La música es un lenguaje universal. Todos la entendemos, aunque sea de distintas formas. Nos permite conectar con los demás y con nosotros mismos. Sentir y emocionarnos. Llorar y reír. «Después del silencio», decía el escritor británico Aldous Huxley, «lo que más se acerca a expresar lo inexpresable es la música».
La utilización de la música en la política y, sobre todo, en campañas electorales, permite la conexión emocional con la ciudadanía, de manera muy efectiva. La clave está en las emociones positivas que transmite. La música, según la ciencia, es buena para nuestra salud. Ayuda a reducir la ansiedad y el estrés, y tiene implicaciones neurológicas. Las notas musicales estimulan el cuerpo a través del oído y activan millones de células cerebrales.
Barack Obama intuyó bien que sería decisiva en la movilización del electorado urbano en 2008. El impacto político del famoso Yes, We Can así lo demostró. Obama comprendió que toda batalla política y electoral es una batalla cultu¬ral. Hay frases que marcan época. Yes, We Can es una de ellas.
Lo entendió también Donald Trump en su campaña por la reelección fallida en 2020, bailando al ritmo de la canción YMCA en sus mítines y compartiendo un video con fragmentos de esos bailes, haciendo un llamado a votar. Los videos mostraban a un presidente divertido y con gracia, motivado, y hasta despreocupado, sintonizando con un ambiente más festivo que de seriedad y preocupación.
En Chile, históricamente, la música ha sido un catalizador para mostrar la realidad que se vive. No se puede entender la historia chi-lena sin la canción La alegría ya viene, de la campaña del No en el plebiscito de 1988, la cual supuso un nuevo paradigma en la comunicación política chilena. Más recientemente, no se puede entender tampoco sin el himno feminista del colectivo LasTesis, Un violador en tu camino, que dio la vuelta al mundo y se convirtió en un nuevo grito de guerra del movimiento feminista.
Y ahora, con la carrera a la Moneda, los candidatos presidenciales Gabriel Boric, Yasna Provoste, Sebastián Sichel, Jose Antonio Kast, Marco Enríqeuz-Ominami han publicado cada uno sus respectivos jingles y canciones electorales.
La música se transforma en una oportunidad para los candidatos y candidatas y el mensaje que quieren transmitir en sus campañas electorales. De ser bien ejecutada, abre la puerta a la identificación y a la conexión con el electorado, algo muy valioso. Porque la personalidad de los políticos y políticas tiene que ver, cada vez más, con lo que pensamos y decimos sobre ellos y con lo que nos hacen sentir: confianza, credibilidad y, sobre todo, identificación.
Descubrir y analizar los sentimientos que genera y despierta la música electoral en la ciudadanía es crucial. El cerebro político es un cerebro emocional, como compartía anteriormente. Las emociones y sensaciones generadas por los jingles y canciones electorales son información muy preciada para conocer qué piensan y sienten los electores y electoras de los líderes políticos, de sus ideas y, especialmente, de sus personalidades.
A pocos días de las elecciones, estas canciones y lo que evocan pueden darnos algunas pistas. No lo dejemos pasar.
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