Es altamente probable que Evelyn Matthei sea la próxima presidenta de Chile. La mayor amenaza para su probable gobierno es que para un sector del oficialismo (FA-PC) el estallido solo está “en pausa”. La izquierda nunca aceptó el rechazo de su Constitución como una derrota estratégica, sino solo como un “traspié” táctico, atribuyéndolo a la manipulación de la derecha. Su discurso no ha cambiado.
El peor escenario para el oficialismo. Las elecciones del fin de semana marcaron un antes y un después para la oposición, que obtiene un claro respaldo ciudadano recibiendo más votos, eligiendo más alcaldes, concejales y Cores que todos los partidos del oficialismo juntos. A lo que habrá que agregar una importante alza en la cantidad de Gobernadores en la segunda vuelta.
- Lo que en cierto modo fue una sorpresa porque las cosas no se veían nada de bien hace solo unas semanas.
- El escándalo del denominado “caso audios”, que terminó arrastrando al exministro Andrés Chadwick, sucesor “in pectore” del expresidente Piñera, tenía a la derecha contra la pared.
- Toda la maquinaria del gobierno, encabezada por el mismísimo presidente Boric estuvo por semanas dedicada a instalar en la opinión pública la idea de que el escándalo “Hermosilla” era ejemplo de la corrupción y abuso de poder de la derecha.
- A eso se sumó el caso Cubillos y la Universidad San Sebastián, estigmatizada como un bastión o refugio de líderes derechistas que recibían sueldos millonarios con cargo al erario nacional.
- También estaba la seguidilla de desencuentros entre los Republicanos y Chile Vamos, que brindaron un triste espectáculo en los meses y semanas previas a la elección.
- Muchos analistas vaticinaron que el Partido Republicano sería el más votado de la derecha fortaleciendo la opción de José Antonio Kast como candidato presidencial.
- Sin embargo, ocurrió todo lo contrario. La derecha moderada y dialogante fue la que salió victoriosa y Renovación Nacional recuperó el centro como el partido más grande de la oposición.
- Así se configura el peor escenario imaginable para el oficialismo. La disputa presidencial ya no será contra la derecha extremista hegemonizada por los Republicanos.
Matthei con un pie en La Moneda. Los resultados del fin de semana consolidaron el liderazgo moderado que representa Evelyn Matthei respaldada por la coalición más votada de la derecha.
- Lo anterior aparece refrendado por las encuestas: tras una caída de varios puntos, Matthei alcanzó su nivel máximo de aprobación, con un 31%, mientras que Michel Bachelet registró una estrepitosa caída.
- Eso marca un fuerte contraste en el oficialismo cuyos liderazgos aparecen “pulverizados”, en parte por las esquirlas del caso Monsalve que se llevó de “las mechas” las aspiraciones de Carolina Tohá.
- Hoy la izquierda se aferra a la remotísima e improbable posibilidad de que el reelecto alcalde de Maipú deshonre su compromiso y abandone al 80% de los maipucinos que votaron por él.
- Lo que nos lleva a la conclusión de que es altamente probable que la próxima presidenta de Chile será Evelyn Matthei, que en caso de resultar electa no la tendrá nada de fácil.
Lo que hay detrás del silencio oficialista. Como pudimos comprobar, el quinto aniversario del denominado “estallido social” pasó sin pena ni gloria, salvo incidentes menores provocados por grupúsculos insignificantes de ultraizquierda.
- Pero el silencio oficialista de ninguna manera puede interpretarse como un repudio a todo lo que pasó ni menos como una renuncia al uso de la violencia disfrazada de movilización social en el futuro. Especialmente con una inquilina de derecha en La Moneda.
- Los que protagonizaron las movilizaciones durante el estallido están “inactivos”, porque son parte del gobierno, como la CUT, que durante el estallido formó la “Mesa de Unidad Social” que convocaba grandes concentraciones y promovía paros nacionales como telón de fondo, siempre acompañados de violencia.
- Lo mismo ocurre con el Partido Comunista y el Frente Amplio que, pese a sus discrepancias con el tinte “socialdemócrata” actual del gobierno, no tienen interés en agitar las aguas. Aun cuando destacan que las demandas del estallido están insatisfechas.
Bachelet cruza el Rubicón. Para entender la génesis del estallido hay que remontarse al 21 de julio del 2016, cuando en el Patio de Los Cañones del Palacio de La Moneda Michelle Bachelet inició los Cabildos Constitucionales en compañía del entonces ministro Marcos Barraza.
- La presidenta Bachelet ya había “cruzado el Rubicón”, cuando decretó que la constitución vigente era “ilegítima” y el principal obstáculo para la construcción de una sociedad más justa.
- Los Cabildos “auto convocados” desataron una gigantesca cobertura mediática que amplificó el impacto de las 85 mil consultas individuales y los nueve mil encuentros autoconvocados.
- De ahí emergió un diagnóstico “terminal” de un Chile plagado de injusticias donde solo una ínfima mayoría podía acceder a una vida decente; ¡con un conjunto de propuestas para una nueva constitución que sería la “madre de todas las batallas”, para dejar atrás el país más injusto del mundo!
- Ese fue el discurso que asumió el movimiento estudiantil y buena parte de la izquierda y que encarnaron Alejandro Guillier como su candidato presidencial, después que el Partido Socialista desechara a Ricardo Lagos por ser demasiado proempresarial; y Beatriz Sánchez por la extrema izquierda.
- Discurso que se repitió “ad nauseam” durante todo el gobierno de Sebastián Piñera, marcó el fin de la política de los acuerdos, polarizó al país y terminó con Gabriel Boric en el poder.
La violencia como un fin en sí mismo. Lo que comenzó como una protesta por el alza del transporte público escaló rápidamente a niveles de violencia y destrucción sin precedentes en la nueva era democrática, poniendo al país en una crisis de gobernabilidad.
- Se trataba de derribar el neoliberalismo imperante y cambiar el sistema económico de libre mercado que había permitido que Chile fuera uno de los países más estables y prósperos de América Latina.
- Pero lo más trágico fue la forma en que buena parte de la izquierda abrazó y justificó la violencia como herramienta legítima de la lucha política. En lugar de condenar los actos de destrucción muchos de sus personeros los validaron como una respuesta a “décadas de desigualdad”.
- Esta narrativa transformó la violencia en un fin en sí mismo, una fórmula para forzar cambios rápidos sin pasar por los canales democráticos e institucionales propios de un estado de derecho.
- A estas alturas ya nadie hablaba de las demandas que llevaron a más de un millón de ciudadanos pacíficos a manifestarse de manera espontánea. Entre las que nunca figuró el cambio de la constitución.
- El proceso constituyente fue la respuesta institucional a una situación que amenazaba la estabilidad misma del gobierno; y que fue vista, inicialmente como una oportunidad para canalizar las demandas sociales de manera democrática.
Estallido “en pausa”. El rechazo de la propuesta de la Convención dejó en claro que el estallido fue el intento de una minoría audaz que buscaba imponer su visión de país. Un repudio a los partidos políticos de izquierda que se dejaron seducir por la violencia.
- Hoy no se atreven a celebrar el estallido que con tanto entusiasmo respaldaron, porque las encuestas muestran que la ciudadanía lo terminó repudiando.
- Pero, de tanto en tanto, insinúan que si no se aprueban sus reformas podríamos enfrentar un evento similar.
- Una especie de “Espada de Damocles” que amenaza nuestra convivencia democrática. Prueba de ello es que hasta el día de hoy el gobierno no se atreve a reponer la estatua del General Baquedano y la tumba del Soldado Desconocido en la Plaza Italia por temor a las manifestaciones. ¿Qué pasará si la oposición llega a la Moneda con Evelyn Matthei?
- No se puede predecir, más allá de tener la certeza absoluta de que aumentarán exponencialmente las movilizaciones sociales. Lo que no necesariamente significa que habrá un nuevo estallido violento, pero que tampoco se puede descartar.
- Para un sector del oficialismo (Apruebo Dignidad) el estallido solo está “en pausa”. La izquierda nunca aceptó el rechazo como una derrota estratégica, sino solo como un “traspiés” táctico, atribuyéndolo a la desinformación y manipulación de la derecha. Su discurso no ha cambiado.
- Apruebo Dignidad no ha abandonado su agenda refundacional y desde la oposición no tendrán ningún incentivo para moderarse. Más bien todo lo contrario.
- Podrían llegar a la conclusión que ser una oposición implacable acompañada de la movilización social sería el mejor curso de acción para revindicar su proyecto y pasarle la cuenta a la derecha.
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