El próximo plebiscito nos enfrenta a la disyuntiva de definirnos entre dos opciones, Apruebo o Rechazo. Blanco o negro, nada de grises. Resulta desgarrador, pero así opera la democracia: una elección forzada entre alternativas cerradas escritas en una papeleta, no una guiada por la compleja noción que cada uno pueda tener acerca de lo correcto o incorrecto, el bien y el mal. Esto mismo obliga a ponderar cuidadosamente la decisión que se tome, más aún cuando se trata —como en este caso— del marco valórico-jurídico que ordenará nuestra convivencia por un tiempo largo.
En Chile el proceso constituyente se ha realizado con inéditos niveles de transparencia. Hemos dispuesto de toneladas de información y análisis, gracias a aquellas provenientes de la Convención encargada de la redacción de la nueva Constitución Política, y al trabajo de los medios de comunicación y de los entes académicos que le han dado seguimiento. Aunque el tiempo ha sido escaso, los ciudadanos hemos tenido ocasión de reflexionar y deliberar. Ojalá las opiniones y proposiciones externas hubiesen sido aún más incidentes, pero, con todo, ellas han conseguido imponer algunos temas y corregir otros.
Así las cosas, ha llegado la hora de pronunciarse. Lo hago por el Apruebo, y ello a pesar de haber sido crítico público de muchos aspectos del proceso constituyente; a pesar de tener dudas sobre varias dimensiones de la propuesta; y a pesar, también, de que muchos de mis compañeros de ruta y generación se han volcado, con buenas razones, por el Rechazo.
Sé perfectamente que en elecciones de este tipo —me refiero a aquellas que implican promesas, o quizás amenazas—, los factores emotivos son mucho más relevantes que los racionales, y que a menudo estos últimos solo sirven para justificar los primeros. De hecho, ante un texto de la ambición del que tenemos por delante, nunca faltarán aspectos del mismo que sirvan de evidencia para fundamentar sea una opción o la contraria, ambas determinadas ex ante por factores difícil de verbalizar. De ahí que lo mío no son razones: son apenas motivos.
Los motivos que expongo dicen relación con tres dimensiones: el significado del proceso mismo, las definiciones del texto propuesto, y las consecuencias que ambas opciones (Apruebo o Rechazo) tendrán sobre el paisaje político y la evolución del país.
Mi argumentación no es de tipo constitucional, campo sobre el cual declaro mis limitaciones e inhibiciones. Pero no nos hemos escapado de las leyes de hierro de los economistas para rendirnos dócilmente ante la lógica inflexible de los constitucionalistas. Mi raciocinio es más bien de corte sociológico y cultural, con mucho de vulgar sentido común, y por cierto está abierto a la refutación.
Para facilitar la exposición, he ordenado este argumentario pensando en las razones de mis amigos y cercanos por el Rechazo. El propósito no es convencerlos —como indiqué, es algo que estimo poco probable—; es simplemente explicarme y así mantener los puentes abiertos. Cualquiera sea la alternativa que gane, habrá mucho que hacer juntos.
1. “Estamos pagando el costo de un pecado capital: haber aceptado la participación de listas de independientes en la elección de convencionales, lo que dejó a los partidos políticos con una representación exigua”.
2. “¿Cómo puedes avalar los resultados de una Convención donde primó el protagonismo de personas que no son expertas en materias constitucionales, y que fueron a ella a expresarse vía performances antes que a trabajar diligentemente en un texto difícil, técnico, que requería de acuerdos amplios?”.
3. “La CC fue manejada por un puñado de intelectuales que impusieron teorías, lenguajes, normas e instituciones que son exógenas a la historia del país”.
4. “La CC se farreó la oportunidad de construir la “casa de todos”. ¿Por qué? Porque en lugar de incorporar a las minorías de derecha, las estigmatizó y marginó; y en lugar de proponer un texto consensual que hubiera hecho del referéndum un mero trámite, nos somete a un plebiscito de salida altamente polarizado”.
5. “No encuentro tan malo el texto propuesto, pero no puedo sumarme a un movimiento por el Apruebo donde están los que plantean instaurar los soviets, las feministas rabiosas, los ecologistas favorables al decrecimiento, los indigenistas que reclaman el desmembramiento de Chile, más los comunistas que plantean que esta es la madre de todas las batallas”.
6. “Esto hay que tomárselo en serio. Es el futuro del país el que está en juego. De esto dependerá si Chile sigue siendo una democracia y si continúa en una ruta de prosperidad o se convierte en una Argentina o, lo que es peor, en una Venezuela”.
7. “Estoy de acuerdo en que hay muchos aspectos de una Constitución que son más retóricos que prácticos. Pero hay uno fundamental: el que define cómo se expresa la soberanía popular, cómo se distribuye el poder y cuáles son sus contrapesos. La llamada “sala de máquinas”. En esta materia, la propuesta constitucional deja mucho que desear. Deja vacíos graves, no regula adecuadamente los diferentes poderes y debilita ciertas instituciones fundamentales, como la Presidencia y el Poder Judicial”.
8. “De la “sala de máquinas”, lo que menos me gusta es el inmenso poder que coloca en manos de las mayorías políticas, las cuales —como sabemos— son extremadamente veleidosas y manipulables por líderes populistas, autoritarios o inescrupulosos. Una buena Constitución se mide en sus contrapesos, y aquí son muy escasos”.
9. “Estoy de acuerdo en que Chile tiene una deuda con los pueblos originarios. Concuerdo también en que hay que encontrar mecanismos que faciliten su participación política, así como en ofrecerles una mayor autonomía a sus territorios. Pero de ahí a declarar la plurinacionalidad, concederles escaños reservados, darles representación en todas las instituciones del Estado, crear sistemas especiales de justicia, dotarlos de autonomía territorial y establecer la necesidad de su consentimiento, como lo propone el borrador de Constitución, es ir demasiado lejos. Conducirá a un desmembramiento y debilitamiento de Chile y hace del orden constitucional rehén de los pueblos originarios”.
10. “Una Constitución no es un campo de experimentación. Las ideas que contenga deben estar digeridas, porque es un texto destinado a orientarnos por muchas décadas. No podemos equivocarnos. Lo que se apruebe en el plebiscito no tiene vuelta atrás”.
11. “La propuesta introduce materias que no estaban en la agenda de octubre de 2019. Se pone al día en materia de derechos sociales, pero incluye muchas otras dimensiones que son totalmente exógenas (naturaleza, feminismo, descentralización, pueblos originarios), las que responden a la influencia de ciertos intelectuales cosmopolitas antes que a las demandas de los grupos sociales más vulnerables”.
12. “Lo óptimo son Constituciones breves, enfocadas en lo fundamental, que es la forma como se organiza el poder, dejando cualquier otra materia al juego democrático. La propuesta de la Convención es lo opuesto. Es mezquina y poco precisa en su cometido básico, y en cambio es generosa y detallada en materias que son de orden programático y que no debieran ser parte de la Constitución; entre ellas, las que dicen relación con los derechos sociales, la protección de la naturaleza, la descentralización, los pueblos originarios y los derechos de las mujeres”.
13. “La propuesta elaborada por la CC es excesiva y, por lo mismo, impracticable. Anuncia derechos por doquier, pero estos no tienen soporte en las posibilidades materiales y económicas del país, lo que será fuente de constantes y paralizantes conflictos”.
14. “La propuesta de la CC contiene disposiciones que vuelven muy difícil, si no imposible, su reforma, como aspiran ingenuamente algunos partidarios del Apruebo. Los cerrojos y candados que le pusieron son superiores a lo que se ha propuesto en cuanto a rebajar, de dos tercios a cuatro séptimos, el quórum para reformar la actual Constitución”.
15. “Si alguien tiene reparos al texto propuesto por la Convención, no tiene lógica Aprobarlo para luego introducirle ajustes, correcciones o reformas. Es mejor votar Rechazo y desde ahí iniciar un nuevo proceso que nos conduzca, ahora sí, a una Constitución que nos interprete a todos”.
A continuación el artículo completo:
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