-¿A la derecha le ha costado asimilar el golpe de la derrota en el plebiscito?
-La derecha quedó con hartas tareas. Porque antes de la elección, existía la ilusión de que el próximo gobierno iba a ser de derecha y no había dudas sobre eso. Y yo creo que lo que ocurrió en el plebiscito demuestra que hubo una cuestión más potente.
Fue una mezcla de hastío y de sensación de engaño, que tuvo la mayoría de la población. Fíjate que nosotros en Libertad y Desarrollo, algunos de los datos que hemos mirado dicen que el 23% de la gente que votó por la derecha el 7 de mayo, vale decir para los consejeros, después votó en contra. Según el Panel Ciudadano de UDD, el 43% de las personas que desaprueban el gobierno de Boric votaron en contra. Entonces aquí no hubo tanto alineamiento político.
-¿Un agotamiento frente a cinco elecciones en 4 años sobre el proceso constitucional?
-Es como la famosa frase “esto no prendió”: después de cuatro años, parece que la gente perdió la ilusión. Una tentación típica de la política es empezar a buscar culpables.
Yo encuentro que en la derecha ningún sector puede echarle la culpa exclusivamente al otro. Parece obvio decir: esto es culpa de Republicanos, porque ellos eran los que tenían las mayoría. Y al final no hicieron una Constitución que lograra el objetivo.
Por otro lado, la respuesta fácil del republicano es decir: fueron los de Chile Vamos los que nos metieron en este proceso, que no era necesario. Lo que sí es claro es que si no hay unidad de la derecha, de Republicanos y Chile Vamos, la derecha no va a ganar las próximas elecciones.
-¿Ustedes han calculado el costo directo de estos 4 años?
-Alguien dijo que eran 150 mil millones de pesos. Es mucho más. O sea, el costo directo son 280 mil millones de pesos, considerando nada más que los costos de realizar las elecciones y de remunerar a la gente que participó en todo este proceso.
Pero si uno suma todos todas las inversiones que no se realizaron, los empleos que no se recuperaron, la pérdida de bienes públicos y privados durante la revuelta, es mucho más que eso. Fue un costo muy grande para finalmente salir sin resultado.
-¿Hubo falta de experiencia en Republicanos?
-Siempre se pueden hacer elucubraciones de que si hubiéramos cambiado esta cosa, a lo mejor se hubiera aprobado. Es cierto que hubo falta de experiencia política o inflexibilidad de parte de Republicanos de no cambiar algunas cosas, que era obvio que había que cambiar.
Pero creo que eso no habría variado fundamentalmente el resultado. Puede que hubiera significado algunos votos, pero no la cantidad de votos de diferencia que hubo: 1 millón y medio de votos. Lo que hay que hacer ahora es mirar hacia adelante. Porque la derecha no puede confiar en que es tan malo el gobierno, que finalmente va a haber un triunfo de la centroderecha la próxima vez. Yo creo que eso no está asegurado.
-¿La derecha no ha sacado las lecciones de la derrota todavía?
-Estamos recién en el proceso cuando estás un poco golpeado. Y estás tratando de ver cuál fue la patente del camión que te atropelló. Es un proceso que hay que hacer estos días. Algunos intentan echarle la culpa a los otros. Yo creo que eso es un error.
Una cosa buena que quedó para la derecha es que se puede trabajar con gente como Demócratas y Amarillos, que han demostrado que son capaces de cruzar el charco del Sí y el No. Y con ellos nos une un tema fundamental, que es la lealtad con las instituciones de la democracia. Eso se observa en la centroderecha, en Amarillos y Demócratas. Pero no en la izquierda.
-¿No crees que hay dos almas en el oficialismo?
-En el gobierno de Boric cuesta ver dos almas. Porque hay un alma que es un alma en pena.
-¿Cuál?
-El Socialismo Democrático. La verdad es que las figuras de ese sector, las que tienen influencia y peso en el gobierno, como Álvaro Elizalde y Carolina Tohá, no se diferencian en nada importante de lo que hace el Gobierno. Creo que Elizalde y Tohá están pensando exclusivamente en alguna fórmula para mantenerse en el poder.
-¿Crees que potenciar una alianza con Demócratas y Amarillos es viable?
-Eso es una oportunidad para la centroderecha y para los sectores de centro. Esa es la clave con la cual hay que leer estas elecciones. Es decir, buscar la unidad no solamente en la centroderecha, sino que con el centro.
Esa es una tarea en la que hay que ser generoso. Y creo que esa es la tarea que viene por delante, más que las recriminaciones sobre quién tiene la culpa o la discusión prematura de quién tiene que ser el candidato o la candidata.
-José Antonio Kast dijo que no quería competir en primarias sino ir directo a primera vuelta y Javier Macaya respondió que primero había que ver cuál es el techo de cada candidato.
-Yo la encuentro una candidatura prematura. El objetivo de cualquier persona que quiere votar a la derecha y que quiere alejarse del proyecto refundacional de Boric, tiene que ser ganar no solamente las elecciones presidenciales, sino que hay que construir mayorías en el Parlamento.
-¿Incluso con quienes están más a la derecha de Republicanos y votaron en contra?
-Creo que son liderazgos que no son unitarios. En todas las elecciones hay candidatos tipo ME-O, tipo Parisi, porque nuestro sistema de financiamiento de la política remunera los votos. De esa forma puedes ser un eterno candidato.
Pero me da la impresión que no hay un liderazgo sólido, consistente, que esté a la derecha de Republicanos y de Chile Vamos, que vaya a ser una amenaza. Y, desde ese punto de vista, creo que hay que trabajar con un espíritu de unidad..
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