Lo que Vargas Llosa advertía hace tres años era que las ideas eran importantes y que había que trabajarlas o se llegaba a una política en que los llamados más atrabiliarios iban a ser los ganadores. Por eso es que mañana la gran masa de electores votará en contra de alguien y no por algo en lo que crea.
La evolución de las ideas. Cuando Mario Vargas Llosa publicó La llamada de la tribu (Alfaguara, 2018, 313 páginas), Chile parecía ser lo que alguna vez Sebastián Piñera llamó un oasis en la región. Tres años después, el país se enfrenta a la elección más polarizada e incierta de las últimas décadas, después de haber pasado por una ola de violencia inédita y una pandemia que colocaron la economía por el suelo y prácticamente destruyeron el sistema de pensiones para millones de personas. El país está partido en dos y cada quien se aferra a sus dogmas y santos, a su tribu, para encarar el lunes.
- La llamada de la tribu tuvo como inspiración el extraordinario Hacia la estación de Finlandia, de Edmund Wilson, un ensayo que cuenta la evolución de la idea socialista desde Jules Michelet en adelante.
- “Me vino entonces –dice Vargas Llosa– la idea de un libro que hiciera por el liberalismo lo que había hecho el crítico norteamericano por el socialismo: un ensayo que, arrancando en el pueblecito escocés de Kirkcaldy con el nacimiento de Adam Smith en 1723, relatara la evolución de las ideas liberales”.
- El libro es una serie de perfiles de grandes referentes liberales: Adam Smith, José Ortega y Gasset, Friedrich August von Hayek, Karl Popper, Raymond Aron, Isaiah Berlin y Jean-Francois Revel. Y también una biografía intelectual de Vargas Llosa, desde su marxismo juvenil, el castrismo y luego su arribo a las ideas liberales.
- Al borde de la elección de la mañana, La llamada de la tribu se lee con gusto. Porque lo que Vargas Llosa advertía hace tres años era que las ideas eran importantes y que había que trabajarlas o se llegaba a una política en que los llamados más atrabiliarios iban a ser los ganadores. Por eso es que mañana la gran masa de electores votará en contra de alguien y no por algo en lo que crea.
- Es un libro donde no hay dogmas. Y eso le debiera molestar a más de algún dogmático.
El espíritu de la tribu. Popper llamaba el “espíritu de la tribu” –ese que usan los demagogos y los dictadores y ambos– “al irracionalismo del ser humano primitivo que anida en el fondo más secreto de todos los civilizados”. Es la base del nacionalismo y de otros males, y había sido contenido por la racionalidad y la cultura democrática, pero que ha estado reapareciendo “de tanto en tanto debido a los terribles líderes carismáticos, gracias a los cuales la ciudadanía retorna a ser masa enfeudada a un caudillo”.
- La historia del liberalismo, contada por Vargas Llosa, no pasa por alto las desigualdades y miserias latinoamericanas. Pero también tiene presente –porque están vivas y coleando– las dictaduras militares caribeñas de izquierda, algo que los liberales de Europa en el siglo XX también tenían al frente cuando escribían y actuaban.
- En la seguidilla de perfiles que aborda Vargas Llosa se destacan el del maltratado Adam Smith, un señor algo distraído que se consideraba antes filósofo y moralista que economista, y menos padre de la economía, y que lo que buscaba, explica Vargas Llosa, era hacer una “ciencia del hombre” y entender cómo funcionaba la sociedad.
- También Raymond Aron, que veía a marxismo y nazismo como religiones seculares, y que encaró el mayo del 68 con una claridad asombrosa. “Las proclamas de los rebeldes contra la sociedad de consumo revelan, dice (Aron), su ceguera y su dogmatismo pues la ‘sociedad de consumo es lo único que permite mantener a decenas de miles de estudiantes dentro de la universidad’”.
- Se trata de historias de personas inquietas, llenas de dudas. De esos zorros que sacan de quicio a los erizos que en el mundo han sido; gente dispersa con mirada dispersa y múltiple de la realidad que no tiene una explicación para la sociedad y que por eso escapan al fanatismo y lo desprecian. Pluralistas.
- Precisamente el capítulo dedicado a Isaiah Berlin, un pensador que –dice Vargas Llosa– consiguió, como Flaubert, “abolirse, invisibilizarse, dar la ilusión de que sus historias son autogeneradas”, le da oportunidad a Vargas Llosa para despacharse un párrafo que leído ahora, después de olas de marchas, pandemias, campañas, franjas y rectificaciones programáticas, describe bien treinta machucados años que al final no eran tan malos, como dicta ahora el consenso.
Extracto seleccionado:
- “Hace ya bastantes años perdí el gusto por las utopías políticas, esos apocalipsis –como el de Sendero Luminoso en el Perú de los años ochenta del siglo pasado– que prometen bajar el cielo a la tierra y, más bien, provocan iniquidades peores que las que quieren remediar. Desde entonces pienso que el sentido común es la más valiosa de las virtudes políticas”.
- “Leyendo a Isaiah Berlin vi con claridad algo que intuía de manera confusa. El verdadero progreso, aquel que ha hecho retroceder o desaparecer los usos y las instituciones bárbaras que eran fuente de infinito sufrimiento para el hombre y han establecido relaciones y estilos más civilizados de vida, se ha alcanzado siempre gracias a una aplicación sólo parcial, heterodoxa, deformada, de las teorías sociales.
- “De las teorías sociales en plural, lo que significa que sistemas ideológicos diferentes, y hasta irreconciliables, han determinado progresos idénticos o parecidos. El requisito fue siempre que esos sistemas fueran flexibles, pudieran ser enmendados, rehechos, cuando pasaban de lo abstracto a lo concreto y se enfrentaban con la experiencia diaria de los seres humanos”.
- “El cernidor que no suele equivocarse al separar en esos sistemas lo que conviene o no conviene a los hombres es la razón práctica. No deja de ser una paradoja que alguien como Isaiah Berlin, que amaba tanto las ideas y se movía en ellas con tanta solvencia, fuera un convencido de que son éstas las que deben someterse si entran en contradicción con la realidad humana, pues, cuando ocurre al revés, las calles se llenan de guillotinas y paredones de fusilamiento y comienza el reinado de los censores y los policías”.