-Nunca en la historia de Chile ha existido una constitución de consenso. La búsqueda de la denominada “casa de todos”, entendida como un texto que convoque a la gran mayoría de la población es una quimera bien intencionada pero inalcanzable.
-Por eso, las recriminaciones mutuas entre los políticos por no haber sido capaces de alcanzar un consenso son poco sinceras; un discurso para la galería destinado a capitalizar lo que se percibe como un cierto desencanto de la ciudadanía a la que se la había hecho creer que eso era posible. Una autoflagelación injustificada, porque a lo imposible nadie está obligado.
-El eslogan “una que nos una” que se usó para promover el rechazo fue un recurso retórico que corrió la misma suerte de la famosa frase “la alegría ya viene”. La expresión de un anhelo que se estrella con una sociedad ideológicamente polarizada.
-Todas las constituciones que ha tenido chile han sido impuestas por los grupos, integrados por la aristocracia criolla junto con sectores militares. El pueblo o más bien el concepto de ciudadanía no existía como un actor determinante en el siglo 19.
-Para hablar de tiempos más recientes, la Constitución del 1925 que nos rigió hasta 1973 fue hecha entre cuatro paredes por una comisión designada a dedo tras el regreso a Chile de Arturo Alessandri que había sido depuesto por una asonada militar. La promesa de una ratificación plebiscitaria nunca se materializó. Lo mismo ocurrió con la constitución vigente, que por supuesto fue elaborada por una junta militar en plena dictadura y sometida a un plebiscito trucho. Reformada en democracia en aspectos fundamentales, nos rige hasta hoy.
-Por eso el proceso constituyente actual, con sus dos intentos, representa, desde el punto de vista procedimental, una ruptura con el pasado por su carácter democrático y participativo, donde por vez primera el ciudadano es el gran protagonista. Si es aprobada en el plebiscito su legitimidad será indubitada y el proceso, mas allá de lo que digan sus detractores, habrá terminado.
-El primer round lo ganó la izquierda que no dudó un instante siquiera en imponer su visión refundacional del país utilizando, legítimamente su mayoría obtenida en las urnas. Lo mismo acaba de pasar ahora con el Consejo, solo que esta vez fue la derecha más recalcitrante la que tenía la sartén por el mango.
-El resultado es que estamos terminando el proceso con una constitución conservadora, “iliberal” (anti-woke) desde un punto de vista valórico-cultural que esa muy por debajo del estándar incluso de la constitución vigente.
-El problema de los militares era combatir el mal del socialismo marxista en el contexto de la guerra fría.
-El tema de los Republicanos y en particular de su líder José Antonio Kast es la “guerra cultural” que la derecha dura libra a nivel mundial que incluye el matrimonio entre personas del mismo sexo, los derechos reproductivos, la educación sexual en las escuelas, el papel de la religión en la vida pública, la igualdad de género y los derechos de la comunidad LBGTQ,.
-Por eso se demoniza la agenda 2030 de las Naciones Unidas, institución que consideran inútil, corrupta y manejada por la izquierda. Se abraza un concepto tradicionalista de la familia basado en el matrimonio entre un hombre y una mujer, hostil hacia las diversidades sexuales y recelosa de la injerencia de los contenidos “liberales” de la educación pública y del laicismo.
-Estos principios están insertos en el corazón de la nueva constitución. Así lo ha explicitado el propio Kast. En un nuevo programa de You Tube -llamado “Semana Re”- Kast hace una férrea defensa del texto propuesto por el Consejo Constitucional, particularmente de las normas que hacen mención del interés superior del niño, niñas y adolescentes.
–En el programa, Kast debió calmar las aguas dentro de sus propias filas, pues dentro de los mensajes que les llegaban a los panelistas, leyó uno que lo acusaba de respaldar la agenda 2030 de la ONU. “Toda mi trayectoria demuestra que no es así y si tú estás preocupado de la agenda 2030 lee el texto propuesto y te vas a dar cuenta de todo lo que se hace para impedir que la agenda 2030 ideologice a nuestros niños, que es por donde primero entra”, respondió Kast al usuario.
-La cruzada contra la “agenda 2030” de Naciones Unidas es un blanco favorito de la extrema derecha mundial cuyo discurso está plagado de “fake news” como por ejemplo que la agenda busca “ideologizar a los niños”.
– La agenda 2030 no busca promover una ideología en particular, sino valores como que la educación sobre diversidad sexual y los derechos de las personas transgénero son asuntos que están relacionados con los derechos humanos y la igualdad. Que la educación en este sentido puede contribuir a la reducción de la discriminación y el estigma hacia las personas LGBT+ y promover la aceptación y el respeto por la diversidad.
-Las intervenciones de Kast, por primera vez, están sincerando los objetivos ideológicos estratégicos contenidos en las normas incorporadas al texto sobre el rol de la familia, la objeción de conciencia y definición del niño como toda persona menor de 18.
-Por supuesto que no cuestiono el derecho de los sectores conservadores de ordenar sus vidas conforme a sus valores y principios. Pero otra cosa muy diferente es construir un entramado constitucional para imponérselos al conjunto de la sociedad; o para “impedir”, como dice José Antonio Kast, lo que él denomina arbitrariamente la “ideologización” de los niños.
-El resultado del plebiscito es incierto. La derecha por si sola no será capaz de imponerse, pese a que hay en el texto mejoras importantes al sistema político, a la administración de justicia y herramientas nuevas para combatir la delincuencia. Le juega a su favor el agotamiento con el tema constitucional de muchos ciudadanos que desean que termine de una vez.
-Pero para que gane el “a favor” se necesitan los votos de una parte del mundo progresista que se la jugó por el rechazo y que hoy no se identifica con los partidos tradicionales de la izquierda; que son justamente a los que Kast está espantando al explicitar cómo la constitución abraza la versión más retrógrada en el ámbito cultural y valórico; y que podrían perfectamente optar por el voto en blanco.
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