Actualmente, la necesidad de concientizar al entorno sobre la disminución en la generación de residuos es fundamental para avanzar hacia el camino de una economía circular eficiente.
Una iniciativa que toma fuerza y sin duda marcará la pauta es la nueva Ley de Plásticos de un solo uso (N° 21.368), que entra en vigencia el 13 de agosto. Esta ley fomentará la reutilización y evitará la circulación de plásticos nocivos mediante la limitación en la entrega de productos de un solo uso en establecimientos de expendios de alimento y la regulación de botellas plásticas desechables.
Si bien esta ley podría sonar compleja para algunas cadenas de alimentos y bebidas, es necesaria para impulsar el cambio y marcar la diferencia sobre la importancia de proteger nuestro medio ambiente, además de reducir y eliminar progresivamente plásticos innecesarios para el sistema económico.
Una economía circular de los plásticos busca reducir y progresivamente eliminar todos los artículos confeccionados de plásticos problemáticos e innecesarios del sistema económico, mejorar la calidad de estos evitando que los plásticos en circulación sean nocivos y lleguen al medio ambiente o a las personas afectando su salud. Así también, busca fomentar la valorización de la mayor cantidad posible de los residuos de plástico que se generen.
El cambio comienza en conjunto
En un mundo donde la sostenibilidad se ha convertido en una necesidad más que una opción, impulsarla en todos sus niveles es vital para contribuir al futuro de nuestro planeta. En ese sentido, Chile ha dado un paso significativo al promulgar esta nueva ley y lo posiciona como un país a la vanguardia de la lucha contra la contaminación, marcando un hito importante en su compromiso con la protección del medio ambiente.
Lo cierto es que no hay que limitarse solo a esta ley, sino que también es posible combatir esta problemática a través de la educación e información del consumidor, innovación y diversos esquemas de economía circular para la reducción del impacto de estos residuos.
A pesar de que esta ley no está exenta de desafíos, los consumidores deben adaptarse a las nuevas prácticas y a la utilización de productos biodegradables o compostables, mientras que los negocios enfrentarán la tarea de garantizar una transición económica viable. Sin embargo, los beneficios a largo plazo son claros.
Este paso es esencial para preservar la biodiversidad, proteger la salud de los ecosistemas y minimizar nuestra huella de carbono.
Además, la ley estimula la innovación y puede dar lugar a un floreciente mercado de productos sostenibles, con el potencial de crear nuevas oportunidades de empleo y crecimiento económico.
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Un Estado moderno no es Leviatán: es una máquina que convierte impuestos en futuro. Los singapurenses calibraron la suya hace sesenta años y hoy disfrutan los resultados. Mientras, nosotros seguimos rasgando vestiduras sin implementar cambios. Cada día de inacción cuesta empleo, inversión y —lo más grave— confianza.
Esta es una oportunidad histórica para Chile, tanto por la provisión de los minerales necesarios mundialmente, como por el apoyo que puede ser para el cambio climático. La minería, lejos de ser un villano ambiental, puede ser un motor de sostenibilidad, junto a ser uno de los motores de crecimiento económico para el país.
Hay una verdad económica que conviene recordar: no se puede recaudar sobre lo que no se genera. Y si algo ha quedado claro en la experiencia reciente, es que más impuestos no necesariamente significan más recursos. A veces, ocurre exactamente lo contrario.