Primero fue la propuesta de la Convención Constitucional. No se podía avanzar si ese texto no veía la luz. El programa de Gobierno, nos recordó el ministro Jackson, dependía de su aprobación para poder desarrollarse en todo su esplendor. Así estuvimos medio año.
Resulta que en lugar de tomar buena nota del Rechazo y buscar espacios de gestión anclados en el realismo político, ahora el mismo presidente Boric nos notifica que volvemos a estar atados, pero esta vez a una mágica reforma tributaria.
Más allá de que el guion parece repetido y ante las urgencias no hay segundas oportunidades, echar mano a esa excusa parece tan inverosímil como inútil.
Primero, porque una reforma tributaria por sí sola no puede cubrir todas las necesidades detalladas, ni siquiera recurriendo a la ambiciosa propuesta inicial. Desde luego la última que estuvo sobre la mesa jamás hubiera dado el ancho para abordar demandas como la condonación del CAE o la deuda de los profesores, sin olvidar las urgencias en pensiones, salud, educación, salud…. Esto es cosa de matemáticas, no de magia.
Pero más allá de los números, cabe preguntarse por lo adecuado de anclar una reforma tributaria en prioridades de gastos que no sólo no generan consenso sino que benefician a sectores acotados de la población. Y, en algunos casos, a grupos que no están entre los más desfavorecidos. Cuando hay requerimientos urgentes en pensiones o en salud, las prioridades son importantes.
Pero es que además, estos mismos argumentos le dan las excusas perfectas a la oposición para no sentarse en la mesa de negociación. En la promesa va su condena, ya que no la hace viable desde el primer minuto. Y, al final, se termina por torpedear el verdadero desafío: construir un pacto transversal que pueda resistir los cambios de gobierno en el futuro.
La tentación de llevar a cabo reformas constantes solo acaba minando la inversión, la cual es un elemento fundamental para lograr un crecimiento económico sostenible y respaldar las políticas de un gobierno comprometido con los cambio sostenibles. Para lograrlo, es crucial recordar lo expresado en la cuenta pública pasada: donde también se mencionó un pacto fiscal para impulsar el crecimiento sin dogmatismos. Sin embargo, esta vez es fundamental cumplirlo de manera efectiva, para así obtener resultados distintos y positivos.
Combatir este fenómeno no solo requiere buenas intenciones; como en cualquier proyecto exitoso, exige trabajo coordinado y, sobre todo, inversión. El Estado debe asumir una actitud decidida. ¿Está dispuesto a proporcionar al organismo encargado de defender sus intereses las verdaderas atribuciones y recursos necesarios, o seremos testigos, una vez más, de un ‘león sin dientes’?
Cuando se habla de crecimiento, la colaboración entre los actores públicos y privados no es una opción, sino una necesidad. Cada parte debe cumplir su rol con responsabilidad y visión de país.
Si bien hasta hace poco, las principales razones tras las fluctuaciones del precio de Bitcoin tenían un carácter especulativo, asociadas a comportamiento de manada de inversionistas minoristas, hoy por el contrario se observa una fuerte incidencia de institucionales movidos por razones fundamentales.
Mientras la base del impuesto no esté determinada por ley y siga dependiendo de parámetros no auditables, el sistema seguirá siendo opaco, discrecional e inconstitucional. Con la mejor de las intenciones, el SII puede anunciar mejoras, ajustes y revisiones, pero sin una reforma legal profunda, todo seguirá siendo un intento de tapar el sol con […]
Con Trump en el poder, conviene desde ya identificar los focos de mayor sensibilidad: comercio exterior, tipo de cambio, seguridad global, energía, política fiscal y tensiones geopolíticas. No se trata de reaccionar a cada titular, sino de construir escenarios, monitorear variables clave y evaluar, con anticipación, posibles coberturas o estrategias de reposicionamiento.