“Si en la parte chilena de la cordillera hay abundancia de minerales, en el lado nuestro debe ocurrir lo mismo”, argumentaba Daniel Meilán, subsecretario de Minería de Argentina, tratando de entusiasmar a las multinacionales a invertir en su país, a fines de la década de los 90, durante el desarrollo del Foro Económico Mundial (WEF) en Davos, Suiza.
“Cierto -repliqué entonces como Presidente Ejecutivo de Codelco- existe un potencial inexplotado en Argentina, pero los mineros somos nosotros, los chilenos. Ustedes, teniendo esa maravilla que es el campo argentino, nunca han tenido interés en sacarle provecho a la riqueza minera”.
Lo ocurrido en estos 25 años con la minería argentina, nos dio la razón. A pesar de los esfuerzos por desarrollar varios proyectos relevantes de clase mundial, el sector minero trasandino no despegó. Más aún, en una encuesta global (Global Scan) encargada por el International Council on Mining and Metals (ICMM) acerca de la percepción de la minería en su comportamiento respecto de la responsabilidad social empresarial, en Argentina, esta actividad aparece ubicada en el último lugar de los 18 sectores económicos encuestados.
Sin embargo, transcurridas dos décadas y media, las cosas parecen ser esta vez algo diferentes. Argentina se prepara para avanzar fuertemente en producción minera impulsada, en primer lugar, por la explotación del litio de sus salares. Aunque menos ricos -de menores concentraciones de sus sales-, son susceptibles de hacerlos producir en menor tiempo que aquellos existentes en Chile, donde la exigencia de no concesibilidad, las leyes medioambientales e indígena y la maraña de permisos varios complica las nuevas inversiones en dicho mineral. Esto, salvo para los incumbentes: SQM y Albemarle, y después de extensas negociaciones con el Estado chileno.
Estamos hablando de un conjunto de proyectos que se suman a ampliaciones de los que están en explotación (Fénix en Catamarca, Olaroz en Jujuy) que podrían llevarlos a superar nuestros niveles de producción hacia fines de la década, con actores globales de la talla de Rio Tinto, Eramet (Francia) y Posco (Corea del Sur), junto a varias empresas australianas, chinas y de otras naciones; transformándose en el segundo productor global.
Pero no es sólo la minería de salares lo que mueve el sector minero argentino. Es muy interesante conocer el esfuerzo de la provincia de Mendoza y su Plan Pilares para “el desarrollo de Mendoza en torno a una minería moderna y sostenible”, en un joint venture del Consejo Empresario Mendocino (CEM), la Universidad Nacional de Cuyo y el Gobierno de la Provincia de Mendoza (Impulsa Mendoza), proyecto que cuenta con la asesoría de la consultora chilena Karungen, especialista en estos temas.
Se trata de una zona de Argentina que tiene un enorme potencial geológico, especialmente en los minerales críticos para la transición energética: cobre, oro, plata, zinc, manganeso, uranio y hierro incluyendo, además, el yacimiento de potasio más grande de Latinoamérica en Malargüe: la mina Potasio Río Colorado, la que, hasta ahora, no ha logrado superar la etapa de construcción.
Esa tremenda riqueza puede -una vez más- quedar sin beneficiar a Argentina si se impone el criterio proteccionista, más aún localista que ha caracterizado su desarrollo económico. En efecto, a tal punto es así que la Cámara Argentina de Empresas Mineras (CAEM) “se ha animado a llamar a los proveedores locales para que flexibilicen las exigencias de localía y permitan la participación de empresas de otras provincias, ya que la demanda de servicios e insumos será considerable y las condiciones demasiado restrictivas pueden hacer inviable la concreción de los proyectos”, según se indica en el portal Club Minero, que dirige el comunicador Daniel Bosque.
Es decir, que los proveedores de servicios de San Juan ¡¡¡no quieren que los requerimientos de las mineras sean abastecidos por aquellos provenientes de Mendoza o Buenos Aires!!! Y así en cada lugar con potencial minero. Y, por supuesto, “no gusta la idea de la llegada de contratistas, vendedores y suppliers de Chile y de Perú”.
Frente a este comportamiento, el Gobierno del Presidente Javier Milei no tendrá éxito en invitar a la inversión extranjera, por la vía de un Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI) que busca atraer proyectos superiores a los US$200 millones, a través de incentivos fiscales, aduaneros y cambiarios, cuyo reglamento ya entró en operaciones el mes pasado.
Tan impresionado quedé por ese enfoque localista que acepté la cordial invitación a ser entrevistado por el portal citado tratando de convencerlos de aprovechar su riqueza minera, sin barreras autoimpuestas y visiones cepalianas sesenteras.
Amigos argentinos, no cometan el error de seguir con prácticas proteccionistas, que a lo único que conducen es a la mediocridad, a la falta de competitividad y a un retraso del desarrollo. Si Chile logró en el lapso de 10 años producir 4,6 millones ton de cobre fino (2000), desde un nivel de 1,59 millones (1990), llegando a representar el 36% del cobre de mina del mundo, ello fue posible porque a nadie se le ocurrió que sólo debían ser empresas proveedoras nacionales y/o con sede en Antofagasta o en la III Región -“locales”- quienes asumieran los contratos EPC o EPCM para desarrollar las nuevas minas. En ese tiempo, no teníamos las capacidades técnicas ni la experiencia para hacerlo.
Banco Mundial. https://data.worldbank.org/
¿No le dicen nada estas cifras comparadas del PGB y PGB per cápita de ambos países entre 1990 y 2023? ¿En este gran salto chileno, tuvo algo que ver su apertura al exterior? ¿Su desarrollo minero, frutícola, salmonero, etc.?
A pesar de los vientos proteccionistas que vienen del Norte, no los sigan. Chile puede ayudar a desarrollar el potencial minero argentino. Parece un aviso comercial, pero estamos al lado, tenemos la experiencia, los proveedores, el conocimiento, los contactos y, por último, nuestra Selección de fútbol ya no es competencia…
Es una oportunidad no sólo para Argentina, también lo es para América Latina, el distrito minero mejor posicionado del planeta para responder a la necesidades por minerales críticos para frenar el cambio climático. No la desperdiciemos.
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