que algo le había comentado al patrón sobre esto y “que era así, que había que ponerle nomás”, dando luz verde a la contratación de supuestos psíquicos.
  • De hecho, en la conversación queda en evidencia que ya habían hablado con una mujer que cobraba inicialmente 300 mil pesos por asesorarlos como vidente, aunque luego rebajó el valor a 250 mil, agregando que “no es de acá, sino del extranjero”.
  • Además, Ponce señaló que “había un viejito que trabajaba así” y que gracias a él, los miembros de otra organización narco que no se menciona “estuvieron como cuatro años en una parte y nunca les pasó nada”.

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